Por allá en el Reclusorio Femenil del Sur, una joven interna se quejaba de lo violentas y agresivas que, cuando las bañaba, se ponían algunas de las in-imputables: Reclusas que por estar incapacitadas física o mentalmente, entre otras cosas, no pueden asearse por sí mismas. Pero nadie te obliga, lo haces voluntariamente porque te gusta- le dije. -¡Cómo cree que me va a gustar si a veces hasta me muerden! Lo hago porque nadie más quiere hacerlo y ni modo que las deje que se pudran.
Mi manicurista es una mujer pobre porque tiene poco dinero, lo cual no significa que sea una pobre mujer ya que puede darse el lujo de trabajar gratuitamente una vez por semana cortando uñas de manos y pies a los viejitos de un asilo paupérrimo.
-Mientras yo estoy aquí respondiendo a sus preguntas, se me mueren dos o tres niños enfermos- dijo impaciente la madre Teresa a un periodista. No hay glamour, ni fotógrafos ni recompensa que interese a quien siente en su corazón la necesidad de ocuparse de sus hermanos. “Toda la naturaleza es un anhelo de servicio: Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco. Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú, donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú, donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú. Hay la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la alegría de servir”.
La ubicación de la cuna en que nacemos es un puro azar y no hay razón que explique la miseria que sufren millones de seres humanos. Es indudable que nuestra misión sobre la tierra es trabajar para corregir este gravísimo error, y así lo han entendido quienes se ocupan voluntariamente en el servicio a los demás.
Cada mañana se levanta un ejército de voluntarias a paliar en lo que pueden, la miseria y la enfermedad, la vergonzosa orfandad de los niños de la calle y la injusticia.
El mundo se derrumbaría sin esas manos que curan, que confortan, que alimentan al miserable sin que su mano derecha se entere de lo que hace la izquierda, porque así es como lo manda Dios. Desgraciadamente la labor social es con demasiada frecuencia, el vehículo más cómodo para que las consortes presidenciales se cubran de gloria aprovechando la influencia y los recursos que se les ofrecen en charola de plata. “Les guste o no, seguiré trabajando intensamente...” ha declarado en pleno frenesí filantrópico, la hiperactiva y controvertida consorte en funciones. No nos sorprende, tenemos en la historia una larga lista de consortes que al acceder al poder descubren su irrefrenable y compulsiva vocación por el servicio social. Bien por ellas, todas las manos son pocas para atender tantas necesidades. Mal si se confunden y utilizan el servicio social para promoverse y publicitarse. Mal si se piensan las inventoras del voluntariado, mal si se marean y pierden piso, porque más temprano que tarde, la sociedad que ya está uptudimoder -como dice mi maestro Germán Dehesa- de costear tanto protagonismo, acaba por pasar la factura como está sucediendo con los dos libros duros y mal intencionados (“La Jefa” de Olga Wornat y otro de Loret de Mola que está por aparecer) que como piedrazos han golpeado la protagónica frente de Marta Sahagún.
¡Lástima! porque tanta maledicencia sobre la consorte, seguramente irrita y desgasta el espíritu de nuestro Presidente que necesita de toda lucidez y serenidad para seguir adelante con el cambio que nos hemos propuesto. adelace@avantel.net