En los próximos días el mundo fijará de nuevo posiciones frente al conflicto de Irak. El voto contrario a la guerra por parte de México es cada día más viable y más conveniente. El escenario cambia día a día. La diplomacia se juega sus últimas cartas.
El tiempo ganado ha ido clarificando posturas. George Bush afirmó estar decidido a entrar a la guerra con o sin la aprobación del Consejo de Seguridad. El desplante tuvo un doble efecto: por un lado revivió la discusión interna, la gran mayoría de los estadounidenses sólo aprueba la acción después de recibir el aval del Consejo. El otro efecto fue desnudar el aterrador desprecio de Bush por Naciones Unidas. Con ello erizó los cabellos de más de uno de sus aliados que imaginaron a la superpotencia sola, sin ningún contrapeso, pisoteando el mundo a diestra y siniestra. Eso también está en juego.
Dos reacciones muy visibles fueron las de Francia en el Consejo de Seguridad aludiendo ya no sólo al conflicto con Irak, sino sobretodo a la amenazante actitud imperial en solitario. Otra fue la del suave Primer Ministro canadiense, hecha en Washington, advirtiendo que su país, por principio, no podría acompañar ninguna acción que dañase a Naciones Unidas. Rusia casualmente recordó de su poder de veto. ¿Para qué tanta discusión sobre Irak si en realidad lo que está sobre la mesa es si los EU están dispuestos a atenerse a algún tipo de normatividad? Ese es el meollo. Ellos aceptaron las inspecciones como mecanismo de desarme. Al esperar los resultados validaron la acción, pero cuando estos fueron contrarios, en el mejor estilo de irresponsabilidad infantil, los impugnaron. Hans Blix se vuelve a presentar pero ahora con la destrucción iraquí de ciertos misiles y da información que permite vislumbrar un avance. Pero nada basta. La advertencia urbi et orbi de Bush llevó la discusión a otras latitudes. Simplemente presionó demasiado.
El ultimátum estadounidense, británico y español no operó como tal, se desgastaron. Vino una reconsideración nada menos en boca de Jack Straw: más días para el desarme. No en balde el 80% de la opinión pública inglesa no apoya la postura de su gobierno. La sonora amenaza de Bush actuó como un polarizador de las posiciones pendientes, México probablemente incluido en la lista. Allí el quiebre. Va desde abajo. Después del 11 de septiembre los EU obtuvieron un respaldo internacional sin precedente. La guerra contra el terrorismo unió a muchos que en otras circunstancias hubiesen caminado solos. El traslado del foco de debate hacia Irak provocó divisiones. Sin embargo un gran acuerdo sobre la necesidad de desarmar a ese país volvió a imperar. El nuevo brinco en los argumentos estadounidenses en el sentido de la necesidad de derrocar a Hussein volvió a generar serias fisuras.La idea de guerra preventiva se fue desmoronando en el camino: no había evidencias.
Por contraste Corea del Norte parecía querer burlarse de la comunidad internacional. Bush radicaliza su postura, con nosotros o contra nosotros, con evidencias o sin ellas, con la ONU o sin ella. Al reducir el margen de maniobra de sus aliados lógicos del llamado Occidente, pero también de otras naciones como México, los orilla a reconsiderar los múltiples inconvenientes de ir con los EU Esa exigencia de todo o nada provoca el rompimiento. De entrada están los principios que vale la pena revivir, después las condiciones económicas en un mundo tocado por la atonía, agréguese a ello la impopularidad que bien importa a los políticos.
En el mundo las expresiones masivas contra la guerra se multiplican. En casi todas las naciones involucradas, Francia, Alemania, pero también México la gran mayoría está en contra de la guerra.
La exigencia de Bush es insostenible: aventurarse a desequilibrar el área con las impredecibles consecuencias en lo que terrorismo se refiere; violentar todos los principios de soberanía con un solo beneficiario, los EU; desestabilizar la economía mundial sin un pronóstico claro de la salida; pelearse con la opinión pública internacional y sobre todo con la interna y, finalmente, pisotear al único instrumento legal de convivencia supranacional que hemos sido capaces de crear. ¿Cuál es el negocio presidente Bush? Pongamos el caso mexicano. Nadie puede negar que el presidente Fox trató por todos los medios de cultivar una buena relación con los EU Sin duda cometió errores.
Es claro que México hasta hace unos días, supongamos que por razones de conveniencia llana, buscaba una fórmula de salvar cara en los principios y apoyar al nuestro primer socio comercial. Pero las poco elegantes advertencias sobre represalias —ahora ya también con Francia— la expresión “disciplina” usada por Bush como el comportamiento esperado de México, ponen al gobierno mexicano ante una disyuntiva diferente: ¿quién quiere quedarse sólo con esta superpotencia, desbocada, sin brida? Eso puede llevar a México a intentar construir una alternativa.
A estas alturas del debate México ya no fue de los incondicionales y eso, en las estrechas coordenadas de Bush, es traición. Ya perdimos su “amistad”, pero por seguirlo al precipicio, Fox y México pueden perder mucho más. A ese extremo ha llevado Bush el asunto.
Sin embargo los consensos básicos están allí: guerra frontal a terrorismo, desarme de Irak y de todos aquellos que cuenten con armas de destrucción masiva, Corea por supuesto incluida. Respeto a las resoluciones de Naciones Unidas. El precedente de Israel y todas sus violaciones no autorizan a nadie, ni siquiera a los EU Entre la postura radical de Bush y los consensos explícitos de otras naciones hay un amplio territorio y México debe usarlo. Quién lo dijera Fox puede ganarse un lugar en la historia por su manejo del conflicto. Ojalá y ocurra.
Nota numérica.- Recientemente en El País y Reforma recordaban del uso del veto en la historia de Naciones Unidas. En primer lugar está medida, teóricamente excepcional, ha sido muy común. En 57 años de vida el veto se ha ejercido 251 veces, o sea 4.4 ocasiones por año. La nación campeona fue la Unión Soviética, con 105 vetos. Pero le sigue EU con 76, Reino Unido 29, Rusia 15, Francia 14 y China cuatro. De las tensiones que los vetos generaron hay largas historias, pero al fin y al cabo imperó la institución. Irse a la guerra en contra de la voluntad de sus aliados naturales y con uno o varios vetos en el camino no es una alternativa muy halagüeña si se quiere ser candidato en el 2004.