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¿Quién se llevó mi “hueso”?

José Santiago Healy

“¿Quién se ha llevado mi queso?” es el título de un pequeño libro escrito por el médico y psicólogo Spencer Johnson que desde 1999 se encuentra en la lista de los más vendidos en Estados Unidos y que se recomienda ampliamente para todo tipo de ejecutivos, universitarios y políticos.

En México parece que este libro no ha llegado a los altos círculos de la política porque evidentemente sus conceptos tan sencillos como pragmáticos siguen sin aplicarse en áreas tan importantes como el Poder Ejecutivo y el Legislativo.

¿Pero qué propone este libro de bolsillo de 94 páginas que se lee en 45 minutos, que aborda la historia de dos ratoncitos y dos seres humanos y que ha vendido más de diez millones de ejemplares impresos en 26 idiomas?

“¿Quién se ha llevado mi queso?” plantea la necesidad imperiosa de realizar cambios en nuestra vida diaria y profesional tan frecuentes como sea posible y necesario. Revela además profundas verdades sobre cómo alcanzar el éxito en las organizaciones sean empresas, familia y la comunidad.

Spencer Johnson a través de una metáfora con ratones demuestra que aferrarse al presente, en este caso al queso y a la ratonera de siempre, sin buscar cambios ni nuevos retos en nuestra vida, corremos el peligro de estancarnos, extinguirnos o simplemente de acostumbrarnos a una vida cómoda y rutinaria, pero sin crecimiento ni desarrollo.

Algo muy parecido ocurre en nuestro país ante los intentos de realizar cambios, pero que no son aceptados y menos permitidos por una buena parte de los sectores políticos y económicos acostumbrados a un sistema tradicional.

Es evidente que nadie quiere soltar su queso o su “hueso”, dicho en un lenguaje más nuestro, pero tampoco nadie se atreve a lanzarse a la búsqueda de nuevos horizontes en donde podamos encontrar mayores cantidades de queso de mejor calidad, sabor e incluso precio.

En un par de meses los mexicanos elegiremos a una nueva Cámara de Diputados en donde todos los partidos han puesto sus más amplias esperanzas, ambiciones y perspectivas para el futuro de nuestro atribulado México.

Los del tricolor escogieron a sus ratones —dicho sea con todo respeto—, más avezados y experimentados, pero para defender a capa y espada el queso que engulleron plácidamente durante setenta años y que nunca quisieron compartir hasta el año 2000 cuando se los arrebataron por la fuerza de los votos.

En la otra esquina están los amarillos que últimamente han disfrutado de algunos residuos del queso tradicional y que están dispuestos a luchar el todo por el todo con tal de arrebatarles al resto de los partidos la mayor porción posible, desde luego sin salir un paso de la actual ratonera.

En una esquina más se encuentran los blanquiazules disfrutando del control del queso, quieren todo la porción para ellos y disponer de su manejo sin tener que compartirlo ni dar cuenta a sus adversarios. Para ello echarán toda la carne al asador para ganar las próximas elecciones y se aprovecharán de sus amigos, cuates y asociados.

Quedan por ahí otras agrupaciones de roedores que pican queso aquí y allá. Saben que no tienen capacidad de convocatoria para controlar todo el queso, pero tampoco quieren salirse de la ratonera y se empeñan en disfrutar algunas migajas del queso tradicional, sin importarles su mal estado ni su pésimo sabor.

En los últimos dos años el Poder Ejecutivo, por decirlo de alguna manera el ratón mayor, se empeña en acusar al Poder Legislativo, el ratón pequeño, de obstaculizar todos sus planes de desarrollo al tiempo que lo culpa del estancamiento económico que vive el país.

Los ratones menores, es decir los legisladores, se echan a reír y a burlarse del ratón mayor al tiempo que siguen felices de la vida comiendo el queso de toda la vida, al fin y al cabo les pagan muy bien por vivir tres años más en la misma ratonera.

Al ratón mayor se le ha olvidado que con todo y la actitud cínica de los ratoncitos el país creció en el 2000 al siete por ciento anual y que naciones como China con estructuras comunistas avanzan a un ritmo del ocho por ciento anual.

Habrá que ir entonces en búsqueda de otros quesos antes de que se acabe el único que tenemos. Si esto se logra en los próximos tres años nadie se acordará de los ratoncitos ni del queso apestoso y descolorido que han comido nuestros políticos durante décadas.

Pero para ello se requiere audacia, voluntad y muchos pantalones. El presidente Fox demostró tener todo lo anterior en su campaña, aunque ahora se ha ido adaptando a la ratonera y al queso de siempre.

No podemos permitir que un país con tanto talento, potencial y necesidad de cambios como México dependa de 500 ratoncitos llamados diputados y otros 126 conocidos como los senadores.

Como bien dice Spencer en su libro “si no cambias, te extingues”, ¿para qué entonces pelear obsesivamente por un queso rancio cuando existen infinidad de quesos por descubrir a lo largo y ancho del país?

* Licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana con Maestría en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de San Diego. Comentarios a josahealy@hotmail.com

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