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Radiografía Urbana | Norte contra sur

POR YOLANDA RÍOS RODRÍGUEZ

El progreso y la pobreza conviven en un Municipio con crecimiento desigual.

Torreón, Coah.- Durante los últimos años, Torreón, ha alcanzado un importante desarrollo económico, se ve en sus más importantes vialidades, en sus modernos restaurantes —muchos de ellos de franquicia con nombres extranjeros—, en hoteles nuevos construidos al más puro estilo norteamericano, grandes tiendas de autoservicio tipo “mall’’, así como una gran cantidad de agencias de automóviles que hablan de una bonanza económica y la existencia de un fuerte mercado consumidor de esos servicios.

Tan sólo durante los últimos tres años, la inversión en Torreón, según la Secretaría de Planeación y Desarrollo de Coahuila sumó la friolera de 1519.67 millones de dólares, y se ha visto concentrada en el renglón de servicios e industria. Lamentablemente, sólo para beneficio de un segmento de la población.

Indudablemente, Torreón es una ciudad que a la par de su progreso y modernidad urbana, va evidenciando grandes contrastes: el desarrollo y el rezago; los servicios públicos de primera que caracterizan a una parte de la ciudad, y las viejas luminarias; así como el pavimento deteriorado, la basura, las casuchas, carencia de drenaje y la falta de transporte que se observa en otro rumbo.

El contraste entre el norte y el sur se hace más marcado conforme pasa el tiempo. Las “dos caras’’ de Torreón se aprecian claramente: mientras uno crece, florece como resultado de la atención, del interés de los gobernantes por ajustar la infraestructura urbana a una ciudad de primer mundo, acorde con la creciente población de inversionistas extranjeros que vienen a asentarse, a jugar golf; el otro, el sur y parte del oriente, evidencian un crecimiento desequilibrado, frío, carente de planeación, con infinidad de deficiencias que repercute en la calidad de vida de cientos de personas que trabajan, luchan, pagan impuestos, pero no reciben lo correspondiente en materia de servicios.

El Torreón que duele

En Torreón hay extrema pobreza, pero no del tipo alimentaria, sino más bien patrimonial y cuestión de conceptos tal vez, pero lo cierto es que duele por igual, huele a desolación y es injusta.

Para Margarita Lascuráin de Murra, directora de Desarrollo Humano Municipal, se trata de un problema muy complejo, que se arrastra décadas atrás y evidencia el resultado de un modelo económico caduco, inequitativo, que produce pobreza y por ello, debe cambiar ya, empezando por promover una mayor participación ciudadana, que parta no de las tradicionales exigencias clientelares, sino de acciones cooperativas y propositivas.

Es un hecho que “no hay recursos que alcancen’’ para atender a los pobres, ni de parte del Gobierno Municipal, Estatal o Federal; pero también es una realidad que el gasto social cada vez está más recortado.

La funcionaria aduce que no es justificación para el hecho de que haya colonias con graves niveles de marginalidad y otras de nivel popular donde la deficiencia o carencia de servicios es el “modus vivendi”, el estilo de vida para quienes las habitan, sin más alternativa que aguantarse junto con los suyos.

Insiste en que no hay disculpa para que alguien viva en condiciones de vida indignas y el reto es cómo compensar, cómo lograr un desarrollo equilibrado y retribuir en su papel de gobernantes a los ciudadanos, los servicios a que tienen derecho.

Afirma Margarita Lascuráin que mucha gente, que habita en casas humildes, en colonias alejadas del centro “viven los efectos de un sistema consumista, individualista, con poca conciencia social y ética”.

Para medir la pobreza no se necesita un metro y, de acuerdo a los conceptos, este fenómeno se divide en dos aspectos: pobreza patrimonial, la cual define como la situación de personas y familias que no tienen derecho legal o social a contar con una vivienda digna o un terreno para construirla, que devengan sólo el salario mínimo o un poco más y apenas sobrevive con lo indispensable.

Generalmente nadie les da un crédito porque no tienen con qué responder. Lo que esto ocasiona son hacinamientos, asentamientos humanos irregulares y demás.

La pobreza alimentaria la define la funcionaria como algo que sucede en menor proporción —alrededor de un diez por ciento de la población la sufre— y su solo nombre lo explica: es la carencia de alimentación apropiada y suficiente en niños y adultos. Afecta generalmente a la población flotante, los indígenas y todos aquellos que llegan en forma temporal a Torreón.

Reconoce Lascuráin de Murra que los contrastes entre un rumbo de la ciudad y el otro son cada vez más obvios: hay partes de Torreón que son similares a zonas comerciales de ciudades fronterizas como McAllen o Laredo, con hermosas áreas verdes verdes, hoteles de primera, restaurantes donde los meseros y “Valet Parking’’ hablan inglés.

Hay exclusivos fraccionamientos, áreas bien trazadas y además campos deportivos enormes, hermosos, con calidad de servicios para el turista más exigente. A un lado de ellos, en sentido figurado, a pocos kilómetros, hay niños desnudos corriendo entre los charcos de una calle sin pavimento, hay cientos de cables “colgados’ a las líneas de la CFE porque no cuentan con el servicio e igualmente, se abastecen de una manguera general del sistema de agua potable.

A un lado, por ejemplo, del fraccionamiento San Luciano, en el sector conocido como Nueva Laguna Uno y Dos, apenas empezaron las obras de drenaje, recientemente la gente dejó de usar fosa séptica para defecar.

Al sur de la ciudad, en sectores como la Santiago Ramírez, Braulio Fernández, Vicente Guerrero, la situación es la misma: deficiencias en el abasto de agua potable que de todas formas hay que pagar puntualmente al Simas, pandillerismo, drogadicción y las constantes inundaciones cuando llueve intensamente; la gente sufre pero no por la lluvia, sino por la falta de un drenaje pluvial que la canalice adecuadamente.

Y más allá, a un lado de una poderosa empresa cementera, a pocas cuadras de un moderno bulevar, cerca del Desarrollo Industrial Mieleras, las tarántulas y viborillas se hospedan en los humildes jacales. Ahí les prometen los drenajes, el agua potable en condiciones suficientes, también se les ofrece que habrá transporte, que habrá regularización de sus terrenos que abonaron mensualmente por gestión de algún líder. A ellos la ayuda llega lenta y sólo se mueve un poco en tiempo de campañas electorales, sólo entonces son el centro de atención, después de eso viene el olvido.

El Club Residencial y Deportivo Montebello, contrasta dolorosamente con el fraccionamiento Mayrán, un sector habitacional paupérrimo, irregular, algo parecido a una gran ciudad estadounidense y una frontera mexicana, con todos sus “tecoruchos’’, perros famélicos y charcos de fétidas aguas negras.

A este respecto ella opina de lo preocupante que esto significa y cómo instituciones federales como la Secretaría de Desarrollo Social han detectado lo que ellos califican como polígonos de alta marginalidad, es decir, que no tienen los medios suficientes para lograr una aceptable calidad de vida, agua potable, energía eléctrica, pavimentación, así como la carencia de una vivienda que les permita enriquecer su vida.

Como solución a este cuadro de rezago, Margarita Lascuráin considera la importancia de generar empleos, de solicitarle a la Federación más programas y ayudas sociales, promover la instalación de más empresas que generen empleo, desarrollo y no maquilas y todo aquello que representan capitales “golondrinos” y que además no generen buenas retribuciones para los trabajadores.

Le apuesta a la inversión extranjera y a la nacional, como vías para atenuar el desempleo y sobre todo, generar riqueza. La redistribución de ésta es otro aspecto importante que hay que cuidar y luchar por un sistema que retribuya lo justo que brinde auténticas oportunidades a todos los que quieran trabajar.

Los retos: por una parte, hacer ciudad, pavimentando y ampliando la red de servicios; y por otra, hacer ciudadanía.

Lascuráin de Murra expresa que es necesario fortalecer nuevos esquemas de petición por parte de los ciudadanos, “ya no pedir de manera paternalista y clientelar sino de apoyo y propuesta’’.

El trabajo ya se hace, el de hacer ciudad y hacer ciudadanía a través de los Comités Vecinales algo así como 350 donde se capacita a los ciudadanos para que pida, pero también que luche y cuide. “No hay recurso que alcance para una sociedad que no cuida” concluye.

Lo que se ve contra lo que se necesita

Desde la perspectiva del representante del Consejo de Colonias Populares de Torreón, Mauro Delgado Hernández, el desarrollo de la ciudad se ha impulsado y logrado más desde el enfoque ornamental, de “relumbrón’’, en vez del sentido social y humano que debería ser y ha sucedido así lo mismo con gobiernos panistas que priistas.

Según dice, Torreón es aún una ciudad media, pero importante en los aspectos comercial e industrial, “lamentablemente los tres niveles de Gobierno no le han brindado la atención que se merece a ciertos sectores, sobre todo los habitacionales”.

El ex regidor de extracción priista y representante de una de las organizaciones de colonias más grande de la ciudad destaca que “sí hay cinturones de miseria y se han creado en los últimos años como resultado del desarrollo que tiene la ciudad en otras partes, por ejemplo el norte”.

Hay colonias, de las 350 registradas, donde existen graves carencias, principalmente de servicios básicos o primarios como se les llama y desde luego esto significa que vivan como ciudadanos de tercera.

El 75 por ciento de estas colonias son populares, desafortunadamente el desequilibrio se acentúa en lo que respecta a la inversión en la infraestructura urbana.

Opina que los gobiernos privilegian lo que “se ve’’ a lo que realmente se necesita.

Desafortunadamente, dice Delgado Hernández, “esta administración municipal se ha caracterizado por hacer primero las obras que dan vista’’.

A un lado se dejan las inversiones en servicios básicos, cordonería, alumbrado, red de agua potable y drenaje, escuelas dignas, pavimento seguro, limpieza, transporte, que vienen a ser sólo un sueño para miles de torreonenses.

LA MISERIA

En Torreón hay alrededor de 350 colonias, el 75 por ciento de nivel

popular y del resto, el diez por ciento vive extrema pobreza, sobre todo de tipo patrimonial. Algunas de las colonias que de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Social son “polígonos de marginalidad’’, debido a que no cuentan con servicios básicos que contribuyan a lograr calidad de vida y una justa retribución de seguridad para sus habitantes son:

* Luis Donaldo Colosio.

* J. Luz Torres.

* Nueva Merced.

* Cuca Orona.

* El Pensador.

* Las Estrellas.

* Zaragoza Sur.

Lo que no tienen estas colonias de alta densidad poblacional es transporte, agua potable suficiente, cordonería, pavimento, electricidad y servicio de limpieza en condiciones de eficiencia.

Fuentes: Desarrollo Humano, Sedesol, Consejo de Colonias Populares

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