Gómez Palacio

Rastro clandestino arroja malos olores

Arturo González González

GÓMEZ PALACIO, DGO.- A unos cuantos metros del ejido El Jabonoso y otros más de donde actualmente se construye la nueva central de producción eléctrica de ciclo combinado, se localiza un pequeño rastro de equinos y su respectivo tiradero, de los cuales, según informes de la Dirección de Ecología del Municipio, no se tiene registro. Pero, la Jurisdicción Sanitaria número dos del Estado de Durango, informó que no se trata de un matadero clandestino, ya que sí se cuenta con acta de verificación. No obstante, ésta no fue mostrada.

Al predio donde está ubicado este rastro se puede llegar cruzando la comunidad de El Jabonoso y tomando una brecha muy angosta. Después de unos trescientos metros, puede observarse un cuarto cuyas paredes son de block y están pintadas de blanco; el techo es de lámina y la puerta se encuentra cerrada con cadena y candado. Los muros no llegan hasta arriba, quedando un espacio entre éstos y la lámina, a manera de ventilación. Al acercarse, un olor nauseabundo y penetrante se percibe. A un lado de la pequeña construcción se encuentra un surco que se comunica con un pozo. Dentro de ambos, una sustancia color negro —al parecer residuo orgánico— se mezcla con palos, basura y una especie de polvo blanco.

Por un resquicio de la puerta puede verse el interior de lo que se supone es un destazadero. La insalubridad es evidente. A la derecha está una pileta y un tambo para basura. Frente a la puerta, en el muro posterior, se encuentra una base tubular con ocho ganchos de varilla. De tres de ellos cuelgan prendas muy sucias. En un rincón se ve un costal a la mitad lleno y detrás de él, un par de botas de hule. Apilados se encuentran varios recipientes de plástico de diferentes colores. Un par de botas más y una mesa de metal cubierta con un mantel de hule se pueden observar. A un lado, se encuentra una báscula muy deteriorada, encadenada a una de las patas de donde, al parecer, se cortan las porciones de carne.

Por ninguna parte se aprecia algún sello o pegote de la Secretaría de Salud.

A unos 100 pasos hacia el oriente de este lugar, la pestilencia es insoportable. Al echar un vistazo entre unos matorrales, la causa de este fétido olor aparece: decenas de osamentas y restos de animales se encuentran esparcidos en una superficie al aire libre no mayor a los cinco metros cuadrados. Cráneos, costillas, vértebras, patas y pezuñas rodeadas de moscas y de estiércol.

La mayor parte de los restos dan la apariencia de tener ya tiempo ahí. Sin embrago, algunos de ellos parecen todavía muy frescos, con sangre, aunque ya en estado de putrefacción.

Un poblador de El Jabonoso comenta que ese rastro tiene funcionando más de diez años y que los esqueletos encontrados en el tiradero son de caballos y burros. “Es que ahí sacan carne pa’ los perros”, dice y más adelante agrega que un hombre originario del ejido Cuba, a quien le llaman ‘El Diablo’, es el encargado del lugar y de repartir la carne “en unas carnicerías del centro... ahí por la Escobedo y la Madero”.

Pero en la dirección indicada los comerciantes de los locales aledaños explican que el único que vendía carne de caballo para perro era un tal Don Juan, no obstante, sus dos negocios ya cerraron, según algunos, hace dos meses, según otros, hace un año. Los dos locales señalados, uno sobre la Escobedo y el otro sobre la Francisco I. Madero, no presentan ningún indicio de vida comercial.

El acta que no aparece

Georgina de la Peña, titular de la Dirección de Ecología del municipio de Gómez Palacio, declara no tener registro ni información acerca del rastro arriba descrito, concretándose a decir que la dependencia a su cargo tiene conocimiento de tres establecimientos de ese tipo: La Torreña, El Cordobés y el rastro municipal Ernesto Herrera.

Por su parte, Rafael Monárrez, coordinador médico de Regulación Sanitaria de la Jurisdicción número dos, informa que el rastro cercano a El Jabonoso no es clandestinos, ya que “yo mismo hice una verificación el año pasado”. Ratificó lo dicho por los lugareños en relación al tipo de animales que ahí se matan. “Es un rastro de equinos”, declara.

Más adelante, Monárrez establece que la carne de caballo sí se puede comercializar como de consumo humano, pero que es necesario “que los vendedores especifiquen que se trata de equinos”.

Al solicitársele el acta de verificación, el funcionario ordena a su secretaria a que la busque en los archivos. Después de unos minutos, ésta regresa con varias actas, no obstante, ninguna corresponde a la del rastro en cuestión. “Puede que esté en el área de dictámenes, ahí mandamos las actas que resultan un poco conflictivas” y posteriormente, concluye, “el licenciado Castañeda es el encargado del área, nada más que está de vacaciones... pero si usted viene por ahí del miércoles o jueves (de la siguiente semana) podríamos mostrarle el acta”.

No se aclaró si el establecimiento seguía en funciones o se había clausurado, ni tampoco se mencionó el nombre ni el del propietario.

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