Pocos autores han descrito tan bien el carácter del pueblo norteamericano como Ray Bradbury que en su maravilloso libro Crónicas Marcianas describe con tanta certeza una situación como la que recientemente hemos vivido con la invasión de Iraq.
Nadie podía imaginar que Bagdad, un verdadero patrimonio de la humanidad pudiera ser bombardeado tan impunemente como lo hizo la aviación estadounidense, durante tantas noches que con ojos azorados podíamos ver con una visión de óptica nocturna cómo caían cientos de edificios en los bombardeos que se repetían sin cesar.
Yo recuerdo que durante La Segunda Guerra Mundial el comandante en jefe de las fuerzas aliadas, el General Eisenhower durante los bombardeos a Colonia, Alemania prohibió terminantemente que tocaran la Catedral de Colonia, que aún así sufrió daños menores. Pero cuando menos hubo un cierto pudor histórico, de respeto a esta invaluable joya de la raza humana.
En el artículo anterior decíamos que si W. Bush hubiera sido presidente de E. U. cuando la crisis de los misiles en Cuba, me daría miedo pensar cuál hubiera sido el destino de los países involucrados en el problema como la URSS, E. U. y Cuba. Pero también las demás naciones hubiéramos resentido el inicio del holocausto nuclear.
Decía el Derecho Romano que “la causa de la causa es causa de lo causado”. Y los saqueos de los museos de Bagdad, de los archivos de la Universidad, de los llamados Palacios de Hussein fueron indudablemente provocados por la llamada “liberación”.
Entre los veinte hombres que iban en la nave que aterrizó en Marte en las Crónicas Marcianas, iba un astronauta llamado Jeff Spender que era un hombre culto y con una gran sensibilidad, se daba cuenta del espíritu de los demás astronautas que empezaron a realizar tropelía y media con las obras de arte de la civilización marciana.
Era la cuarta expedición al planeta y todos soñaban con los honores que les iban a rendir a su regreso a la Tierra.
Spender estaba convencido de que tarde o temprano el hombre comenzaría a contaminar los canales de Marte (los había en la novela), la atmósfera marciana y el suelo marciano con la misma basura con que hemos contaminado la Tierra.
Tenían frío y otro de los viajeros, Gibbs se acercó a la hoguera y dijo:
¿Por qué no utilizamos el fuego químico del cohete en lugar de esa leña?
-Ni lo pienses, – respondió Spender sin levantar la mirada.
Sería indecente exhibir en esta noche de Marte un aparato brilloso, brillante y tonto como una estufa. Sería algo así como una blasfemia importada. Ya habría tiempo para eso; ya habría tiempo para tirar latas de leche condensada a los nobles canales marcianos... ya habría tiempo para que las hojas del New York Times volaran arrastrándose por los solitarios y grises fondos de los mares de Marte; ya habría tiempo para dejar cáscaras de plátano y papeles grasientos en las hermosas y frágiles ruinas de este antiguo valle. Habría tiempo de sobra para eso. Y Spender se estremeció al pensarlo.
... Spender los observaba. No estaban contentos; habían arriesgado sus vidas en una gran aventura y ahora querían emborracharse y gritar y disparar sus armas de fuego y mostrar así qué hombres admirables eran, hombres que habían abierto un agujero en el espacio y no habían parado hasta llegar a Marte.
Spender que estaba furioso por la actitud de todo ese grupo, durante los días subsecuentes, al ver que destrozaban las maravillosas obras de arte de aquella milenaria civilización, no pudo más y principió a abatir a los agresores. Según él, alguien tenía que defender la dignidad de toda esa raza que ya estaba muriendo. Spender mató a varios. Pero el Capitán Wilder en el fondo lo entendía perfectamente bien y en el momento en que se enfrentan el Capitán y Spender, alejados de los otros compañeros, Spender le confesó que quería prolongar la vida de esa civilización por 50 años más en que tardarían los humanos en hacer nuevas naves y nuevos vuelos.
Dice el capitán Wilder - ... Nosotros, los habitantes de la Tierra tenemos un talento especial para arruinar todo lo noble, todo lo hermoso. No pusimos puestos de salchichas calientes en el Templo Egipcio de Karnak, sólo porque quedaba a trasmano y el negocio no podía dar grandes utilidades y Egipto es una pequeña parte de la Tierra, pero aquí todo es antiguo y diferente. Nos instalaremos en alguna parte y lo estropearemos todo; llamaremos al Canal Rockefeller; a la montaña, Pico del Rey Jorge y al mar de Dupont y habrá ciudades con nombres como Roosevelt, Lincoln y Coolidge, y esos nombres nunca tendrán sentido, pues ya existen los nombres adecuados para estos sitios.
En algún momento dijo Spender: “luego vendrán los grandes intereses, los representantes de las minas y el turismo ¿recuerda Usted lo que pasó en México cuando Hernán Cortés y sus magníficos amigos llegaron de España? Toda una civilización destruida por unos virtuosos fanáticos”.
Volviendo a las trasmisiones de la guerra de invasión a Iraq, hubo una escena en donde un pequeño camión militar abre una puerta después de varios choques con ella. Esa puerta era la representación de toda la civilización que se desplomaba. Era una puerta preciosa de fina ebanistería y de maderas muy finas. Desde luego Saddam Hussein no era el líder adecuado, fue un tirano despótico y asesino, sin embargo, fue socio de los E. U., amigo de los ingleses y José Ma. Aznar, presidente de España, hace cinco años fue a presentarle sus respetos.
Mucho se ha hablado de los antepasados de estos Bush, uno de ellos, Prescot Bush fundó la Silesian American Corporation, fue la mano derecha del magnate del acero Clarence Dillon y del banquero Fritz Thyssen quien escribió el libro Yo Financié a Hitler y se afilió al partido nazi en 1931.
Según los datos proporcionados por mi amigo Roberto Andrade, Dick Cheney, el actual vicepresidente de los E. U. declaró: “E. U. no tiene qué sonrojarse por ser una gran potencia y tener el deber de actuar con fuerza para construir un mundo a imagen de E. U.”. Este mismo Cheney estuvo en el grupo Hally Burton Oil. El jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld en la Petrolera Occidental e integró el directorio de Chevron.
Y ya podemos prepararnos porque Henry Cabot Lodge afirmó: “En el siglo XIX ningún pueblo igualó nuestras conquistas, nuestra colonización y nuestra expansión y ahora nadie nos detendrá”.
Para terminar Roberto Andrade y yo les recordamos que Donald Rumsfeld dijo, citando la frase de Al Capone: Se consigue más con una palabra amable y un revólver que sólo con una palabra amable.
El Papa Juan Pablo II el Domingo de Pascua dijo, obviamente refiriéndose a E. U., “Que no sólo hay países que matan y hieren a la población civil, a los soldados enemigos y a los propios, sino que lo hacen en nombre de Dios...”.