Aunque el presidente Fox sugirió que habría estabilidad en su gabinete, cuando dijo que contrata para seis años, antes de llegar a la mitad de ese término ha aceptado la renuncia de ya cuatro integrantes de su gabinete, la cuarta parte del total y acaba de designar a su cuarto vocero.
En menos de siete meses, Fox sustituyó a sus iniciales secretarios de Relaciones Exteriores, Economía, Reforma Agraria, Contraloría y Desarrollo Administrativo, y Turismo. Ayer se formalizó la renuncia de Leticia Navarro a esa última cartera y el nombramiento en su lugar de Rodolfo Elizondo, que al fin entra al gabinete como se suponía que iba a ocurrir desde el comienzo del gobierno.
Elizondo es un político profesional desde hace veinte años, cuando ingresó al PAN y se apartó de los productivos negocios familiares que encabezaba. Luego de gobernar la ciudad de Durango, donde nació, buscó en dos oportunidades llegar al poder ejecutivo del estado sin acercarse siquiera a alcanzarlo. Fue diputado junto con Fox en 1988 y desde entonces ambos mantienen una relación personal y política estrecha. Elizondo fue el coordinador de la campaña del 2000 y fue encargado por su amigo, el Presidente electo, de recibir junto con Santiago Creel los asuntos referidos a la política interior. En vez de ser secretario de Gobernación, como lo fue su compañero en esa labor, se le relegó a una de las varias oficinas creadas por el nuevo gobierno para despachar desde Los Pinos asuntos de interés específico del Presidente, en este caso la Alianza Ciudadana. La vaguedad de las funciones de ese despacho se evidenció cuando Elizondo fue relevado de esa tarea sin que se formalizara el nombramiento de un sucesor.
Era notorio, sin embargo, que Fox contaba con Elizondo, más allá de la denominación formal de su cargo, como una cercana persona de confianza, a quien encargó ser su vocero, para remediar los dislates de Francisco Ortiz, el segundo responsable de esa función, designado luego de que al casarse con ella el Presidente prescindió de su primera vocera.
Para cierta política palaciega, la importancia de un cargo deriva de su cercanía con el Presidente y no de la relevancia de las funciones en sí. El ascenso de Elizondo a una secretaría de Estado y precisamente a la que regula la actividad que junto con las remisiones de los migrantes en Estados Unidos y las exportaciones de crudo proveen a la economía mexicana el mayor caudal de divisas, debería ser tenido como la recompensa presidencial a quien le ha mostrado lealtad incondicional. Al mismo tiempo, de perseverar el duranguense en su propósito de ir en pos de la gubernatura de su estado, ser miembro del gabinete aumenta las posibilidades de conseguirlo. Y eso no obstante, el entorno de Elizondo se empeña en presentar su promoción como lo contrario, como una remoción en beneficio de un pequeño círculo que domina al Presidente en Los Pinos.
Si eso es así, no concierne abordarlo a quienes esperan que la política sea algo más que chismerío aldeano. Lo que importa, al dejar Elizondo su cargo cercano al Presidente, es la decisión de crear una poderosa oficina en Los Pinos, responsable al mismo tiempo de la secretaría particular y de la comunicación. En el antiguo régimen se produjo ya un antecedente, cuando Humberto Romero realizaba para el presidente López Mateos esas funciones. Y secretarios particulares ha habido con poder político que los conducía a mantener la relación de sus jefes con los medios de información. Pero sólo ahora se formaliza la fusión de esas áreas: El propio Fox anunció su decisión de “ajustar la estructura de las oficinas de la Presidencia de la República, a fin de dotarlas de mayor funcionalidad y eficacia para la segunda etapa de mi gobierno. Así, toda la estructura y funciones del área de comunicación social quedan integradas a la secretaría particular. Con ello, a las tareas que ya viene desempeñando Alfonso Durazo se sumarán las de Coordinador general de Comunicación Social y vocero de la Presidencia”.
Durazo no es un novato en los menesteres de que se ocupará. En realidad en esas áreas comenzó su carrera pública: como subdirector de Televisión en Gobernación (1979), subdirector de Difusión en la SPP (1982) y director de Comunicación Social en el CREA, de 1983 a 1984. Todavía diez años después, durante la breve estancia de Esteban Moctezuma en Bucareli, Durazo fue su director general de Comunicación Social. Pero no son sus aptitudes técnicas en este ramo las que explican su nueva posición. Se trata, por un lado, de un nuevo intento presidencial de organizar la Comunicación Social. Encargó a Durazo, son sus palabras, que “refuerce la coordinación de las direcciones de comunicación de toda la administración pública federal y de cada una de sus secretarías y dependencias”. Tal coordinación debe realizarla, conforme a la ley, la secretaría de Gobernación y más de una vez un propósito presidencial semejante se ha frustrado porque la creación de dos polos de influencia en esta materia degeneró en dispendio y choques internos. Sabremos si la instrucción presidencial a Durazo supone un reproche a Bucareli o un afán de que la emulación mejore las funciones.
Durazo fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio, quien le brindó confianza política como la que desde hace tres años le dispensa Fox. Es que, como lo dijo el propio Presidente, Durazo hace su trabajo “con visión de Estado, sentido institucional y compromiso con el cambio democrático”.