(Tercera y última parte)
La vida es fugaz, impermanencia es un concepto que no perdona, los ciclos deben cerrarse para así darle cabida a otras cosas. Hoy llegamos al final de la aventura, una sarcástica y divertida reflexión que espero nos haya hecho reír, pensar, aligerar cargas -eso sí- estimo como un deber fundamental concluir fuerte para nunca olvidar-. Tocamos fibras de extrema sensibilidad en el ser humano pues muy importante, tan necesario como el mismo aire es afrontar todo sin correr. Ya lo dijo alguna vez un santo y así conduzco mis días: “la verdad nos hará libres”.
A los treinta y cinco años se casa Su Alteza Real el Príncipe de Asturias con la periodista Letizia Ortiz. Confieso que televisión casi no tengo tiempo de ver –prefiero una buena película- pero a últimas fechas estoy pegado al canal español siguiendo con detalle un magno acontecimiento que al mundo entero ha tomado por sorpresa. Es increíble la manera en la que los futuros Reyes de España burlaron a los “paparazzi” y mantuvieron en la más absoluta secrecía una relación que se estima duró casi un año. Cuando hicieron pública su decisión se veían enamorados, dispuestos a enfrentar los enormes deberes y responsabilidades que conlleva representar la conciencia, el espíritu español, ese concepto hondo llamado patria.
Letizia es moderna, guapa, inteligente, viste espléndidamente y su historia de vida es admirable. Sola forjó su camino, concibe con entereza los acontecimientos que se le van presentando y su visión acerca de la realidad se nutre directamente de esa maravillosa profesión llamada periodismo, la cual bien enfocada nos liga a un mundo cruel, injusto pero esperanzador y fantástico. ¿Que es divorciada? ¿Eso le quita valor como persona, autoridad moral? ¿Merma y demerita su condición de mujer? ¡Absolutamente falso! Al contrario, lo anterior pone en evidencia que estamos en pleno derecho de equivocarnos: dar por terminado un matrimonio que a nada llevaba siempre es triste pero a fin de cuentas pretender, continuar algo que no sirve, hacer como que nada pasa en mi punto de vista es traicionar tus principios.
Muchos matrimonios “aguantan vara” por no afectar a sus hijos y en dicho caso es respetable tal posición, sin embargo jamás olvidemos que Doña Letizia no tiene vástagos qué atender y sí en cambio un futuro espero feliz y pleno. La monarquía española es estupenda, acorde a una modernidad hastiada de seres acartonados como el caso de la Reina Isabel de Inglaterra y una familia decadente, de doble moral.
¿Y el vivir en unión libre? ¿Qué derecho tenemos para condenarlo? En Europa muchas parejas lo hacen con la mayor naturalidad, en México comienza a verse con frecuencia pero todavía somos muy mochos, mojigatos, nos aterran los preceptos eclesiásticos pasados de moda que condenan al sexo fuera del matrimonio, a los curas medievales adeptos a decirnos: “arderá tu alma en el infierno si tienes relaciones antes del sacramento”. ¡Cada quién su vida demonios! ¿A poco una pareja que ronda los cuarenta años y comienza una relación debe andar de “manita sudada”? ¿Por qué al hombre se le aplaude con base al número de mujeres que lleva a la cama y a la mujer se le condena cual prostituta? Al fin y al cabo somos seres sexuales con deseos, eso sí; a los jóvenes mucha responsabilidad y madurez: si te entregas hazlo plenamente convencido y si puedes enamorado; a los que quieran permanecer vírgenes también amplias felicidades pues sigue siendo un precepto importantísimo, la castidad y el control también fortifican el espíritu. El valor de una mujer jamás debería radicar en si es virgen o no, eso de plano es una absoluta, total estupidez, vil tontería.
Olvidemos juicios y calificativos, nunca nos convirtamos en jueces del prójimo, tiremos a la basura el chisme pues un comentario mal enfocado puede destruir la reputación de una persona para siempre. Con la lengua podemos hacer un daño enorme, además la mayoría de las ocasiones no conocemos la circunstancia del otro. Mírate de frente, mide con la misma vara con la cual mides a los demás y ahí cambia la cosa ¿verdad?
Cada quién debe construir su vida acorde a sus propios postulados. El respeto al derecho ajeno es la paz solía aseverar de forma sabia Benito Juárez y eso nunca debemos pasarlo por alto. Yo, ya hablando en plata sí tengo enormes deseos de formar una familia, ver a mis hijos crecer, ponerles los pies sobre la tierra, inculcarles la sencillez aunque quizá duerman en cunas de oro, que se involucren en los procesos de México, siempre tiendan la mano al desfavorecido. Busco que con la misma pasión se coman un mole en el mercado de Oaxaca al igual que saboreen un faisán en el más caro y lujoso restaurante, tengan amigos verdaderos, crean con fervor en lo que piensen, le tiren al éxito entendiéndolo no como millones en el banco sino a partir de los amigos que cosechen, los valores que persigan, el profundo enamoramiento hacia la profesión escogida y en qué forma los recordará la gente el día que ya no estén.
Casados, solteros, en concubinato o solos: finalmente plenos.
En eso creo y punto. Platicamos rico y sabroso el próximo jueves.
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