México tiene una Constitución como norma a seguir, de la cual depende la armonía y la paz. Sin embargo, la falsa interpretación de lo que significa la palabra democracia, que todos conciben como libertad, justicia igualitaria en el derecho, con un Gobierno elegido por el pueblo, es ahora la bandera de tendencias ideológicas exóticas, de tipo político o doctrinales y religiosas, con un derecho adjudicado erróneamente, para hacer del libre albedrío el libertinaje que concluye en beneficio propio y egoísta, en una lucha por el poder, pero jamás a favor del pueblo. Con ello, se vislumbran alternativas de aplicar la política en toda la extensión de su significado, mientras el país va en retroceso en todos aspectos y más, respecto al de la globalización mundial y el neoliberalismo, que enarbola la extrema izquierda.
Por su parte el clero, que ahora interviene hasta en los asuntos del Estado, expone la susceptibilidad de un estallido social como están las cosas y sin embargo, no ha sido capaz de intervenir en el combate o mitigación de la pobreza en ninguna forma, aún sabiendo que existen más de la mitad de mexicanos en ese estado.
En el repaso general de la situación, se perciben realidades negativas, que con sólo intenciones no se corrigen y son tantas las anomalías, que ello requiere una reflexión para salvar al país del desorden.
No existe producción real, aumenta el desempleo, se fugan los capitales a China y Centroamérica y nadie quiere invertir, muy a pesar de las visitas o paseos por otros países, con firmas de tratados o convenios que en nada favorecen, porque estamos al margen de la competitividad. No existe tampoco el estímulo a la creatividad y a la habilidad que tienen los mexicanos, con verdadero apoyo a la pequeña y mediana industria y un mejor control de calidad de los productos. ¿Cómo puede haber entonces un intercambio comercial, que más que mejorar el estado económico da al traste con la pobre producción nacional, en una competencia desigual?
El resultado es evidente con el cierre de empresas, industrias que se fugan, la ausencia de capitales extranjeros, el aumento del desempleo, con los consiguientes problemas sociales. El combate a la corrupción ha sido imposible, así como también el ejercer la transparencia. Prevalece la drogadicción y el narcomenudeo hasta en las escuelas primarias, asunto al que no se le ha puesto remedio porque falta además el apoyo en el seno familiar.
La producción en el campo es deficiente por la falta de asistencia económica, repito, en virtud de que la mayor parte del presupuesto nacional en ese rubro, se queda en el Distrito Federal y sólo un 20 por ciento va al agro nacional, cosa inaudita.
Para el colmo de los males y como una realidad, se habla de políticas de austeridad, de reformas fiscales, propuestas de reducción presupuestal y agregar el IVA a las medicinas, alimentos y libros, mientras perseveran los aumentos a los fabulosos sueldos de los ex presidentes, presidentes, secretarios, embajadores, gobernadores, miembros del Congreso de la Unión y la burocracia entre otros, con viáticos y el bono decembrino.
Esto, además de una iniquidad, es otra bofetada al pueblo, pues la mayoría siente que la piel del vientre se le pega a la espina dorsal, por el estómago vacío. Crece el comercio informal, los robos y secuestros, la drogadicción. Están pendientes las resoluciones a las peticiones de reformas constitucionales, del presupuesto fiscal nacional, como se dijo, lo que hace que se presenten las megamarchas como una muestra de la inconformidad existente, por lo que ahora los nuevos diputados y la Cámara Alta, deben analizar y determinar justamente estos asuntos.
Respecto a la situación de La Laguna (zona conurbada), se vislumbran movimientos prematuros de tipo político, tanto de un lado como del otro, como es el caso de la presencia de protagónicos en el lecho seco del río Nazas, para establecer el Día del Agua en la Laguna, el pasado 14 de noviembre, por el gobernador de Coahuila. Los actores son políticos que mueven el pandero para el futuro 2006 y algunos más, quieren continuar pegados a la ubre. Jamás hablan de realidades, de que el acuífero se agota, el que hay que evaluar para conocer cuánta agua nos queda, por cuánto tiempo y conocer su calidad. Todo fue un acto con la presencia de los que más explotan las aguas subterráneas. Su vista jamás se extendió a toda la zona conurbada de Coahuila y Durango y su futuro.
Hay colonias –eso nadie lo puede negar- que no tienen agua para beber, les falta urbanismo, escuelas e higiene y carecen de seguridad pública.
La contemplación de la realidad cuenta con el soslayo y el disimulo de las autoridades gubernamentales en sus tres niveles, quienes no desconocen la escasez progresiva de agua en La Laguna y todavía así, se quieren llevar el recurso para Saltillo. La Comisión Nacional del Agua, ha manifestado que nuestro acuífero principal, tiene una deficiencia de 180 millones de metros cúbicos y poca recarga. Todavía continúa el fenómeno de usar el agua que se alumbra del subsuelo en menesteres agropecuarios, cuando debe ser, por seguridad nacional, para el consumo humano prioritariamente, según la Ley.
Continúa el silencio sobre el relleno sanitario privado de Promotora Ambiental S.A. de Matamoros, Coahuila, donde se vierten desechos inclasificados, con riesgo de contaminar la poca agua que tienen los acuíferos regionales. Falta la solución al vertimiento de aguas residuales en el lecho seco del río Nazas a nivel del ejido Las Huertas y el certificado de garantía de la impermeabilidad de los suelos de los ocho módulos de la planta tratadora de aguas residuales de Torreón, así como también el de la planta tratadora de Gómez Palacio. Lerdo carece de su propia planta. Ciudad Juárez, Durango, está sufriendo impactos ambientales por la termoeléctrica Guadalupe Victoria y toda La Laguna sufre de la contaminación atmosférica, por falta de voluntad política y no somos capaces de conservar nuestros recursos naturales.
Ante estas realidades, el futuro regional es incierto, mientras el país navega sin rumbo y el mundo está convulso.