La celebración del Día Internacional de la Mujer es ocasión pertinente para recordar el saludable objetivo asumido por la sociedad humana moderna, en el sentido de generar las oportunidades que hagan de la igualdad una realidad. Lo anterior porque la vieja disputa que negaba a las mujeres su condición igualitaria ha quedado atrás y sin embargo, del discurso al hecho queda un largo camino por hacer sobre la marcha.
Como parte de la historia han quedado las epopeyas de las mujeres del pasado, que lucharon por obtener el respeto a su dignidad y el reconocimiento a sus derechos. Sin embargo, en el mundo de la globalidad que coloca en un mismo plano temporal a sociedades de muy diversos niveles culturales, se advierte que aún en las comunidades que se precian de ser modernas la desigualdad se practica y de hecho permanece.
Aun en los roles tradicionales de madre o esposa la mujer sigue a la zaga del varón y no faltan ejemplos en los que en el caso de que una de ellas destaque en la vida pública con motivo de su relación de pareja, se critique su protagonismo. En estos casos, suele ocurrir que se cuestione abiertamente su ingerencia en la comunidad y se le pretenda confinar a la vida doméstica, con lo que la realidad niega al discurso.
Formas de comportamiento ocasional o sistemático que inciden en el mal trato y hasta la violencia ejercida en perjuicio de las mujeres en su condición específica, dentro y fuera del hogar, claman justicia a lo ancho y largo del orbe. Que sea el día de hoy la oportunidad para reflexionar sobre el particular y sobre todo, para asumir compromisos que transformen de una vez por todas nuestra realidad humana.