Vicente Fox dice sentirse “ofendido” a partir de las declaraciones del representante de México ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Adolfo Aguilar Zinser. Esto provoca como consecuencia inmediata la dimisión del embajador y una misiva abierta al Presidente donde cuestiona directo, sin tapujos, la actitud del Ejecutivo Federal. Dichos eventos ponen bajo lupa la manera en que se han venido manejando las relaciones exteriores desde hace tres años, también sugiere revisar un pretérito de “estira-afloja” y no necesariamente circunscribirnos al caso Estados Unidos, aunque dicho sea, es quizá el punto medular del embrollo en el que estamos metidos de nueva cuenta.
Reitero lo que escribí el jueves: Fox se agarró del primer pretextito para sacarlo de la jugada. Además de que en un foro universitario existe el libre derecho de cátedra, aquello que realmente molestaba al gobierno era un embajador cuyos independientes, francos y muy sagaces movimientos no coincidían. ¿Dónde quedan los preceptos, la línea institucional? ¿Qué tan válido es hablar a título personal, como representante extranjero de manera brusca? ¿Necesitaríamos reconsiderar la diplomacia y sus procesos a fondo?
En tiempos del PRI se seguían al pie de la letra los postulados contenidos en la Doctrina Estrada: libre autodeterminación de los pueblos, jamás intervenir y meter mano en asuntos fuera de nuestra competencia y en la medida de lo posible coadyuvar para con ello lograr un entorno internacional equilibrado, más equitativo y de diálogo constante. Si hablamos de Cuba afirmo que Ernesto Zedillo comienza a perder interés, deja a un lado una relación fundamental: por más dictador que Fidel Castro fuese, nuestro apoyo decisivo hacia la isla constituía un orgullo pues era clara efigie de estar con el débil muy a pesar de la abierta oposición de nuestros vecinos, confería cierta dignidad. Eso sí, en tiempos del último presidente tricolor jamás se llegó a los extremos que a continuación reseño.
Fox al mando y Jorge Castañeda despachando en la Cancillería. El otrora secretario de plano brillante en el ámbito intelectual, profundo conocedor de la geopolítica pero al final terriblemente arrogante. Pone los ojos hacia el norte, apuesta todo a la relación con los norteamericanos, termina por olvidar a Cuba desdeñándola muy a pesar de que en sus años mozos era un abierto comunista cuya ideología tenía grandes puntos de coincidencia con la revolución de Castro y el Che. Llega tan famosa cumbre y a nuestro bien intencionado Fox se lo “chamaquea” el comandante, graba una conversación que queda en los anales de la historia como prueba del maquiavelismo, toda la astucia de Fidel y cierta arrogancia en el guanajuatense, quien se da el lujo de decirle “comes y te vas” sin la menor autoridad moral, nuevamente poniendo en claro que la intención ulterior era hacerse “brother” de Bush. Vicente Fox les mintió a los mexicanos y le reviraron la jugada. ¿Se vale ahora sienta tanta indignación ante la verdad pronunciada por Aguilar cuando en muchas ocasiones él la omite?
El Presidente de la República de plano vive una realidad paralela plagada de contradicciones, medias tintas y claramente existe la generalizada percepción de que está fatigado, hastiado de gobernar. Excelente candidato con dudosa visión de Estado y el garrafal error de dejarse presionar por Castañeda con el objeto de entrar al Consejo de Seguridad. Se aplaude el voto en contra a la guerra de Iraq, amplia condena a la mayoría de las giras: millones del erario destinados a promover paraísos inexistentes, lógica falta el pretender entablar relaciones con países frente a los cuales nada hay en común.
Aguilar Zinser es condenado por decir la verdad lógica con la que todos estamos de acuerdo: somos y seguiremos siendo “el patio trasero” de Estados Unidos. Dejemos atrás tiempos donde la concepción de lo que debería ser un diplomático radicaba en cerrar el pico y voltear para otro lado, o en dado caso, utilizar un lenguaje barroco y rebuscado incapaz de llegar al meollo, centro medular de los asuntos. El nuevo entorno exige hablar de frente, con las armas en la mano haciendo uso de la razón. Prefiero un embajador revoltoso con la capacidad de expresarse libremente a un mandatario que huye, esconde la cabeza y pareciese carece de la claridad mental para sostener sus postulados a capa y espada sin estar cambiando de opinión a cada rato.
A mí y a la mayoría del país no nos ofenden las declaraciones de Aguilar Zinser pues constituyen una situación que venimos padeciendo desde siempre. Urge entrarle con todo a los asuntos. Andrés Manuel López Obrador –con tantos defectos y virtudes- es popular gracias a que no tiene pelos en la lengua, dice con certeza lo que piensa y nadie le amarra las manos, ante ninguno se postra. Vicente Fox se autogolea, degrada la Investidura Presidencial al buscar afanosamente entrevistarse, tiempo de charla con Bush. Cierto, urge revisar la situación de nuestros migrantes, a pesar de ello caigamos en el entendimiento de que el gobierno norteamericano no tendrá a dentro de sus prioridades a nuestro país a menos que la reelección –ya está sucediendo- se vea amenazada y en determinado momento se necesite el apoyo del voto latino, el cual, en corto, es demasiado relevante como para olvidarlo.
Doble moral en las relaciones. Ejemplo claro como el agua el del payaso de circo, el terminador californiano que primero se erige como defensor de migrantes y ya ganada la elección empieza a ponerles trabas. Los norteamericanos nunca han dado paso sin guarache y parece cada paso dado por este gobierno acaba por convertirse en un absoluto madrazo.
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