Lerdo

Reflejo de la realidad| Ya no es como antes

Las ventas en el mercado Donato Guerra caen hasta en un 80 por ciento

Lerdo, Dgo.- Sólo faltan 20 minutos para las doce del día y Enrique Garza no puede hacer aún la primera cruz en agradecimiento. Bárbara Cortés enseña 20 pesos: es la única ganancia. Las ventas de los locatarios del mercado Donato Guerra han caído en un 80 por ciento.

Bacilia López Arellano se queja: desde enero invirtió su único capital para comprar ropa y revenderla, pero los meses siguen pasando y no logra recuperar su dinero. Las vestimentas siguen colgadas en los ganchos.

“Nos está yendo muy mal, no hay nada de ventas, tengo ya varios meses tratando de sacar esa ropa aunque sea fiada y nada, la gente no tiene dinero para comprar, no puedo darla muy cara porque no, menos se vendería”.

La nostalgia se hace presente. Bacilia asegura que los tiempos no son los mismos de antes. Hace años la ropa se vendía casi el mismo día en que la sacaba de las bolsas. “Cuando voy a comprar mi mercancía a Villa Hidalgo son dos días de camino, dos días sin poder dormir y ya no tiene caso”.

Para todos los locatarios, han sido meses muy difíciles, incluso la mayoría ya limita su presupuesto para la casa y se privan de muchas cosas. “Casi todos los vendedores somos muy viejos y ya no podemos hacer otra cosa, no nos queda más remedio que aguantar”.

Enrique Garza no ha podido hacer la primera cruz del día en agradecimiento por las ventas. Asegura que han caído en un 80 por ciento a consecuencia de la falta de empleo y la nula circulación de dinero en el país.

“Antes con las maquilas de perdido nos defendíamos pero ahora despiden hasta 500 personas en un día, así la gente nunca va a tener dinero para comprarnos, pero aquí vamos a seguir hasta que el cuerpo aguante porque no nos queda de otra”.

Es urgente, considera Enrique Garza, que el Gobierno Federal arregle esta situación porque de lo contrario la crisis seguirá y por ende las ventas también irán a la baja. “Nosotros estamos viejos, no podemos trabajar en otro lugar, le ven a uno todas las arrugas y ya no nos contratan”.

Antes, dice, cuando las cosechas de algodón dejaban buenas ganancias a los vendedores también les iba bien, incluso abrían los locales desde las cinco de la mañana y ya había clientes, ahora comienzan a trabajar a las diez de la mañana o más tarde.

Son las doce del día y doña Bárbara sólo ha logrado vender 20 pesos. “Mire no le miento”, dice mientras enseña dos monedas de diez pesos cada una. “Está muy mal, eso es todo lo del día, así cómo le vamos a hacer para enfrentar los compromisos de dinero que ya tenemos”.

El problema, agrega, es que algunos de los locales del mercado Donato Guerra están mal ubicados y la gente menos pasa por ahí a ver la mercancía. Bárbara vende ropa usada, pero dice que desde hace meses sólo deja pasar el tiempo mirando las caras de las personas.

“No más eso hacemos, volteamos para un lado y luego para el otro. Hay muchos de aquí que tienen hijos que les ayudan a mantenerse, pero en mi caso sólo tengo a mi esposo y ya estamos muy viejos, otros de perdido tienen algo de dinero seguro cada semana”.

Y añade: “dice el presidente Fox que nos pongamos a vender elotes o gorditas, pero yo ya ni puedo caminar, así cómo le hago”.

El caos

Y mientras los locatarios del mercado Donato Guerra se quejan por la falta de clientes, en las afueras todo es caos vial y ajetreo: los taxistas se estacionan hasta en doble fila y los peatones se topan con todo tipo de artículos en las banquetas.

La ausencia de agentes de tránsito es notable. Por las avenidas Francisco I. Madero y Francisco Sarabia, el caos vial abarca desde la calle Allende hasta la Cuauhtémoc, justo donde se encuentra ubicado el mercado Donato Guerra y el negocio denominado Sumerka.

Sobre esas arterias los estibadores realizan su trabajo sin importarles siquiera entorpecer la circulación vial o poner en peligro la vida de los peatones, pero no hay ni un agente de tránsito que les levante una infracción o por lo menos una llamada de atención.

Los vendedores ambulantes ocupan las banquetas con todo tipo de mercancía: comida, ropa, accesorios, entre otros. Esto obliga a las personas a caminar por los arroyos vehiculares poniendo en riesgo su integridad física.

Los taxistas también contribuyen al desorden vial: dejan y bajan pasaje a mitad de calle o en donde sea con tal de no estacionarse mientras los usuarios descienden como debe ser, la desesperación del resto de los automovilistas no se hace esperar.

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