RECUERDOS INOLVIDABLES
Para muchos, el Creador, el destino o la Naturaleza, o como ustedes quieran nombrar o inclinarse por el camino señalado al venir a este mundo. En lo que respecta a mi destino, creo que nací para vivir en grandes ciudades en las que hay que convivir, no con cientos, ni miles sino millones de seres.
Creo, según me contaron mis mayores, que a la edad de 3 años empecé a conocer, lo que es el día y la noche y a identificar los objetos de la casa.
A la edad de un año, mis padres (q.e.p.d.) emigraron al Estado de Texas, en la Unión Americana. Vivimos en varias ciudades, donde mi padre trabajó para el ferrocarril, tuvimos de vivienda, casas y hasta carros de ferrocarril. Mis padres, viajaban a San Antonio, Texas para visitar a varios parientes que radicaban en Piedras Negras, Coahuila (1928 a 1932). Como un sueño recuerdo que la primera visita que hicieron mis padres en 1930, a mi pueblo Matamoros, Coahuila, mi ciudad natal, era un rancho grande, de escasos 3 ó 4 mil moradores. Conocí Torreón, era un pueblo de varios miles de habitantes.
El año de 1933, mi madre falleció y desde ese año radicamos en Matamoros. Mi ciudad era casi desolada, en la escuela nos decían que éramos 7 mil habitantes. Mi pueblo no tenía agua, luz ni los servicios más indispensables, pero gozábamos los paseos por los arenales, por las alamedas al margen de los canales, que alguien les dio por llamar “Tajos”.
El año de 1938, me inscribí en la Escuela Pre-Vocacional “18 de Marzo” en Gómez Palacio, Durango. Pasar por Torreón y vivir en Gómez Palacio, eran para mí, convivir en grandes ciudades y cuando visitaba mi pueblo, una vez o dos al mes, veía que ni mejoraba, ni crecía.
A principios del año de 1947, fue mi primer viaje a la capital de México, para entonces, en la publicidad que se hacía de unos cigarros, decían: “2 millones de capitalinos, no pueden estar equivocados”, quizá eran menos o tal vez más, pero sí que era una enorme aglomeración de tanto ser humano. Desde ese entonces me sentí atraído por las granes ciudades. En el año de 1948, residimos en Ciudad Juárez, Chihuahua y tuve la oportunidad de conocer San Diego, Los Ángeles, San Francisco, etc., etc., grandes ciudades, pero acaso se equiparaban con la capital de México de ese entonces.
El año 1967, fue mi primera oportunidad de conocer varias ciudades que se decían ser, las más grandes y pobladas del Mundo. New York, Londres, París y Roma, en realidad, no pude distinguir, cuál sería la “más grande”, aunque yo me inclinaría por Roma, no tanto por ser la más poblada, sino por la aglomeración de sus habitantes, visitantes de pueblos cercanos y el turismo que por miles o millones se reunían en los lugares históricos y atractivos del centro de la ciudad, y que se notaba cuando salía uno de Roma, a los lugares cercanos, que casi estaban desiertos y que las pocas personas que veníamos eran turistas o vecinos cercanos.
New York, Londres y París, eran quizás más pobladas que Roma, pero la circulación en la ciudad eran muy correctos.
Ya han transcurrido 35 años desde esa fecha del año 1967. Ya hemos visitado grandes metrópolis con varios millones de habitantes: El Cairo, Egipto 13 millones, Estambul, Turquía 12 millones, Atenas Grecia, 8 millones, Tokio, Japón, 16 millones, en China y la India, a pesar de ser las naciones más pobladas del planeta Tierra, no hay una ciudad que tenga más de 15 millones, pues es en el campo y las miles de ciudades donde residen.
Aquí en nuestra capital, se dice que somos 20 millones, pero al día, ocurren a laborar en la ciudad, vecinos de 15 ciudades del Estado de México, otros tantos de Hidalgo, Morelos, Veracruz y Guerrero, pero acaso con los que a diario ocurren a la capital, se acerquen a los 20 millones de habitantes que tanto pregonan.
Lo que sí es una realidad, que somos demasiado desordenados y que al igual que en Roma, se aglomeran en la ciudad, miles de vendedores ambulantes y otros miles que buscan oportunidades en los bajos precios de estos ambulantes.
Sea o no, nuestra capital es un gran desorden en su seguridad y los asaltos, robos bancarios y miles de fechorías, nos pone en vergonzoso primer lugar arriba de las grandes ciudades del mundo.
Ahora que entramos al 2003 y que viajamos constantemente fuera de Tlalpan, nuestro hogar en la capital de México, siempre recordamos y añoramos mi pequeño pueblo, donde vivimos los más felices años de nuestra vida, principalmente ahí conocí a mi esposa y a mis primeros amigos de la infancia de los que estoy enterado que han enraizado en mi querido pueblo y de los que se han marchado al reino de los cielos.
Por ahora, los que ahí viven que ya pocos conozco, les deseo mil felicidades, salud y que amen a mi ciudad la... QUE NUNCA OLVIDAREMOS.
Tlalpan fin de año 2002.