¿Degollar o trasquilar?
La voracidad fiscal suele ser mala consejera, porque tiende a eliminar la fuente de ingresos del Estado.
Cuenta Suetonio que el emperador Tiberio se opuso a la sugerencia de varios gobernadores de provincias, que pedían aumentar los impuestos, diciendo que el deber de un buen pastor era trasquilar a las ovejas, no degollarlas.
Tiberio intuía acertadamente que la voracidad fiscal debe tener límites. Siglos más tarde, la celebre ?curva? de Arthur Laffer demostró como, a partir de cierto punto, cualquier aumento en las tasas de impuestos provoca una caída en la recaudación, ya que las tasas más altas actúan como un destabilizador automático que disminuye el producto y por lo tanto la renta que se pretende gravar.
Al contrario, disminuciones significativas en las tasas del impuesto sobre la renta estimulan la producción y, por ende, la recaudación en números absolutos.
Por su parte, James Buchanan ha señalado, que aún con una baja inflación, las tasas progresivas en el impuesto sobre la renta atentan contra el crecimiento de la economía, ya que la tajada de recursos que le quita el Estado a empresas e individuos aumentan mucho más que proporcionalmente respecto del crecimiento que hayan registrado sus ingresos.
Un simple ejemplo aritmético demuestra este hecho. Supongamos que un contribuyente obtuvo una renta bruta de 100 pesos en el año 1993, sobre la cual tributaba a una tasa de ISR de 20 por ciento, por lo tanto le quedaban 80 pesos de ingreso neto. Diez años después, en 2003, su renta bruta ha crecido, sin inflación, al doble: 200 pesos, pero a causa de las tasas progresivas, la tasa a la que debe tributar ahora es de 30 por ciento, por lo tanto le quedan $ 140 de renta neta después de impuestos. Su ingreso neto ha crecido 75 por ciento, ¡Pero lo que le quita el fisco ha crecido 200 por ciento en el mismo periodo!
Es obvio que esto ya NO es trasquilar a las ovejas, como decía el emperador Tiberio, sino degollarlas paulatinamente.
Es obvio que esta expropiación es totalmente injusta y atenta contra el crecimiento económico, porque incrementa exponencialmente los incentivos al ocio y a la evasión en detrimento de los incentivos al trabajo.
La única forma de evitar este atentado contra los derechos de propiedad ?implícito en las tasas progresivas-, es la tasa plana o pareja (flat) en los impuestos.
Con los mismos datos del ejemplo suponiendo una tasa pareja o plana el contribuyente registra el mismo crecimiento proporcional en sus rentas netas que el que ha logrado en sus rentas brutas durante diez años de trabajo, y el fisco obtiene exactamente el mismo crecimiento real que se ha dado en la renta durante esa década: 100 por ciento.
A esto se refiere la Constitución cuando habla de que los impuestos deben ser proporcionales. Las tasas progresivas no sólo son un robo disfrazado y un atentado contra los derechos de propiedad de los trabajadores y de las empresas, son también contrarias a la Constitución.
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