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Refugio de la tercera edad

La Casa del Anciano Doctor Samuel Silva tiene una población actual de 110 personas

TORREÓN, COAH.- “Nadie llega a este mundo solo, pero hay momentos en la vida que se nos va la gente, ya sea porque se nos mueren o simplemente se alejan de nosotros”.

La Casa del Anciano Doctor Samuel Silva, de esta ciudad, tiene 47 años de alojar a personas mayores desamparadas. Su capacidad es de 125 personas; sin embargo, actualmente cuenta con 110, entre hombres y mujeres que son atendidos en sus necesidades básicas de alimentación, salud, vestido, pero sobre todo en el aspecto afectivo.

Quien desea ingresar debe cumplir ciertas características, como por ejemplo, ser de escasos recursos. Para ello, una trabajadora social acude a investigar el caso específico; además deben ser mayores de 65 años, así como estar libres de enfermedades contagiosas.

Una vez cubierto lo anterior, son canalizados a una entrevista, además de ofrecerles un recorrido por la casa, y por último, el médico de base platica con ellos para dar paso a su ingreso.

El reglamento interno

Todos los ancianitos deben cumplir un accesible reglamento, ya que no tienen horarios estrictos para realizar sus actividades; pueden levantarse y volver a la cama a la hora que deseen. Ellos no son de mucho dormir, según comentó la madre superiora, Sor María Elena Bortolini Zago, y varía en cada persona, “a veces se levantan antes que nosotras, otras veces ni siquiera lo intentan, porque desean seguir en la cama un rato más.

Los que desean presenciar la misa deben levantarse antes de las ocho porque ésta comienza muy puntual, aunque algunos prefieren andar deambulando por la casa desde las cinco de la mañana.

Después de la eucaristía acuden al comedor para desayunar; terminando, algunos colaboran con las labores, desde recoger hasta limpiar, otros a tender la ropa y posteriormente comienzan las actividades con las voluntarias’’.

La casa está distribuida en varios departamentos, y cada monja se encarga de atender uno de ellos. Éstos son: una capilla, dos áreas para uso exclusivo de hombres, y dos para mujeres, dos habitaciones de enfermería, una cocina y una ropería.

Bajo los cuidados de estos viejecitos se encuentran ocho religiosas: Sor Josefa, Sor Juana, Sor Trinidad, Sor Piedad, Sor Elizabeth, Sor Esmeralda, Sor Rosario y Sor Victoria, y la madre superiora o directora, Sor María Elena, originaria de Puebla, a quien la caracteriza su peculiar acento.

La responsable de la institución tiene apenas seis meses de estancia, pertenece a la Congregación de “Hermanitas de los Ancianos Desamparados”, la cual cuenta con diez casas distribuidas en las regiones de Durango, Guadalajara, México, Orizaba, Mérida, Sinaloa, Celaya y Torreón.

Antes de venir a esta ciudad, la superiora asistía en la casa en Durango, donde radicó por dos años y medio, y tiempo atrás permaneció por 20 años en España y Puerto Rico.

“El tiempo de permanencia de una madre superiora debe ser como mínimo tres años y máximo seis, contrario a las hermanas, que pueden quedarse muchos más en una sola casa. Aquí en Torreón algunas ya tienen más de 20 años”, explicó Sor María Elena.

Hay que tener espíritu de servicio

Para brindar este tipo de ayuda, sobre todo a los indigentes, se requiere tener un espíritu de servicio. “Nosotras tenemos la vocación que Dios nos ha dado, eso no es algo que se escoge. El servicio de salud está a cargo de médicos que hacen su apostolado; hay algunos que tienen muchos años en la casa y son muy jóvenes, reconocemos su gran labor, pero sobre todo su servicio humano”.

Si alguno de los ancianos cuenta con el servicio médico del Seguro Social, éste se comparte para hacer menor el gasto en medicamentos, pues es en lo que más se gasta, además de la manutención de la casa, porque sólo cuentan con donativos y no con subsidios.

Todos los días, por la mañana, de nueve a doce, y por la tarde, de cuatro a siete, es uno de los momentos más esperados para los ancianitos, ya que es la hora en que pueden recibir a sus seres queridos; sin embargo, la mayoría de ellos ya no gozan de este privilegio, tal vez porque ya son los únicos sobrevivientes, o simplemente por convertirse en un simple recuerdo en la memoria de sus familiares.

A la casa acuden algunos estudiantes en plan de servicio social. Ellos conviven con los viejitos y les aplican juegos como dominó y ajedrez. Además del grupo establecido de voluntarias, también acuden señoras que, en lugar de quedarse en sus hogares, prefieren regalarles un momento de atención y cariño a los ancianos.

Este lugar es reconocido ya como una institución propia de Torreón. Su proceso de desarrollo está muy adelantado, “ello se lo debemos a los laguneros que son personas muy espléndidas, les agradecemos sobre todo su gran calidad humana. Hoy son nuestros ancianos, quizás mañana seamos nosotros, su cuidado es obligación de todos, pero la responsabilidad es sólo de algunos.

Hagamos el bien, no por cubrir una necesidad personal, sino por el gusto de hacerlo, yo sé que eso cuesta mucho, pero la satisfacción que se obtiene es muy grande”, concluyó la madre superiora.

Las tareas recaudatorias

La Casa del Anciano cuenta con un grupo de voluntarias, integrado por 12 personas, que brindan sus servicios en las distintas áreas y necesidades de la misma.

Hace 23 años, surge la idea de realizar un bazar de artículos usados con el fin de recabar fondos para su manutención, así que dos veces por año, este grupo, encabezado actualmente por la señora Elvira de Herrera, se organiza para poner a la venta todo lo que se recabó gracias a la generosidad de la gente.

“Yo tengo tres años en esto, y se trata de solicitar a las personas su ayuda, mediante la donación de artículos en buenas condiciones, pero que ya no utilizan, como ropa, muebles, y otros artículos. Desde entonces, cada año ha ido incrementando, ahora nos mandan lavadoras, estufas, y otro tipo de muebles, a los cuales aún se les puede dar un buen uso’’, explicó Elvira de Herrera.

Entre todas seleccionan y marcan la ropa. “Tenemos mucho cuidado en esto, es un trabajo muy pesado, pero muy bonito, porque sabemos que estamos dando nuestro tiempo, el cual es muy valioso para la casa. Nos dividimos por áreas, dos personas se dedican a seleccionar la ropa, otras lo que son zapatos, unas más, las bolsas y otras los muebles; al final de los seis meses nos juntamos para ver cuánta mercancía tenemos, y por último nos organizamos para realizar la venta total”.

Lo que no se vendió o que no va a tener un uso específico, se dona a otras instituciones de beneficencia o bien entre la gente de los ejidos; también se envía al Cereso o a casas de niños con las mismas o mayores carencias.

En este caso, el bazar de la temporada de Verano se realizó los días primero, dos, tres y cuatro de mayo. “Estamos muy agradecidas con la gente que coopera, antes hacíamos el bazar en dos días, esta vez lo hicimos en cuatro, lo cual quiere decir que tenemos más recepción de cosas, y nos sentimos muy contentos porque la ciudadanía colabora con nosotros”.

Además del bazar, la señora Elvira de Herrera y otras cuatro voluntarias, se encargan de darles terapia ocupacional a las mujeres, los días martes y jueves, de 10:00 a 13:00 horas. Esta actividad consiste en tejer y coser, “eso les ha ayudado mucho en su manera de convivir y lo que ellas elaboran lo colocamos en el bazar en una mesa aparte para venderlo como artesanía. Lo que se obtiene de las ventas se lo entregamos a ellas. Aunque algunas sólo enredan las madejas de estambre, es igualmente valioso que la que teje una blusa, pero eso sí, las que más tejen, ganan más”.

Precisamente impartiendo clases de tejido fue como la señora Elvira llegó a este lugar. “Hace tres años me trajo Ana María Ávila de González, ella ya tiene casi 23 años colaborando aquí, yo le daba clases de tejido y un día me invitó a participar. La verdad estoy fascinada”.

A pesar de sus carencias económicas y de su precaria salud, las ancianitas son muy detallistas. “Siempre tienen presente nuestros cumpleaños y nos traen un regalito, son tan lindas que en ocasiones nos hacen llorar, es un amor en recíproco, y eso ellas lo saben”.

El grupo de voluntarias trabaja con tanto gusto, que le agradecen a Dios el que la casa les haya abierto sus puertas, porque debido a ello han recibido miles de bendiciones.

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