En las orillas de un pueblo de Oaxaca vivía Jorge Martínez, un hombre de condición muy humilde.
Su familia la integraban sus pequeños hijos: Paulina, Azucena, Pedro, Benito y su madre Margarita, ya que su esposa hacía tiempo que había muerto.
Jorge sin oficio alguno, se dedicaba a cargar mercancía en las bodegas del mercado de su pueblo y apenas conseguía lo necesario para sobrevivir.
Se acercaba la Navidad y la gente se dedicaba a comprar los juguetes para sus hijos y hacia los preparativos de la cena de Nochebuena.
En cambio, él sin esperanza alguna veía pasar los días que anteceden a la fecha tan esperada, y una tristeza sentía, cuando llegaba a su humilde hogar y sus hijos le decían que esperaban pronto la Navidad para tener juguetes.
Se retiraba angustiado a refugiarse con su madre, una anciana enferma, comprendiéndole, ella le decía –Ten fe en Dios, Él te va a ayudar ya lo verás.
Un día al salir e su casa rumbo al centro de la ciudad, se encuentra a una señora llorando a grito abierto y le pregunta el porqué de su llanto, contestándole ella -¡He perdido a mi hijo entre la multitud de la gente y no lo encuentro!
Jorge le dice -Yo le ayudo a buscarlo, dígame ¿cómo se llama, cómo es y qué edad tiene? E inmediatamente se lanza a las calles a buscarlo.
Pasó todo el día de un lado a otro y ya al atardecer al fin lo encuentra llorando en el quicio de una puerta, Jorge se acerca y le dice -no tengas miedo yo te llevaré a casa.
Y al entregarlo sano y salvo los papás del niño le dan una buena recompensa, la cual sirvió para que Jorge hiciera felices a sus hijos, llevándoles juguetes y proporcionándoles una buena cena de Navidad.