Las calles de la gran ciudad estaban pletóricas de gente, era un ir y venir por doquier comprando los regalos de Navidad.
Los escaparates exhibían variedad de juguetes, que los niños contemplaban maravillados.
José Ángel exclamaba -yo quiero ese tren que camina a mucha velocidad sobre las vías. Pablo dijo -yo quiero ese avión color plateado para que al volar se deslice sobre las nubes.
Julieta dice -a mí me gusta esta muñeca de vestido color de rosa y rizos de oro-. Mary Tere dijo -yo quiero esa casa de muñecas, la más grande porque dentro de ella ya están los muebles y las camitas para las muñecas.
No lejos de ahí, estaba recargado en una puerta un niño que lloraba en silencio al sentirse tan solo.
José Ángel al verlo, fue hacia él y le preguntó -¿por qué lloras? ¿Cómo te llamas? Entonces él, secándose sus lágrimas con el dorso de su mano, le dice –me llamo Sergio-.
-No tengo casa dónde vivir y fui abandonado desde pequeño por mis padres, duermo aquí y allá, no tengo a nadie más que a este gato llamado Travieso.
José Ángel le tiende su mano diciéndole -no llores, en mí has encontrado un amigo y te invito a mi casa ¡ven vamos ya!-. Y tomándolo del brazo se despidió de los demás.
Al llegar a su casa le dice José Ángel a su mamá –¡traje a un amigo!-. La señora se sorprende y le dice -¿quién es?-, contestándole José Ángel le dice –se llama Sergio y no tiene dónde vivir- pero también le dice -¡por favor mamá se puede quedar con nosotros! Y así será para mí el hermano que nunca tuve-.
La madre responde -esperaremos a tu padre para que él decida-. Al poco rato llega el señor y entre los dos le comentan lo sucedido, y el señor pensando en lo feliz que sería su hijo al tener a un hermano responde -¡Está bien! Estoy de acuerdo y abrazando a los tres exclamó: ¡Ésta será la mejor de las navidades que tendremos!-.