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Relatos| Julio Eduardo, una historia de lucha

Eunice Martínez

Motor de vida

LERDO, DGO.- Se suponía que para esa hora, las nueve de la mañana, la vivienda de Julio Eduardo y su mamá Fide ya debía estar “en movimiento”. Toc toc toc... Toc toc... Toc toc toc... no había señales de vida.

La casa ubicada en la calle Claveles número 132 Pte. de la colonia Jardín, gozaba momentáneamente de la paz de la que ha carecido desde hace dos meses y medio, cuando los médicos le diagnosticaron al pequeño Julio un tumor maligno en el centro del cerebro llamado clínicamente Astrocitoma Pilocítico.

-“Vaaannn”, gritó una voz de mujer. Tres minutos más tarde la puerta se abrió. La luz del sol pegó directamente en la cara de Fidelina. Su espeso cabello negro y chino, apenas podía ser sostenido por una pinza. Con algo de dificultad quitó el candado del portón negro. “Hay disculpe, es que me acabo de levantar, lo que pasa es que el niño no duerme en toda la noche”.

Algunas plantas y un Volkswagen blanco yacían en la cochera. Fide -como le dicen sus vecinas- ya no lo maneja, “no me ha de creer, pero se me olvidó (cómo manejar) con tantas apuraciones”.

Ingresar a esa casa, es introducirse a un torbellino de sentimientos encontrados. Por una parte está Fide, una madre soltera que ha tenido que luchar contra sus propios demonios para sacar adelante “al motor de mi vida: mi hijo”. Es reservada, por momentos parece que las sonrisas ya no forman parte de su rostro, pero sólo es cuestión que vea a su chiquito para que el alma le vuelva al cuerpo y recuerde que tiene una razón muy grande por la que debe luchar.

“Espéreme tantito, el niño ya se despertó”, dice mientras se dirige al cuarto para traerlo a la improvisada sala. La vieja máquina ya quedó en el pasado; el tiempo que Fidelina utilizaba para coser, ahora lo pasa con doctores ó buscando apoyos para conseguir los 150 mil pesos que necesita para que le apliquen radioterapia estereotáxica a Julio Eduardo. Aún no puede creer que su niño nació con el tumor y que apenas hace dos meses y medio lo supo. No quiere entrar mucho en detalles, pues lo último que desea es provocar la lástima de las personas para que de esa manera la ayuden económicamente, “por eso no pedí ayuda en Cáritas, es que exigían grabar un video del niño enfermo para presentarlo en televisión. No quise”.

Todo sucedió rápidamente. Un sábado por la mañana que Julio jugaba en la calle con sus amiguitos, uno de sus ojos se le empezó a ir, también se convulsionó de pie. “Se habían hecho constantes los intensos dolores de cabeza; además el niño dormía mucho. Ese es otro de los síntomas”, guardó silencio un instante “y yo nunca me percaté”, se lamentó mientras se agarraba el rostro con la mano derecha.

Ese mismo sábado al niño le fue hecha una prueba de coordinación y el médico le mandó hacer un encefalograma. El lunes, el médico le dio los resultados “salió que tenía un quistecito grande”.

Para entonces, Julito ya padecía hidrocefalia y necesitaba de urgencia una válvula para que sacara el líquido del cerebro. “Tenía temperaturas muy fuertes, bueno, hasta la fecha. Casi de inmediato le hicieron una cirugía, se puso grave al cuarto día. En un mes ya lleva tres operaciones: la primera para introducirle la válvula, la segunda para cambiársela de emergencia porque esa le estaba fallando y la tercera –que fue el diez de septiembre- para operarle su tumor. El doctor me dijo que lo tiene ubicado en una zona muy peligrosa del cerebro, en el centro de la vida...”

Está en el quiasma óptico, un área muy importante donde se unen los dos nervios ópticos y da lo que es la guía de la visión. Pero aparte de eso, el tumor de Julio tiene una extensión superior que llega a otras áreas centrales del cerebro que controlan la situación hormonal del organismo.

“Cuando lo operaron, si se lo quitaban totalmente iba a quedar invidente, además afectaría muchas cosas como el corazón y el sistema de crecimiento”.

-¿Entonces por eso no se lo extirparon todo, por qué podría perder la vista? “Sí”, dijo secamente. “De todos modos la perdió”.

UN ÁNGEL LLAMADO JULIO

“Mamá, ¿es mi Chabelo?”, -No mi amor, Chabelo lo dan hasta mañana domingo; preguntó Julio Eduardo al escuchar la televisión.

Acababa de despertar, su voz no aparentaba ser la de un niño de tres años con nueve meses de edad, sino la de uno más grande por la claridad y rapidez con la que habla.

Después de haberle cambiado el pañal, Fide regresó a la sala pero esta vez no estaba sola, venía acompañada de un pequeño de tez blanca, con cabello castaño claro y unos hermosos ojos grises.

Como si se tratara de un bebé al que apenas le están enseñando sus primeros pasos, la amorosa madre tomó de las manos a Julio para guiarlo hasta el sillón cubierto con una sábana. Debido a su mal, el niño no coordina sus movimientos y no puede ver; pero aún así su ánimo es inmejorable.

-Pequeña, ¿quién es?

-Una muchacha mi amor.

-¿Y cómo se llama?...

Antes de perder la vista, Julio era un niño muy sociable, platicador, alegre y al que le gustaba mucho cantar. Ahora, es exactamente el mismo.

“Lo ha tomado increíblemente, no llora ni se queja pero casi no duerme porque no distingue cuando es de día y de noche. Por las noches se desespera mucho porque quiere oír ruidos y escuchar los programas que le gustan. Definitivamente él es el que me mueve a hacer todo. Es el motor de mi vida”.

A Fidelina se le parte el corazón cuando Julio le pregunta por qué no prende la luz, pero aún más al cuestionarle ‘cuándo le van a quitar eso’, pero su ánimo se mantiene al ver que su pequeño no pierde la alegría de vivir. Lo mismo canta ‘Papichulo’ que ‘El gusanito’. –Un día, una señora me dijo que no quería entrar a verlo porque se le partía el corazón, pero le dije no señora, pásele, verá como se anima”.

Fidelina confiesa que el niño y ella son totalmente opuestos en cuanto a carácter se refiere. “Cuando íbamos a la tienda saludaba una por una las personas que estaban ahí, había ocasiones en las que me daba pena... a partir de que el niño nació fue que me animé a construir un cuarto y a arreglar el baño, es que antes le teníamos que echar agua. Ya cuando estuvo listo era la novedad y a cada rato me decía ¿me prestas tu baño?, pero lo único que quería era entrar a bajarle”.

Mientras platicaba sobre el triste caso de su niño, la joven madre era constantemente interrumpida por el pequeño; cuando no cantaba, le cuestionaba si ya iban a almorzar ó más aún, le hacía “comentarios” que la sonrojaban.

-“Pequeña, me eché un p...” Se reía Julito graciosamente.

-“Ay mi amor”, le contestaba Fidelina pero siempre de una manera dulce.

-Pequeña, pequeña; papi papi, papi chulooo... (cantaba alegremente).

-Mami, ¿estos son los Simpsons? (le preguntó a su mamá, pues sabía que la camisetita que traía puesta tenía algunos adornos).

-No mi amor, son unos carritos.

Fidelina y Julio viven solos; él se apoya totalmente en su mami, en su pequeña. Ella, cuenta totalmente con el apoyo de Chela, la señora que se lo ha cuidado desde chiquito, pero sobre todo con la “ayuda de Dios”.

LA ESPERANZA

“Mamá, llévame al cuarto”. Fide abandonó por unos instantes la pequeña sala para ir a acostar al niño. Todo quedó en silencio... sí, en ese hogar se respira tristeza pero también mucha esperanza. Cada vez que la joven madre sale de la recámara se encuentra de frente con un aro colgado en la pared. ‘Mira que te mando que te esfuerces y serás valiente. Jos 1-9’. Esa frase la alienta así como el saber que cuenta con el apoyo de mucha gente.

En la mesita de la entrada, los cartones de leche y botes de plástico que algunas vecinas se llevan para recolectar dinero, descansaban momentáneamente. Fide está agradecida con su familia, amigos, vecinos y muchas personas más a quienes ni conoce, pero que están interesados en ayudarla a ella y a su chiquito. En su trabajo pidió un préstamo de 50 mil pesos para el tratamiento que a partir del lunes pasado le están aplicando a Julio en Monterrey; sus vecinas han juntado casi otros 50 mil pesos. “Pero todavía no completo, el tratamiento cuesta 150 mil pesos”.

“En el Seguro ya iban a empezar a darle radiaciones al niño, pero me informé, y me dijeron que en Monterrey hay un tipo de radiación que -al contrario de la que le darían en el IMSS- va dirigida únicamente al tumor y no perjudica tanto otras regiones del niño”; la denominada radioterapia estereotáxica. “Es muy costosa y sé que de todas formas va a perjudicar a mi hijo, pero busco lo que le haga el menor daño posible, “¿tú no harías lo mismo?”.

La radioterapia estereotáxica son radiaciones que van dirigidas exactamente al sitio donde está el tumor; por medio de un aparato coinciden todos los rayos en la lesión y agarran inclusive, la forma de la región tumoral.

Así, sin avisarle a sus conocidos, Fidelina se llevó al niño a Monterrey la mañana del domingo 12 de octubre para que lo trataran en el Hospital Muguerza de la capital regia; lo hizo a sabiendas que todavía no completaba la cifra total del tratamiento. “No me podía esperar a juntarlo, el niño tiene que ser atendido ya. Ahorita lo que más me importa es que mijo se cure”.

Los pronósticos son reservados, Fide está consciente que Julio puede no responder a las radiaciones, incluso no soportarlas, “pero ya no quiero pensar en eso. Serán seis semanas de radioterapia, de lunes a viernes. Todos los días lo van a anestesiar, incluso le van a mandar a hacer una máscara para protegerle su carita”.

José Antonio Candelas Rangel, neurocirujano que lo estuvo atendiendo desde que le encontraron el tumor, asegura que no pueden cantar victoria; “depende de cómo responda a los rayos X. Hay tumores que disminuyen de tamaño, hay otros que no... Hemos tenido pacientes que no se curan, pero otros tienen una respuesta satisfactoria”.

-¿La radioterapia esterotáxica sería lo último a lo que pueden recurrir para curar a Julio? –Sí-.

Ahora, en este instante, la casa de Fide y Julio está vacía. Ambos se encuentran en Monterrey tratando de ganarle la batalla a ese tumor de aproximadamente cinco centímetros.

Fide, con su inmenso amor maternal, continuará siendo los ojos de su niño. Mientras tanto, Julio seguirá cantando, esperando que la luz regrese a él y disfrutando del amor de su “pequeña” por todo el tiempo que le sea posible.

“Recordad siempre que el tiempo es una medida, nunca una evolución. Que lo quehace al hombre evolucionar es moverse con el tiempo, sin quedarse estancado. Seguir adelante, saltar los obstáculos, afrontar lo inevitable o lo que uno desea, eso es evolucionar, eso es vivir.

Quedarse quietos a esperar los sucesos y creer que todo pasa es como esperar ver que el paisaje se mueve en un tren parado. Moveos”. (Iñaki)

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