Me gustaría morir como los músicos, de un infarto: Efrén Valenzuela.
Torreón, Coah.- Y el tiempo se le ha ido en cambiar cuerdas. Sus manos aprendieron a ser pacientes y sensibles porque las guitarras son frágiles y hay que cuidarlas como una mujer. Y como ellas, hablan, ríen y lloran.
Efrén Valenzuela Zamarripa es el único laudista en la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango. Con hilo y prensitas de madera le demostró a su padre que la música y las guitarras son su pasión. Y no se equivocó.
No recuerda qué edad tenía cuando arregló la primera guitarra. Calcula que desde hace 40 años se dedica a esta actividad. Su padre también era laudista y como herencia le dejó todos sus conocimientos y clientes.
Lo que sí recuerda a sus 57 años, son las palabras de desconfianza de su padre cuando le dijo que se dedicaría a arreglar cuerdas y entonar guitarras:
-No vas a poder hijo ¿Cómo vas a comenzar? –le dijo entonces su padre.
La respuesta fue fácil:
-Como usted empezó: con hilos y prensitas de madera.
Efrén dice que una guitarra es delicada y frágil. Hay que tener tacto para poder arreglarla. No cualquiera lo puede hacer.
-Se necesita mucha paciencia. Mucha gente cree que éste es un trabajo ordinario, pero no. Hay que tener paciencia, conocimiento y tacto.
A Efrén le da risa que la gente no conozca el nombre de su profesión: laudista. No se acostumbra a que le digan “reparador de guitarras” o “guitarrero”.
-La gente no sabe que la palabra laudista se derivada del laúd, que es un instrumento musical que al principio tenía cuatro cuerdas hasta que llegó a seis.
Su negocio es único en la región y tiene fama. Se ubica en la confluencia de la calle Múzquiz y avenida Allende. En ocasiones repara guitarras que le traen desde Chihuahua.
A la entrada del local una guitarra sin cuerdas se balancea como un péndulo al tiempo que parece dar la bienvenida. Otras más se encuentran colgadas en las paredes de triplay y de ladrillos.
Sobre el piso de concreto resquebrajado hay decenas de guitarras empolvadas, también hay mandolinas, bajosextos, violines y contrabajos, incluso un pandero.
La penumbra domina el taller, tal vez para que la luz no dañe la madera. Sólo un foco de luz amarilla ilumina el lugar, pero es suficiente para que Efrén encuentre en la estantería sus herramientas para trabajar: taladros, desarmadores, brocas, prensas, poleas, tornillos y diferentes clases de pintura.
Mientras sus amigos platican a la entrada del negocio, Efrén sigue recordando a su padre:
-Él me dio estudio, no quise hacer una carrera porque sabía que seguiría su camino. Desde niño me inculcaron el amor a este trabajo.
Su padre ya murió. Antes de eso le hizo saber a Efrén que estaba muy orgulloso de él. Recuerda que incluso lo presumía con sus amigos:
-Mi hijo ya tiene su taller –les decía a todos.
El resto de los laudistas en la región también murieron:
-Puedo presumir que soy el único, tal vez haya gente que trabaje en esto pero me considero el más profesional.
También sabe hacer cuerdas para toda clase de instrumentos. Es otro de sus fuertes. Sin embargo dice, no se dedica a esa actividad por falta de tiempo y manos. Porque no cualquiera puede ser ayudante de Efrén.
-No tienen paciencia. Cuando le digo a alguno de mis compañeros: ¡A ver ayúdame a lijar esta guitarra! Se aburren. Este es un trabajo delicado donde el aburrimiento no tiene cabida.
Laura –la hija de Efrén- también sabe hacer cuerdas, pero no es laudista. Por eso tiene un sueño: enseñar a adolescentes a reparar guitarras y así cuando él muera, su negoció seguirá vivo.
-Tenía un muy buen aprendiz pero desgraciadamente murió a pesar de ser tan jovencito. Si algún día me pasa algo, se acaba el negocio porque a mi hijo Efrén nada más le gusta la música y Laura ya está casada y sólo sabe entorchar cuerdas.
Lo ideal para él sería enseñar a adolescentes con ganas de aprender y facilidad para trabajar, así para cuando lleguen a ser jóvenes conozcan a la perfección el trabajo.
Según Efrén reparar una guitarra requiere tiempo y dedicación. Al cliente siempre le dice que estará lista en dos semanas y cuando está seriamente dañada, le advierte que es mejor comprar una nueva porque la reparación sería más cara.
-A veces hay gente que quiere que repare su guitarra de un día para otro. Si es músico y le urge y si tengo disponibles, le presto una para que salga del apuro.
Por eso siempre recomienda a los músicos tener una guitarra de repuesto o un conocido a quién pedírsela prestada.
Su negocio está abierto de lunes a sábado. Los domingos le gusta supervisar y organizar el trabajo de la semana. Prácticamente vive en el taller.
-Hasta una vez mi arrendadora me preguntó: “¿Oiga Efrén no es usted casado?” le dije que sí y ella siguió insistiendo: “¿Entonces por qué siempre está aquí?”.
Sin vacilar Efrén le respondió: “me gusta mi trabajo y además me aburro sin hacer nada”.
Asegura que nunca se ha enamorado de una guitarra en especial porque sería como un mujeriego. Pero sí habla con todas. Y también las toca cada vez que pasa junto a ellas.
-Les doy un leve golpecito y les digo: “ ahorita sigue usted, espérese tantito”. A las que ya tienen mucho tiempo en el taller las tranquiliza: “ ahorita vienen por ti”.
Efrén cree que las guitarras se ponen celosas cuando sin querer provoca que se toquen entre sí.
-A lo mejor se ponen celosas cuando las junto o hago que se golpeen sin querer, pero siempre les digo: “calmadas no se peleen”.
Con los instrumentos, dice, hay que tener paciencia porque también sienten.
-Uno los hace hablar, cantar, tocar y llorar. Me imagino que las guitarras se ríen de aquél que no toca bien o lloran de lo mal que cantan. Los instrumentos son parte de uno. Como dicen por ahí: “el caballo, la pistola y la guitarra nunca se prestan, menos la señora”.
Cuando tiene problemas con su esposa, dice, la trata como una guitarra:
-No en balde desde 1970 estamos casados.
Y también le habla como a una guitarra cuando ella le pregunta: “¿Oye ya me tardaste mucho el chivo, no?”. Él sin vacilar le responde: “espérese, espérese tantito”.
En ocasiones no entiende cómo hay gente que lleva su guitarra a reparar y nunca regresan por ella. Y eso que el letrero ubicado a un costado del reloj de madera que cuelga sobre la pared, advierte acerca de las tardanzas: “Después de 30 días no se admiten reclamaciones”.
Efrén en realidad da un plazo hasta de tres meses para que sus clientes recojan las guitarras. Si ya pasó medio año las remata. Rara vez se queda con ellas.
-Tal vez no les interese tener un instrumento en la casa. Para mí la música es como un calmante, borra los problemas y tranquiliza el alma.
Y es que otra de sus grandes pasiones es la música. Antes de tener su taller tocaba en los bares de la región.
En 1958 comenzó a tocar. Primero perteneció a varios grupos y luego junto con unos amigos rockeros formó los Silver Kings.
- En ocasiones terminaba de trabajar en el taller y luego me iba a bañar a mi casa y me iba a tocar en algún bar.
La música lo hace olvidar todo el cansancio del día. Todavía, pero sólo de vez en cuando, toca en bares de Gómez Palacio.
- La música es una virtud que le quita el mal humor a cualquiera, transforma, nos hace olvidar los problemas por algunos momentos.
Dice que su familia ya está acostumbrada a sus ausencias. Su esposa era cantante, por eso no fue difícil para ella soportar sus épocas de músico. En ese tiempo aprendió a dormir con él por las mañanas para poder compartir el tiempo por las tardes. Y es que las noches de Efrén se iban entre copas, guitarras y bares.
-Los músicos estamos acostumbrados a no cansarnos. Nos tomamos una copita mientras llega la hora de tocar para aguantar más de cinco horas parados.
Pero según Efrén, los músicos nunca deben “pasarse de copas” porque cuando llega el momento de tocar el rendimiento ya no es el mismo.
-Mi suegro era el músico Chago García –maestro de Carmen Salinas, Pilar Rioja, además de arreglista y compositor-, mi esposa sabía desde un principio lo que es esto de las tocadas y mi suegro me lo advirtió: “Te vas a casar con un músico, así que vas a tener que aguantar todo porque ya sabes lo que es eso”.
Sobre la pared del negocio de Efrén hay fotos de los Silver Kings y de otros grupos. También están las de Roger Pérez, Pedro, Pion, Pilo y Johny Rack. Ellos además de músicos tuvieron algo en común: murieron de un infarto.
A un costado de sus fotografías está un espacio libre. Efrén está seguro que más músicos morirán de infartos porque después de tantas desveladas, vino y poca comida, el corazón termina por rendirse.
-Nadie quiere estar ahí –dice al tiempo en que señala el lugar libre que queda al lado de las fotografías.
-Los músicos nos cuidamos entre nosotros. Pero para mí sería una satisfacción muy grande morir de un infarto cuando esté tocando. Ojalá que así sea. No quiero morir en una cama y menos de una enfermedad.