GÓMEZ PALACIO, DGO.- Lorena se prepara para hacerle la parada al camión. Su amplia experiencia como pasajera le dice que si tarda algunos segundos en subir deberá agarrarse con todas sus fuerzas del pasamanos para no caer.
Su experiencia no le falla, antes de que termine de subir al camión, el chofer ya presiona el acelerador. Tiene prisa, tal vez por eso se desespera. Una vez arriba Lorena busca con la mirada un asiento, pero como siempre el autobús va repleto y se resigna a ir de pie.
Después de varios minutos de recorrido, Lorena descansa en un pie luego en el otro, mientras, los señores hacen como que no ven y pierden la vista por la ventanilla para no cederle el lugar. Y es que cuando se viaja en camión la caballerosidad es lo de menos. Siempre es más seguro ir sentado, de lo contrario habría que agarrarse del pasamanos, del asiento o de plano recargarse en otro pasajero para no caer.
También hay quien hace fuerza en los pies y los presiona contra el suelo para no perder el equilibrio cuando al chofer se le ocurre frenar de repente.
Las cosas para Lorena empeoran, ahora debe aguantar la respiración para soportar el olor a sudor de algunos pasajeros.
El aire se vuelve aún más denso cuando el chofer enciende un cigarrillo y el humo invade al autobús. Pero a él parece importarle poco las caras de fastidio y malestar de los usuarios. Lo que le urge es acelerar para terminar a tiempo su recorrido y ganarle el pasaje a los demás.
Y el tiempo parece acabarse para el chofer, ahora rebasa por la izquierda, por la derecha, por donde puede. Cambia de carril sin importarle los otros conductores. Se siente dueño de la calle y como tal actúa.
La música a todo volumen fastidia cada vez más, pero nadie tiene ganas de pelear con el chofer. Saben que si se quejan, de nada les servirá. Así que se aguantan y se limitan a escuchar las cumbias preferidas del trabajador del volante.
Lorena por fin ve que otra pasajera se prepara para bajar y corre para ganar el asiento. En su intento empuja a varios pasajeros, algunos se molestan y otros simplemente se hacen a un lado para dejarla pasar, pero logra su objetivo.
Ahora trata de recargar la cabeza en la ventanilla para descansar un poco, pero no puede, el cristal está hechos pedazos. Se resigna una vez más y se limita a acomodarse mejor en el asiento mientras llega a su casa.