El Siglo de Torreón
MÉXICO, DF.- Parada en una esquina cualquiera de la Colonia Roma, en el Distrito Federal, con un pañuelo en la cabeza y un hot dog en la mano, Cecilia Suárez, la joven actriz que está de moda en el cine mexicano, es una chica más... desaparecida de la faz de la fama, mimetizada, normal.
Y unos días después, con los ojos cerrados, inhalando el aire fresco del Desierto de los Leones, Cecilia echa a andar en vértigo el laberinto de sus ideas: La actuación, la fama, por qué y para qué. Preguntarse hasta la última de las preguntas posibles, para conocerse más.
Todo con ese tono algunas veces campechano y algunas veces “fresón” con el que Cecilia habla. “Vengo muchas veces a este lugar, entre semana, cuando hay poca gente. Es un lindo sitio para pensar”, dice.
Lleva unos días en ese asunto: pensando, pensado, pensado... hasta que cuando se queda quieta, en un puesto de antojitos, con un café con leche y una quesadilla delante, pregunta: “¿Qué quieres saber de mí?”.
Quiero saber qué sentiste el primer día que rodaste una película. Quiero saber si te sentiste La Cenicienta.
Es que yo estaba muuuy nerviosa (se ríe)... y antes que eso, hay muchos días de estudio y una emoción increíble. Sobre todo si vas a contar una historia que te interesa. Como fue mi caso con Sexo, Pudor y Lágrimas. Yo la había visto antes en teatro... y había sido por azares del destino, porque ni siquiera vivía en México por esa época.
-Fue un comienzo triunfal. Se trataba apenas de tu primer película.
Sí, fue un principio de verdad muy afortunado. Porque también es muy suertudo que tu primer trabajo sea con un director que entiende el proceso y el trabajo actor. Eso es algo con lo que uno sueña desde toda la vida.
-¿Incluso desde niña?
Bueno... yo fui una niña muy retraída, muy callada. Quién sabe por qué... es más, mira... era yo tan callada que en los primeros años de la escuela primaria la maestra mandó llamar a mi mamá. Había un árbol enorme en el patio de la escuela. Y alrededor del árbol había una banca. Yo me sentaba ahí en el recreo y me dedicaba a observar a mis compañeros.
-Es una imagen muy fuerte para una niña de siete u ocho años.
Sí, pero ahora, mucho tiempo después, lo veo como algo lindo. Porque aunque inconscientemente había un buen trabajo de introspección y de observación con mucho detenimiento.
-¿Qué le dijo la maestra a tu mamá?
Le dijo: “trabaja muy bien, hace las cosas con sumo detenimiento pero... muy despacio”. Todo era muuuy meticuloooso. Y conforme fue pasando el tiempo me hice súper indisciplinada, bien rebelde, bien desm...
-Y... ¿a qué se debió el cambio?
Creo que... llegas a una edad en la que tienes que decir las cosas que te molestan.
-¿Te habías estado aguantando hasta entonces?
No, pero no me daba la gana, no era el momento, no encontraba el camino. De repente, mi adolescencia fue una trampa maravillosa para mis padres. Me volví bien rebelde. Una chica de verdad tremenda. Hacía lo que me daba la gana. De alguna manera fui abriendo un espacio muy mío, muy exclusivo, en el que no podía entrar nadie más. Si quería estudiar estudiaba. Y si no, pues no. Y no me importaba reprobar algo, semestre tras semestre. Claro... con el paso del tiempo, entendí que no era sólo rebeldía. Es que hay ciertas materias que verdaderamente no me interesaban: matemáticas, física, química, por ejemplo. Es una parte del cerebro que claramente no se me da.
-¿Y se te daban los novios?
No, tampoco (sonríe con naturalidad). De alguna manera era muy retraída. Bueno... era rara, pues... porque era una chava muy exaltada, extrovertida, pero, sólo para algunas cosas...
-¿Es que lo chicos te parecían tontos?
(ella se ríe y no contesta)
Es que en la adolescencia los chicos parecemos tontos delante de las chicas, ni modo.
Bueno, no todos (sigue riéndose)
-¿Cuándo fue que te convertiste en una persona adulta y responsable?
Es que... no sé si soy una persona normal, adulta y responsable. Las responsabilidades se me fueron dando de manera casi imperceptible. De repente te encuentras teniendo responsabilidades. Pero... eso de ser adulto... creo que no acabas de sentirse adulto nunca... gracias a Dios. En muchos aspectos yo todavía me siento una chamacota. Es una trampa la edad.
-¿Te has puesto a pensar que este es un momento como de... glamour en tu carrera?
¡Oh... que la canción! Sobre todo aquí, mira (levanta la quesadilla que tiene en las manos, mientras gira la cabeza y ve, a su alrededor, los puestos de comida en el Desierto de los Leones).
Digamos que las películas de producción nacional quieren llevarte en su cartel.
Déjame te recuerdo que hice sólo tres películas mexicanas. Eso habla del estado en que se encuentra nuestra industria del cine. Y es lamentable. Me siento muy afortunada de hacer películas en este país, porque se filma muy poco. (Voltea y le habla a la señora que atiende en el lugar) Oiga, le encargo otra de queso. ¡Están buenísimas!
-¿Cómo han tomado tú y tu familia esto de que... de repente: la fama?
Já, estás muy chistosito el día de hoy. De plano, estas cosas pasan. Pero me parece que tiene mucho que ver con la postura que uno tiene frente a eso. Me parece muy ridículo eso de creerse lo de la fama. Por lo menos ahora. En otros momentos me di más permiso de ser ridícula y de creérmela.
-¿Cuándo?
Cuando Sexo, Pudor y Lágrimas, por ejemplo. Fue muy fuerte. Era mi primer película y todo mundo hablaba de eso. Se vale jugar a eso, pero un rato, nada más. Hasta que aterrizas con un buen chin... Cuando te das cuenta que si quieres ser actor no es exactamente por la fama. Y que la fama no mejora, en realidad, tu calidad de vida. No estoy diciendo que la fama no tenga momentos encantadores. Lo que digo es que no tiene que ver con tu esencia. Uno es más complejo que eso. Hay que aprender a diferenciar y no enloquecer en el camino.
-¿Qué tanto te cuesta eso?
Ahorita estoy más alivianada, más contenta. Y tengo más claros mis motivos. Y eso ayuda mucho.
-¿A poco ya sabes por qué eres actriz?
Bueno (se ríe)... es momentáneo, como todo. Las definiciones van cambiando en la vida. Ahora soy actriz porque necesito contar ciertas cosas, ciertas historias. Y necesito meterme en eso porque, de lo contrario, estaría esquizofrénica, loca.
-¿Entonces es una necesidad... psiquiátrica?
Pues (sonríe)... de alguna manera. No totalmente, pero de alguna manera, sí. Tiene que ser así, porque, si no, ¿cómo te explicas esto de ser diferentes personas? Y algunas veces, cuando estoy sola trato de pensar en qué sería de no haber elegido la actuación...
-No hubieras seguido la carrera de Derecho (que abandonó)
Es muy difícil. Antes, yo creía que hubiera podido ser algunas otras cosas en la vida... pero luego descubres que se han cerrado muchos caminos detrás de ti.
-¿Como si uno descubriera que no podría ser ninguna otra cosa más que lo que es?
Definitivamente. Y si lo hago, es por algo muy claro. Es como si uno no eligiera tanto. Porque uno es lo que puede ser, lo que el alma te pide. Es como cuando te vas a vivir a otra parte. Yo viví seis años afuera. Y estoy segura de que cuando uno se va de su lugar, es porque en ése momento no puede hacer ninguna otra cosa. Y no estoy de acuerdo con esos que dicen que uno se va escapándose de alguna cosa. No, señor... te llevas tus problemas y tus defectos a todas partes. Yo soy una persona bien difícil, además.
-¿Qué tienes para declarar, voluntariamente, como en la aduana?
No, hombreee. Tengo un carácter súper fuerte. No está mal. Pero, claro, hay que aprender a vivir con eso. Me pasa que me enojo muy fácilmente. Y lo curioso es que se me baja el coraje muy fácilmente.
-¿Te lo reprochan los novios?
Algunas veces. Pero me lo reprocho yo también. Y es importante porque entenderme es mi mejor herramienta de trabajo. Cualquier bronca que yo tenga como persona, son broncas que tengo como actor. ¿Por qué soy? ¿A dónde voy? ¿Para qué? ¿Y por qué? Todo el tiempo.
Tienes un laberinto en la cabeza.
-¿Te parece muy complicado? Me parece que la mayoría de la gente no se pregunta el porqué de todo, todo el tiempo.
No te claves, yo tampoco (se ríe mucho)... lo que pasa es que me agarras en un momento así. Pero no vivo así todo el tiempo, me volvería loca. Es una idea que ahorita estoy masajeando mucho. Y por eso me explayé. ¡O debrayé!
-¿Sabes hacia dónde vas?
¿Y tú?
-Estábamos jugando a que yo pregunto y tú contestas.
Mira... me parece que no. ¿Qué importa eso? Claro, ahora vas a decirme que esto suena contradictorio con todo lo que estuve diciéndote hasta ahora, ¿verdad? Pero... digamos que me gusta mi vida, si a eso te refieres. ¿Qué si hay cosas que me ponen de mal humor? Pues, sí, claro. Me pone de humor que la gente tire basura aquí, porque es una reserva ecológica. Y me pone de mal humor pasar tantas horas al día en el tránsito de esta ciudad. Muchas horas que uno pasa al día dentro del carro. ¿Y qué haces durante esas horas? Darle vueltas a la canica, pensar todo el tiempo. ¡Llega un momento en el que necesita parar!
-Sí, sobre todo si traes un rollo cerebral como el de hoy.
Cálmate, no seas llevado. ¡Igualado!
Cecilia Suárez Nació en Tamaulipas, el 22 de noviembre de un año que se niega a precisar. Porque de lo contrario los directores encasillan a los actores de acuerdo a su edad, dice.
-Se cuenta que los primeros contacto que Cecilia tuvo con la actuación, fueron en la época en que su hermana María Fernanda estudiaba cine y ella la visitaba en los sets de filmación.
-Llegó el momento en el que debía elegir una carrera. Ya había elegido Derecho, pero no estaba del todo convencida. Así es que a los 19 años viajó a Chicago, para estudiar, finalmente, actuación.
-A partir de 1993 comenzó a actuar profesionalmente en Estados Unidos. Luego de unos años allí, Cecilia decidió venir a pasar unas vacaciones a México.
-Primero se la pasó un mes en Tamaulipas. Y enseguida decidió visitar sola la Ciudad de México. Entonces llegó la oportunidad de su vida: el casting para la película Sexo, Pudor y Lágrimas, en la que se quedó y le abrió las puertas del mundillo de la actuación en este país. Desde entonces, las propuestas le llovieron.
LO QUE PRONTO SE VERÁ
Por estos días, Cecilia participa del rodaje de la película “Puños Rosas”. Es una producción de Video Cine, y aborda, fundamentalmente, una historia fronteriza.
Según cuenta el filme, “el segundo negocio más grande en esa frontera es el robo de autos. Y si lo digo así, seguramente todo matamoros, y los políticos gobernantes, no estarán de acuerdo -dice la actriz-.
-Pero sabemos que es una frontera en la que abunda el narcotráfico y el tráfico ilegal de coches”. Y eso tiene que ver con la propuesta del director Beto Gómez, donde cada uno de los personajes cuenta su propia historia de amor.
-“Interpreto a una chica hija de una mujer muy recia, que es la gran jefa del negocio. Y por lo tanto se ha mantenido un poco al margen de los asuntos de la familia”, cuenta Suárez.
-Ella, -Alicia en la película-, está casada con uno de los brazos derechos de la madre en ese negocio, tiene una hija y es una mujer profundamente enamorada. Apenas van a mitad del rodaje y en el elenco participan también Isela Vega, Rodrigo Oviedo, José Yenque, Adal Ramones y Roberto Espejo.
LO QUE YA SE PUEDE VER
Sin Ton ni Sonia es el nombre de la película en la que participa Cecilia Suárez y que desde hace un par de semana está en cartel. “Se trata de un trabajo que se terminó heroicamente, porque tuvimos muchos problemas de financiamiento”, comenta la actriz. Y justamente por los problemas de dinero tuvieron, el rodaje fue interrumpido por lo menos dos oportunidades.
-“Eso es algo bien difícil, no sólo económicamente hablando. Lo complicado también es continuar con el proceso de contar esa historia, volver a conectarse. ¿Qué haces con el personaje que has construido durante esos períodos de inactividad? ¿Cómo lo mantienes? Te vas a reír, pero hasta es un poco peligroso”.
-Cecilia dice que no se trata de andar con el personaje a cuestas por la vida, “pero en algún lugar dentro tuyo, sigues manteniendo contacto con esa historia y con esos sentimientos. Y es peligroso de verdad”.
FUENTE: Agencias