EL PAÍS
LONDRES, INGLATERRA.- El ministro británico de Defensa, Geoof Hoon, ignoró los consejos de sus más altos oficiales y exigió que David Kelly compareciera ante el Comité de Asuntos Exteriores. El duro interrogatorio de los diputados, a puerta abierta y frente a las cámaras de televisión, incrementó el cerco de presión gubernamental que fue creándose en torno al científico a raíz del crítico reportaje del periodista de la BBC, Andrew Gilligan. El cadáver de Kelly se descubrió dos días después de su comparecencia en el Palacio de Westminster.
En su trepidante y minuciosa investigación de las circunstancias de la muerte del experto en armas biológicas, David Kelly, el juez Hutton y su equipo de abogados se centraron ayer en la actuación de los ministerios de Defensa y Exteriores durante los días inmediatamente anteriores al hallazgo del cuerpo sin vida del científico, el pasado 17 de julio. Con las declaraciones de altos funcionarios y los documentos confidenciales presentados en la sala 73 del Tribunal de Justicia, en Londres, comenzó a dibujarse una imagen de la creciente presión gubernamental a la que estaba siendo sometido el experto en armas.
El cerco se cerraba sobre Kelly desde que él mismo confesara a sus superiores que había mantenido una conversación con Gilligan, el autor del polémico reportaje sobre interferencia política en el informe sobre Iraq que desató una abierta batalla entre el Gobierno de Tony Blair y la BBC. 'No hice ninguna alegación o acusación respecto a temas relacionados con el informe (sobre Iraq) ni respecto al caso del Gobierno para ir a la guerra', escribió Kelly a su más inmediato superior en Defensa, Bryan Wells, el pasado 30 de junio.
En su carta, el científico alega que fue Gilligan quien mencionó a Alastair Campbell, director de comunicación de Tony Blair, sobre el que, según escribe, 'yo no hice ningún comentario'. Esta negativa contradice la versión del periodista de la BBC, quien declaró al juez que Kelly culpó personalmente a Campbell de forzar la inclusión en el informe de la referencia a los '45 minutos' en contra del criterio de los servicios secretos. De acuerdo con la correspondencia, el científico se limitó a su sugerir que el plazo se había incluido 'probablemente para impactar'. 'Nunca he intentado socavar la política del Gobierno de ninguna forma puesto que soy personalmente favorable a la guerra ya que reconozco la amenaza de la habilidad de Iraq para desarrrollar sus programas de armas no convencionales', argumentó Kelly.
Altos cargos gubernamentales, e incluso el propio Blair, insistieron sin embargo en presionar al científico para esclarecer las 'discrepancias' con el reportaje de la BBC. 'El encuentro con Gilligan fue una inconsciencia. Ha provocado consecuencias incómodas para usted y para el ministerio', le amonestó el director de personal de Defensa, Richard Hatfiled. John Scarlett, del Comité Conjunto de Inteligencia, pidió que sometieran a Kelly a un 'interrogatorio al estilo de los servicios secretos' que el abogado del juez Hutton equiparó a una 'versión de la lectura de la cartilla'.
El ministro Hoon dio un paso más en esta avalancha de presión. Hizo comparecer al científico ante el comité parlamentario de Exteriores por motivos de 'presentación', es decir, para salvar las apariencias. Sus más altos funcionarios preferían someterle al interrogatorio del Comité de Defensa e Inteligencia, más apto para tratar temas de seguridad y cuyas sesiones se celebran tradicionalmente a puerta cerrada. 'Kelly había expresado malestar de la publicidad que generaría un interrogatorio público', recordó ayer Wells. En otro comunicado interno, Kevin Tebbit, secretario permanente de Hoon, explica que el experto en armas 'no está acostumbrado a ser arrojado a la arena pública. 'Este individuo nos informó voluntariamente que había hablado con Gilligan. No está sometido a un juicio', advirtió al ministro. Dos días después de su evasiva, contradictoria e incomoda comparecencia pública, el cuerpo de Kelly apareció con las venas de la mano izquierda cortadas.