Viena, (EFE).- Las anotaciones y marcas que Adolf Hitler dejó en los numerosos libros que leyó se han convertido en huellas reveladoras para los historiadores, que no sólo han descubierto un intenso interés del dictador nazi por el ocultismo y la magia, sino también por la idea de "trasplantar" judíos a Palestina.
Las anotaciones y subrayados del puño de Hitler en los millares de libros que poseyó "son como huellas en la arena. Gracias a ellas sabemos a través de qué obras caminó y donde se detuvo para permanecer un rato", explica el historiador estadounidense Timothy Ryback en declaraciones a la prensa en Austria.
"Se dice que Hitler leía constantemente a Schopenhauer, Nietzsche y Dante, pero no existe ninguna prueba de que así haya sido. En el caso de otros autores, sí las hay", añade.
Al experto le llama la atención dónde se acumulan los signos de exclamación, de interrogación y subrayados que atribuye a la mano del lamentablemente célebre lector nazi.
"Por una parte, están los "Escritos Alemanes" (Deutsche Schriften) de Paul de Lagarde, uno de los nacionalistas alemanes del siglo XIX a los que se les atribuye gran influencia en la formación del odio de Hitler a los judíos", recuerda.
En una obra de ese autor, Ryback encontró pasajes "subrayados desde el comienzo (del libro) hasta la página 370", y entre ellos, en el capítulo "Tareas de la política alemana", el plan descrito como "Haced necesaria una dura tarea más: el trasplante de los judíos polacos y austríacos a Palestina".
"Esa frase está subrayada con dos líneas y, además, con otra más gruesa y vertical al costado (en el margen)", precisa el experto.
Por otro lado, "hay numerosos libros que revelan que, al menos mentalmente, Hitler se ocupaba intensamente de temas ocultistas".
Así, para el historiador está claro que el dictador se leyó "de cabo a rabo" la obra "Magia: historia, teoría y práctica", donde, entre muchos, destaca el subrayado de la idea de que "aquel, que no lleva dentro de sí Estados diabólicos, jamás parirá un nuevo mundo".
Un día, el filósofo y profesor alemán Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), dijo: "Dios y yo somos uno. Expresado, simplemente, en dos oraciones idénticas. Su vida es la mía; la mía es la de él. Mi obra es su obra, y su obra es mi obra".
Recogida en un tomo, esa postulación fue evidentemente una de las estaciones donde en su lectura, Hitler pareció detenerse a meditar, coger el lápiz y dejar otra huella para la posteridad.
Pese a los millares de libros de autores como Stefan Zweig, Thomas Mann, Erich Maria Remarque, Sigmund Freud, Upton Sinclair o Anna Seghers que ordenó destruir y quemar, los historiadores no dudan de que Hitler fue un lector entusiasta.
Prueba de ello son los más de 1.200 tomos que integran la llamada "Third Reich Collection" (ex "Hitler Library") como parte de la "colección de libros raros" de la Biblioteca del Congreso en Washington, y que, entre otros "secretos", revelan la cantidad de grandes industriales que rindieron homenaje al dictador.
Así, "al 'Führer' de la Alemania naciente" dedicaron libros regalados por su cumpleaños el Príncipe Augusto Guillermo, hijo del último emperador alemán, y el industrial Fritz Thyssen, mientras la compañía aérea "Deutsche Lufthansa" regaló un volumen a "su huésped más fiel después de sus primeros 50.000 kilómetros de vuelo".
Los historiadores estiman que a principios de la década de 1940 el "emperador" del Tercer Reich recibía cerca de 4.000 libros regalados al año, y recuerdan que había planificado, para su domicilio, una biblioteca con capacidad para 60.000 tomos.
Actualmente, se calcula que llegó a poseer unos 16.300 ejemplares, de los cuales unos 7.000 trataban de asuntos militares, y 1.500 eran obras sobre arquitectura, teatro y pintura, un millar de simples novelas populares y panfletos políticos, así como obras para la cría del pastor alemán.
Mientras las marcas encontradas por Ryback y otros expertos son claros indicios de los intereses del "Führer", para la historiadora austríaca Brigitte Hamann, autora de la obra "La Viena de Hitler", la conformación de su biblioteca no necesariamente revela las inclinaciones del dictador nazi, pues, como descrito, una gran parte de los tomos no los escogió él, sino que fueron obsequios.
Por el contrario, sí parecen reveladores las escogidas obras que se llevó a su último refugio, el "Búnker del Führer" en Berlín, entre ellas varios tomos de ocultismo como "Las profecías de Nostradamus" o una obra titulada "¡Los muertos viven! Pruebas irrefutables de hechos".