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San Isidro Vistahermosa/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

Cientos de personas están ahora mismo en riesgo de violencia, que incluso puede llegar a la muerte, en San Isidro Vistahermosa, Oaxaca. Prisioneros de hecho, su suerte resulta de la indolencia gubernamental ante enfrentamientos y tensiones antiguas en esa comunidad mixteca, que se han recrudecido y amenazan estallar.

El domicilio de la agencia municipal de San Isidro fue tomado el 28 de febrero por el cabildo de Santa Cruz Nundaco, y otros funcionarios de ese municipio, y autoridades estatales, resguardados todos por una patrulla de la policía preventiva del Estado. Algunos de ellos han acampado en la plaza frente a la agencia, y anunciado su propósito de detener a los miembros de la autoridad de ese lugar, o a sus familiares, si aquéllos no aparecen. Mientras tanto, ya han detenido arbitrariamente y golpeado a varias personas.

Lo peor es el cerco que han tendido en torno de San Isidro. Nadie puede entrar ni salir de esa comunidad. Fue cerrada la tubería que surte de agua al poblado, donde residen unas ochocientas personas. Y en las inmediaciones han empezado a reunirse parientes de quienes viven el asedio, procedentes de la ciudad de México y aun de Estados Unidos, alertados por sus familias, temerosas de que la situación derive en un ataque frontal contra los habitantes de San Isidro. Paradójicamente, al tratar de evitarlo, los recién llegados podrían también intentar romper el cerco y generar un grave enfrentamiento.

Autoridades estatales han sido advertidas y la negligencia ha sido su respuesta. Pero no. Fue peor todavía: con brutalidad, el secretario estatal de Gobierno, Héctor Anuar Mafud Mafud, emitió un irresponsable y seco decreto letal: ¡mátense!, ante la queja de quienes pudieron escapar del asedio en San Isidro. Ya después nos arreglaremos con los sobrevivientes, dijo con entero desinterés por la peligrosa situación. La policía estatal alza los hombros y alega que por falta de personal no puede intervenir. Pero sugiere que se llame a la federal preventiva. Ésta a su vez requiere, si ha de actuar, de una solicitud expresa de la autoridad local, que no se emite.

El problema entre la cabecera municipal de Santa Cruz Nundaco y la comunidad de San Isidro Vistahermosa es muy antiguo. Ha estado vivo durante 74 años: el 29 de mayo de 1929 la legislatura local decretó que San Isidro se convirtiera en agencia municipal. Las autoridades de la cabecera se inconformaron en los hechos con ese reconocimiento a la importancia de San Isidro, y ni siquiera acudieron a la instalación formal de la agencia. Mayor descontento les causó el que la agencia pasara al municipio de Tlaxiaco, en cuyas proximidades se encuentra. Consiguieron revertir la decisión y desde entonces tratan a esa comunidad como las malas madrastras a los entenados.

Las continuas tensiones y hostigamiento a los habitantes de la agencia han llegado a extremos muy graves en el pasado. Por ejemplo, en enero de 1932 la cabecera lanzó un ataque en forma contra San Isidro, muchas de cuyas mujeres fueron violadas en la embestida, que incluyó el incendio de muchas viviendas y el robo de ganado. En un intento de remediar la situación, en noviembre de 1941 volvió la agencia a ser parte de Tlaxiaco, pero no tardó en producirse una nueva reincorporación. Y de nuevo se maltrató a los habitantes de la agencia renuente. Con tanta persistencia se les hostiga, que en 1985 se hizo necesaria una acción conciliatoria emprendida por el diputado local de la zona. Pero su intento resultó pronto rebasado, pues en 1988 el agente municipal de San Isidro denunció que algunos pobladores a los que representaba habían tenido que remontarse porque temían fundadamente ser asesinados.

Entonces no se llegó a ese punto, pero en 1991, cuando los habitantes de San Isidro se opusieron a que sus bienes comunales fueran afectados para la apertura de una brecha, fueron atacados a palos, con gases lacrimógenos y armas blancas. En 1993, un miembro de esa comunidad fue hecho preso y torturado por rehusar servir como autoridad municipal en un poblado distinto del suyo, San José Yatandoyo.

En 1998, la agencia de San Isidro solicitó formalmente ser incorporada al municipio de Tlaxiaco, cuyas autoridades en distintos momentos han hecho saber que no tienen inconveniente en que así sea. De hecho esa segregación se ha producido, pues la comunidad paga el impuesto predial en Tlaxiaco y allí realiza trámites y recibe servicios, y no en Santa Cruz Nundaco. Las autoridades de este municipio se niegan a la desincorporación y buscan imponer el tequio a los pobladores de San Isidro. Para incluir a cuarenta de ellos en una pequeña obra de electrificación, la alcaldía de Nundaco obligó a las autoridades de la agencia a rehacer la papelería oficial para que conste su pertenencia a aquella municipalidad.

Al comenzar febrero, y ante la negligencia de la legislatura local, que no atiende la reiterada petición de asociarse a Tlaxiaco, una abundante delegación de San Isidro marchó a la ciudad de Oaxaca a demandar la satisfacción de su pedido. A su regreso encontraron amenazas que se concretaron el viernes pasado, en la invasión de su poblado y la persecución a algunas autoridades, cuya cabeza —así, literalmente— demandan los asaltantes.

Temerosos de que se desate la violencia, integrantes de una breve delegación están en la ciudad de México en busca de una respuesta de la Secretaría Gobernación. Lanzan un llamado de vida o muerte. Deben ser atendidos con urgencia.

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