la expresión democracia da juego a la imaginación de todo mundo y a nadie deja satisfecho. En nuestro caso la esperada alternancia en el Ejecutivo Federal creó toda una mitología que con frecuencia impide leer la lenta pero sistemática transformación de nuestra vida política. Las elecciones del 2003 son un buen momento para un corte de caja.
Teoría del Sismo.- La democracia en México se ha construido a partir de grandes sacudidas, dicen. Sesenta y ocho, 85, 88 y el año 2000 como referentes obligados. Si no hay sismo no hay avance. Falso, la democracia en México ha cruzado por periodos en apariencia insípidos, sin grandes sacudidas, que han sido momentos clave. Salinas de Gortari ya no pudo modificar la Constitución a su capricho, tuvo que pactar. No hubo sismo. En 1994, año de levantamiento armado, convulsiones y sangre, la elección puso a prueba todo un nuevo andamiaje político electoral. No hubo gran sacudida. Ganó el PRI y el hecho ocultó el avance institucional de fondo. El gran acontecimiento fue que no hubo sismo.
La misma cartelera.- En 1988 el PRI gobernaba el 100 por ciento de la población por entidad federativa. Trece años después había perdido 40 por ciento. En 1988 el PRI gobernaba el 97 por ciento de la población en el nivel municipal. Para el 2001 le quedaba sólo el 43 por ciento, el PAN ya tenía el 34 por ciento y el PRD el 16 por ciento. Los “otros” casi el 7 por ciento. Para la elección del 2003 todo indica que la irrupción de los “nuevos actores”, síndrome que viene del frente amplio del 88, no se sostiene. En los últimos tres años al PRI ha obtenido poco más del 40 por ciento de la votación en los tres niveles de gobierno, el PAN alrededor del 36 por ciento y el PRD poco menos del 20 por ciento. Los otros podrían subir del 7 al diez quitándole a los grandes. Son los que están, PRI y PAN peleando por una mayoría relativa y el PRD en tercera posición.
Bipartidismo de tres.- Salvo zonas excepcionales, el Estado de México y la capital por ejemplo, es el PRI el que alterna con el PAN o con el PRD. En el Estado de México el equilibrio entre tres fuerzas es ya una realidad extendida. En la capital el PRI está en la lona. Menos ideología y más pragmatismo.- Entre 1988 y e1 91 casi el 90 por ciento de los municipios fueron retenidos por el partido que los gobernaba. El país estaba dividido en “territorios”. La pugna recordaba a los Capuletos y los Montescos. Entre el 2000 y el 2003, el 43 por ciento de los municipios (ver Enfoque, núm. 481) cambió de manos partidarias. Ya no es a favor de unos y en contra de los otros sistemáticamente, sino en contra de quien lo haga mal, venga de donde venga. Un 42 por ciento de la población le da mayor importancia al candidato que al partido. La militancia pareciera estar en retirada entre los votantes jóvenes. La elección del Estado de México es un galimatías: los votos pasaron del PRI al PAN, del PAN al PRI, del PRI al PRD y del PRD al PRI y al PT. Los cotos de poder cada día explican menos. El votante no partidario, volátil cada vez determina más las elecciones.
Caminos de dos sentidos, van y vienen.- Michoacán fue al PRD regresó al PRI y de nuevo al PRD. Chihuahua fue al PAN regresó al PRI, Nuevo León todo indica regresa al PRI, igual que Guadalajara. Sonora podría ir al PAN. Colima se quedará en el PRI si todo sigue igual. En San Luis Potosí las señales favorecen al PAN. Querétaro podría regresar al PRI. Allí donde el PRI se divide, pierde. Allí donde el candidato no entra o hace mala campaña pierde. Perogrullo nos visita. La política es local.- Los mensajes que hoy más perciben los mexicanos son los del PRI en primer lugar, 83 por ciento, seguidos de los de Vicente Fox, 81 por ciento, y en tercer lugar los del PAN, 77 por ciento. Sólo 12 por ciento de los votantes potenciales ha asistido a un mitin. Sin embargo las decisiones locales no parecieran moverse demasiado por la presencia en los medios. Por más que el presidente ande en campaña, ya lo vimos en el Estado de México y lo veremos en el Distrito Federal o en Nuevo León, lo local priva. Por lo cual los responsables últimos de lo que ocurra en los 300 distritos son los propios candidatos.
Viva la alternancia, pero que sirva para algo.- El pragmatismo es un contenido inevitable de la nueva política. De acuerdo con los estudios de Reforma, en el 2003 el 43 por ciento de la población demanda en primer lugar combatir la pobreza, mejorar la economía en segundo con 27 por ciento y combatir el crimen en tercero con 17 por ciento. La soberanía nacional sólo preocupa al 3 por ciento. La corrupción simplemente ya no está tan de moda, viene en el quinto lugar de 16 temas, los derechos de la mujer en el onceavo, el medio ambiente en el treceavo y los asuntos indígenas ni siquiera fueron incluidos. La reforma energética sólo paso por la mente del 1 por ciento de la población. Esos son los mexicanos del 2003.
Fox pero con resultados.- La aprobación presidencial sigue alta, 64 por ciento, aunque casi uno de cada dos mexicanos no le cree. La aprobación de López Obrador anda por las nubes, 83 por ciento; la obra pública es en buena medida responsable. El tiempo de gracia para Fox se acabó. Alrededor de la mitad de la población opina que ha sido suficiente y 75 por ciento opina que ya es hora de exigir al presidente el cambió que ofreció. Sólo la mitad de los entusiastas del 2000 siguen hoy en su posición. La imagen de los partidos y del Congreso sigue en el piso y el IFE mantiene su credibilidad. Instituciones y personasen cada quien en su lugar. Así llegamos al último mes de campaña.
Para muchos el que no se mire ningún gran sismo en el horizonte es señal de aletargamiento, de la falta de vitalidad de país. Sin embargo una lectura anticlimática arroja otra perspectiva. En los últimos 36 meses, las instituciones políticas del país cruzaron por una severa prueba: el PEMEX-gate y los Amigos de Fox. Por fortuna hasta ahora salieron bien. La versión patológica de la democracia mexicana como un proceso de exterminio de alguien, del PRI para el caso, deviene en un claro mandato de pluralidad. El voto ideológico, la “reacción” contra los “corruptos” y los “comunistas” se debilita. Se le sustituye por la eficacia de gobierno, lo cual es más sano. El voto como instrumento de castigo o premio se fortalece. La alta volatilidad obliga a una mayor profesionalización de la política. La lectura demagógica propiciada en el 2000, aquello del arribo al Edén con la alternancia, hoy se derrumba. El realismo predomina. Quizá en el 2003 estemos viendo con mayor claridad los problemas que están más allá de la alternancia. Es un avance. Desencanto y madurez van de la mano.
Predecibles, estables, dicen los teóricos, aburridas, ha dicho Chucho Silva-Herzog M., esos son algunos de los atributos de las elecciones del 2003. Bienvenidos.