Hasta el siglo XV la humanidad vivió una época ciega, en donde predominaba el oscurantismo inconcebible debido a que la cultura se encerraba en los claustros religiosos, escribiendo y traduciendo miles de documentos con base primordialmente, en lo que se conoce como antiguo testamento y las buenas nuevas bíblicas. La ciencia no despertaba aún ante la muralla infranqueable del fanatismo dominante del medioevo, con la creencia de que la Tierra era el centro alrededor del cual giraban el Sol y demás planetas o geocentrismo. La doctrina de las tinieblas databa desde la época de Aristóteles, sabio griego del siglo IV a.C. pensador del geocentrismo, que comenzó a declinar cuando el monje polaco Nicolás Copérnico emitió la idea, con bases científicas, del heliocentrismo, es decir, que no es la Tierra el centro, sino que es el Sol, alrededor del cual giran los planetas, incluyendo la Tierra misma. No pudo la iglesia acallar la verdad e incluso Galileo Galilei en esa misma época, fue condenado por sostener las ideas de Copérnico.
Con Galileo, creador de la ciencia sistemática y con Leonardo Da Vince, pionero de la modernidad, la luz de la ciencia reaparece, seguida de Kepler, Newton y otros, quienes establecieron que son dos cosas a considerar como científicas: partir de la experiencia y pasar por las demostraciones matemáticas. Continuó una pléyade de científicos de la talla de Francis Bacon, de racionalistas como Descartes y Leibniz, empíricos como John Locke y David Hume, además de los metafísicos como Kant y de positivistas como Comte y otros más.
Los biólogos por su parte, estudian el problema de la vida, la biología estructural molecular, la genética y los astrónomos y astrofísicos, junto a los físico-matemáticos, escudriñan el cosmos y los ingenieros en electrónica se abocan a la comunicación satelital, inalámbrica, etc. y aparecen científicos como Maxwell Rutherford, Niel Bohr, Planck, Einstein, Hubble, quienes representan la vanguardia en los sectores de la ciencia, permitiendo que el hombre comience a conquistar el espacio extraterrestre. Aún así, el resto del mundo, que casi llega a los siete mil millones de habitantes, se ve convulso por cuestiones económicas, de poder y de seguridad, asuntos que han dividido a la humanidad en países altamente industriales, poderosos económicamente y los que están en desarrollo que los distancia de los otros, un abismo cada vez más hondo, por una tendencia lógica a la globalización, la tendencia desigual tanto en la producción como en la calidad de los productos, lo que provoca una tendencia a la liberación de los precios, afectando a los que están en desventaja, como son los pueblos en vías de desarrollo, explotados por su mano de obra barata. Todo esto conduce, además de producir los problemas económicos, administrativos y políticos, a contemplar los educativos y culturales, con tendencias ideológicas o religiosas, sin permitir la libertad de pensamiento y cátedra. Estos días, en todos los medios de comunicación, aparecen declaraciones de los obispos y el resto del clero, manifestando su intervención en los comicios, estimulando a la feligresía a votar, cosa que es de los asuntos del Estado y sólo concierne al mismo. Claramente se ve que el clericalismo va tomando más fuerza, con los genuflexos en el poder. No se trata de una xenofobia, a pesar de que es una facción con su capital en Roma, -razón por la que Juárez, el Benemérito de las Américas, separó a la Iglesia del Estado-, sino hablar con claridad de la realidad de las cosas, definidas en el artículo 130 estableciendo los límites.
Transgredir la ley es común en México, como es el caso de que en el sexenio 88-94, sin respeto a la Carta Magna de 1917, se abrieron las relaciones con el Vaticano, por lo que el clero va tomando fuerza, inmiscuyéndose en los asuntos del Estado, lo que requiere profunda reflexión. La base de la pirámide social la constituye, en forma general, la gente pobre del campo, del sector obrero y popular, con casos de extrema miseria y jamás se ha visto una actitud seria de solucionar la situación de sesenta millones de mexicanos. Programas van y programas vienen, mientras la gente del campo emigra, buscando sobrevivir, abandonando a sus familias y sus parcelas que se erosionan, presas del fanatismo y la ignorancia.
Ciegos culturalmente, fanatizados y pobres, dan idea de que en México se está viviendo una nueva edad media, con un oscurantismo a la verdad y sin apoyo alguno en forma integral, que comprenda una buena información continua, además del asesoramiento técnico-científico y evitar por todos conceptos, la intromisión de doctrinas exóticas y utópicas, además de sentencias doctrinales de falsas religiones. Es tiempo de poner remedio definitivo a las cosas y que se comprenda que no son ni la extrema izquierda, ni la extrema derecha, la solución de la pobreza en el país. Son la educación, la impartición de la justicia en el derecho, sin distingo de clases, en una simetría igualitaria, con una estímulo al civismo con sentimiento de nación, sin la intervención de intrusos en el destino de la patria. No podrá México continuar boyante, con ese lastre de millones de mexicanos en la pobreza extrema, que significa que las cuestiones administrativas, financieras y productivas no andan bien, debido a que se ha perdido el rumbo.