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Seguridad pública

Luis F. Salazar Woolfolk

La reyerta entre policías municipales y ciudadanos ocurrida el lunes pasado en la Colonia Jacarandas de Torreón, constituye un botón de muestra sobre la forma en que el delito arraiga en las estructuras sociales.

De acuerdo al parte informativo de la Dirección de Seguridad Pública, una patrulla acudió al llamado de un ciudadano que denunció la presencia de un grupo de personas que se drogaban a las afueras de un taller mecánico, encabezadas por un presunto distribuidor de drogas al menudeo.

Al llegar los gendarmes los viciosos se refugiaron en un domicilio particular, a excepción de uno de ellos que fue detenido por la policía y al ser registrado, le fueron encontrados tres pequeños paquetes conteniendo un polvo blanco que como tal, se supone que es cocaína.

Una vez que los vecinos se enteraron de la detención referida, formaron una muchedumbre que atacó a los preventivos a quienes golpearon, liberaron al detenido y recuperaron la presunta droga. En la multitud violenta destacan mujeres y hasta menores de edad, que no pudieron ser contenidos ni con refuerzos policíacos que con posterioridad llegaron al lugar de los hechos.

Destaca el hecho de que entre la multitud, participó la madre del sujeto que se encontró en posesión de la droga, lo que enciende un foco rojo de alerta que debe ser atendido. El narcotráfico de altos o bajos vuelos, constituye una forma de ganarse el sustento y de obtener una posición social, tanto de categoría empresarial como a nivel de barrio.

Partamos de la definición de cultura que ofrece José Ortega y Gasset, como vida humana objetivada. Con independencia de que el narcotráfico constituye una amenaza para la salud de la comunidad, ha enraizado como un cáncer nocivo que degenera las relaciones entre los miembros de la sociedad y de ésta con las instituciones del Estado.

El narcotráfico se erige en una estructura de poder que de tiempo atrás disputa los espacios a la autoridad del Estado y en la actualidad el conflicto no se limita a las altas esferas sino que desciende hasta la base de la pirámide social.

Los importantes avances de la Procuraduría General de la República en cuanto a la persecución y castigo en contra de los grandes zares de la droga, repercute en un cambio de estrategia del crimen organizado que transforma sus estructuras jerárquicas en redes más flexibles que echan raíces en el cuerpo social. Una vez desarticulados los grandes cárteles, se generan pequeñas organizaciones autónomas dueñas de su propio espacio, mercado, recursos y formas de financiamiento, lo que genera el fenómeno del narcomenudeo.

Por ello no es extraño que la penetración que otrora se daba en exclusiva en las policías federales, trascienda a los cuerpos de seguridad de estados y municipios en la medida en que tales corporaciones participan en la lucha contra el narcotráfico, con lo que el crimen organizado intenta generar nuevas formas para obtener protección de las propias instituciones del Estado.

Lo anterior se explica porque los distribuidores y consumidores de drogas no son extraterrestres; forman parte de nuestras comunidades íntimas de amigos y familiares, vecinos y conciudadanos. El conflicto suscitado con motivo del combate al tráfico y consumo de drogas, obliga a los miembros de la comunidad a tomar partido en uno y otro bando y a ello obedece el fenómeno que se manifiesta en el caso de la Colonia Jacarandas. No es extraño aunque sí contradictorio, que los mismos padres de familia que demandan seguridad en su entorno, barrio o colonia, protejan a sus hijos cuando éstos se ven inodados como promotores de esa misma inseguridad.

Como se ve el problema es complejo y una vez más se pone de manifiesto que las instituciones políticas, no son sino el resultado de lo que la sociedad es capaz de producir.

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