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Señales encontradas

René Delgado

Una serie de señales encontradas alientan los actores políticos. Algunas de ellas se interesan en convertir la oportunidad histórica del país, en el más grotesco oportunismo político. Otras se interesan en reconstruir los puentes y las redes políticas necesarias para emprender grandes proyectos nacionales para salir del empantanamiento político y el estancamiento económico. Lo curioso o absurdo de esa equívoca situación es que, frecuentemente, son los mismos actores los que envían esas señales encontradas y sabido es que, cuando ocurre eso, se provoca un desorden superior al que se quiere remediar.

El gobierno y los partidos políticos se contradicen como si replantear la República fuera deshojar una margarita. Un día le apuestan a sacar raja grupal o partidista a las urgencias nacionales y otro día, en una suerte de arrepentimiento, levantan la vista ligeramente y miran el horizonte. El resumen de la ambivalencia es una atmósfera de incertidumbre frente a la cual la sociedad se desespera y los inversionistas se inquietan.

*** Esa doble conducta política que un día alienta el diálogo y otro lo revienta hasta convertir las negociaciones en un simple acto de chantaje, está generando una terrible incertidumbre política, jurídica y económica, una desarticulación de los interlocutores políticos a la vez que hace del tiempo un ejercicio de despilfarro. Y es claro que si algo vulnera las posibilidades de un Estado, es la incertidumbre, la ausencia de referentes y la pérdida de tiempo. Septiembre fue un claro ejemplo de la circunstancia política. El noveno mes del año arrancó en medio de una atmósfera favorable a la concreción de las traídas y llevadas reformas estructurales y culminó en medio de un ambiente de desencanto. El supuesto carácter autocrítico y propositivo del Informe de Gobierno no resistió el paso de los días y el supuesto espíritu reformista de la nueva legislatura lo vulneró la rebatinga por las comisiones legislativas. Las contradicciones afloraron en repetidas ocasiones y, por más que se siga empeñando la palabra, cada vez es más difícil creer en el remedio de un gobierno que, a casi tres años de haberse instalado, no acaba de articular y dirigir su actuación.

Es difícil creer en el remedio de un conjunto de partidos que no acaban de gobernar en serio las corrientes que en su interior cohabitan.

Lo peor de esas señales encontradas es que ignoran los signos -provenientes de Estados Unidos, de los inversores nacionales y extranjeros y del malestar social- y advierten un grave deterioro de la situación económica, diplomática, social y política.

*** La pareja presidencial. Pese a las múltiples declaraciones de la primera dama en el sentido de que se alejaría de los reflectores, dejaría de plantear su ambición sucesoria o asumiría más comprometida y discretamente el rol que le impone la investidura de su esposo, no pasa un día sin que la señora Sahagún atraiga los reflectores, replantee sus posibilidades electorales y genere escándalo con sus actitudes o declaraciones. ¿Cuál de esas declaraciones encontradas se quiere revisar? ¿La de los exclusivos modelos que viste, cuyo costo no carga enteramente al erario? ¿La de que es prematuro hablar de su eventual postulación que a veces descarta y a veces no? ¿La de su nutrida agenda de actividades que lejos está de la discreción política? ¿Cuál? El propio Presidente de la República un día deja sentir que está en el proceso de reconstruir su imagen en aras de dejar atrás al mandatario chocarrero, frívolo y ajeno, pero otro día actúa con tal ligereza que, de un golpe, borra el otro esfuerzo. Otro día formula anuncios sobre las medidas que habrá de adoptar en serio pero, luego, corren los días sin que la anunciada decisión venga. Dos simples ejemplos, sobre el particular.

El día del Informe anunció que en cuestión de días se nombraría un comisionado para acabar con la impunidad en Ciudad Juárez y, de entonces a la fecha, transcurrió impunemente un mes. ¿Se le puede creer? Un día respalda la actuación de la Procuraduría General de la República en torno a la investigación por lavado de dinero que involucra al cardenal Juan Sandoval y otro día le envía un helicóptero al prelado para que oficie misa particular en su residencia privada. ¿Se le puede dar crédito a su palabra? Un día asegura que no dejará impunes los crímenes del 68 y, luego, respalda a los familiares de los muertos y los desaparecidos con un contundente boletín.

*** El primer ministro y los ministros. El secretario Santiago Creel ha hecho de sus posibilidades como precandidato presidencial una carrera de contradicciones. Adoptó como bandera el discurso del Estado de Derecho y la Reforma del Estado, pero frecuentemente hace jirones de su propia bandera. En nombre de la ley y el derecho, una mañana defendió a capa y espada los spots propagandísticos del Presidente de la República y al atardecer los retiró del aire. Un día declara que la averiguación previa en torno al delito de lavado de dinero que involucra al cardenal Sandoval se llevará con estricto apego a derecho, pero luego trasciende que a hurtadillas arregló el encuentro entre el cardenal y el Presidente, donde él mismo fue uno de los participantes. En el terreno de la coordinación del gabinete, su acción es un misterio. Más de un secretario o alto funcionario pone las manos al fuego por el cardenal Sandoval, pero ninguno de ellos pone las manos al fuego por el procurador. Y ahí sí, nomás no se entiende su coordinación. Luego, encabeza las negociaciones para la Convención Nacional Hacendaria por el lado del Ejecutivo, pero no se ve cómo articula esa actuación con la del secretario de Hacienda que se empeña en sacar una reforma fiscal este mismo año.

Ni la molestia de explicar si la convención hacendaria es el paraguas de la reforma fiscal ni, muchísimo menos, la atención de explicar cómo se van a empatar los calendarios de la una y la otra. Y, en el colmo de la contradictoria actuación, el secretario Creel busca los momentos de gloria mediática en cuanto evento social, deportivo o taurino se le presenta sin importarle cuál sea éste. Los busca, pero no los encuentra.

*** El partido en el gobierno. Acción Nacional se enreda cada vez más en su relación con el gobierno. Ganó una batalla: finalmente, el Presidente de la República se echó en brazos del partido pero el partido no entiende ahora su responsabilidad en el gobierno. Los cuadros que el partido colocó en el gobierno -hasta ahora Felipe Calderón escapa a esa circunstancia- han resultado una auténtica calamidad. De Fernando Canales no hay mucho qué decir: la corrección de sus errores resulta peor que el error original y oír las opiniones de empresarios y comerciantes sobre él es reconocer que, si el despacho del gobierno en Nuevo León le quedó grande, el de Economía se le presenta como alberca sin orillas. El canciller Luis Ernesto Derbez nomás no consigue estructurar su discurso diplomático y el otro discurso que supuestamente dominaba -el del comercio internacional que nomás no le dejó a su sucesor en Economía- se desbarató en Cancún. Todo sin mencionar al secretario de Medio Ambiente, Alberto Cárdenas, que se pierde en el bosque. Acción Nacional reclamaba posiciones en el gobierno y ahora que las tiene demuestra cabalmente que no sabe gobernar. El PAN que se quejaba de que el PRI hiciera de los puestos de gobierno una agencia de colocaciones, de seguro, está a punto de buscar al PRI para que le explique cómo se maneja esa agencia. El PAN que abanderaba la legalidad y la legitimidad en la conquista de los puestos de elección, bendice -a través de Luis Felipe Bravo- las violaciones a la ley electoral. Rechaza el predictamen del IFE en torno a los fondos que le allegaron Los Amigos de Fox y bendice a Fernando Aboitiz que coronó su triunfo en la delegación Miguel Hidalgo rebasando el tope de campaña.

El PAN que iba contra la corrupción a como diera lugar, participa en la negociación para dejar escapar de la malla a los peces gordos que, supuestamente, iban a freír en un sartén. El PAN se emparejó con el gobierno.

*** La legislatura de los acuerdos. Con bombos y platillos, con cordiales y plurales comidas, la nueva Cámara de Diputados se autonombró la Legislatura de los Acuerdos. No más pérdida de tiempo, no más zancadillas, no más chantajes, no más dobles juegos casi se juraron los coordinadores de las fracciones parlamentarias del PRI y el PAN. En el horizonte sólo aparecía México. Sin embargo, el mes de septiembre se les fue enterito en la disputa por las comisiones legislativas. Una sola iniciativa de ley se aprobó y otras se tuvieron que enviar a la dirección correspondiente porque ni siquiera había comisiones. Se podría pensar que el mes se perdió porque toda nueva Cámara requiere un período de gracia para aclimatarse en el ejercicio parlamentario y legislativo pero, como antes, quedó claro que las fracciones parlamentarias no traen acuerdos hacia dentro de ellas mismas. Frustrada la esperanza, las negociaciones políticas buscan otros foros y otras instancias. Ahora, son los gobernadores el presunto eje del entendimiento político, o bien, los hombres de poder económico que ponen la casa para que se dialogue en privado lo que debería ser debate público. De lo que se habla surgen versiones buenas y malas, de lo que se acuerda no se sabe nada.

*** La oposición. Hundidas en la bancarrota económica, la oposición priista y la perredista no acaban ni siquiera de mostrar que, si bien no tienen dinero, sí tienen capital político. Ni recursos políticos ni económicos tienen los dirigentes que no consiguen estructurar un solo discurso que refleje la postura del instituto que encabezan. Formarse una idea cabal de cómo va a actuar el PRI o el PRD es casi imposible. Depende con quién se hable para obtener una u otra postura. Algunos alientan los acuerdos, otros alientan el chantaje, otros alientan negociar las reformas nacionales sobre la base del beneficio de su grupo y, así, las señales encontradas abundan. No saben los dirigentes cómo encarar a las corrientes que sabotean una sola línea de acción y la disciplina de partidos es un simple recuerdo.

*** Si en lo que resta del año, que no son sino casi tres meses, los actores políticos no abandonan las señales encontradas, los dobles juegos, las acciones contradictorias, los signos ominosos irán perfilando con toda nitidez el desastre que la clase política se empeña en construir. Va a llover -como diría el secretario Creel- de regadera y no se ve el paraguas, por no decir el paracaídas.

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