Reuters
BAGDAD, IRAQ.- Los iraquíes dieron ayer su último adiós a una integrante del Consejo de Gobierno que fue asesinada, mientras las Naciones Unidas comenzaba a retirar más miembros de su personal en Bagdad, tras dos ataques suicidas.
El asesinato de Akila al Hashemi, ministro de Exteriores, quien falleció el jueves cinco días después de un tiroteo contra el auto en que viajaba, y la retirada de personal de la ONU fueron nuevos reveses para Washington.
Miembros de la familia de Hashemi transportaron su ataúd, envuelto en la bandera iraquí, a las oficinas del Consejo de Gobierno, coreando la declaración islámica de fe. Sus colegas dijeron que la muerte no debilitaría la determinación del Consejo.
“Aquellos que pensaron que la muerte de la doctora Akila interrumpiría la marcha hacia el amanecer de democracia y libertad, se decepcionarán”, dijo Iyad Allawi.
Los estadounidenses quieren acelerar el proceso de edificar un gobierno iraquí creíble y obtener más ayuda internacional para garantizar la seguridad y reconstrucción del país.
En el pueblo de Baquba, un hormiguero de actividad guerrillera al noreste de Bagdad, un ataque con mortero en un mercado mató a ocho iraquíes el jueves en la noche, indicó el ejército. Un portavoz estadounidense dijo que no hubo bajas entre sus fuerzas.
Más de 15 personas resultaron heridas y residentes locales dijeron que la cifra de muertes habría sido más elevada si el ataque se hubiera producido más temprano, cuando el mercado estaba más lleno.
“No sabemos quién estuvo detrás de este crimen, quizás personas que quieren desestabilizar a Irak o gente que estaba tratando de atacar a los estadounidenses”, señaló Khaled Youssef.
“Pero al final, fueron los iraquíes los que murieron”.
En Kirkuk, un centro petrolero al norte, un ataque de granada propulsada por cohete contra un vehículo del ejército de Estados Unidos cobró la vida de un soldado e hirió a dos, dijo el ejército.
Con ese ataque, se elevó a 80 el número de soldados estadounidenses muertos en ataques guerrilleros desde que el presidente George W. Bush declaró el fin de los principales combates, el 1 de mayo.