Estamos en abril, cuarto mes del año, a finales celebramos el día del niño y de la niña (diría Fox). En las organizaciones más que un día lo han determinado como el mes del niño. Idea bastante interesante, pensando que en un día pocas acciones se pueden hacer a favor de ellos.
Para los comerciantes relacionados a los infantes, si por ellos fuera, que hubiera una festividad unas tres veces al año, seguro estoy.
En las escuelas primarias los maestros junto con los vocales respectivos se abocan a tener un pastel y un gran bolo para festejar ese día, y si el presupuesto alcanza también hay piñata.
Tías y abuelas hacen mancuernas para comprar aquel regalo “chulo” que tanto les gustaría tuviera el niño de la familia. “Hace tanto tiempo que pasó Navidad y no ha recibido ningún juguete”.
Los padres de familia realizan cuentas del presupuesto para que ese día no pase en blanco. Realizan presupuestos y ven las opciones viables. En Navidad le regaló Santa Claus (no el Niño Dios).
Pero poco me ha tocado ver que nos preocupemos porque en ese día se vea por tener un momento con él.
Haciendo recuerdos y recuentos de mi infancia, platicando con un grupo de amigos, la manera en que convivimos con los hijos. Que por cierto les agradezco a Ismael, Carlos, Jaime y Salvador (el burro se cuenta al último decía mi abuela, por chico que sea) los momentos que compartimos en la visión de los hijos.
En esta plática reflexionábamos una frase-pregunta: ¿Tú qué cosa extraordinaria has hecho que tus hijos recuerden toda la vida?
Hay muchos padres que optan por darle unos buenos golpes, nalgadas, coscorrones, pellizcos, estirada de patilla, como recurso de educación disciplinaria, ¡ha! Pero con mucho amor que sienten por ellos.
Otros, llegan a expresar su “amor” haciéndoles todo, creando a unos seres inútiles, mimándolos en exceso, solucionándoles todo. Y creando a un Ser Humano sin creatividad, sin iniciativa, faltos de recursos para enfrentar la vida.
Otros optan, y me refiero a padre y madre, por brindarles en vez de hogar un verdadero infierno, a veces chiquito, a veces grandote, en donde los gritos, los pleitos delante de ellos y a escondidas, las malas caras, el no platicar en la mesa, las órdenes y no las solicitudes, son el pan diario de todo el día.
Y luego no se explican por qué el niño va mal en la escuela o ¿“si tan buen niño que era” ahora es un drogadicto?
Vuelva a preguntar: ¿Qué has hecho extraordinario para que tus hijos te recuerden toda la vida?
No se requiere de dinero o de gran creatividad. Con una cosa sencilla de mucho amor. Esto no es una receta, para hacer, es una reflexión para acción.
Este día del niño, este mes del niño y yo agregaría en este año del niño, y no del niño en general, sino de nuestro niño, de nuestro hijo, de nuestro sobrino, de nuestro nieto, de nuestro vecino ¿qué hacemos extraordinario hoy porque nos recuerde toda la vida, toda su vida?
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