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SER HUMANO / Una historia de Navidad

Hemos pasado el 24 de diciembre, el día 25 por la mañana se veían muchas bicicletas por las banquetas, todas las que les regalaron en la Nochebuena. Los niños llevaron todos sus juguetes con los tíos y abuelos, los que les trajo Santa Claus, porque el Niño Dios, al que celebramos su nacimiento, ése no trae los juguetes, en fin cada quien celebra de la manera que se le antoje, aunque no sepa qué celebra.

En un noticiero nacional me tocó ver que indagaron en dónde se realizaba una posada de “las tradicionales”, no una fiesta navideña o decembrina, y para sorpresa sólo se encontraron dentro de los 25 millones de personas que hay en el DF, tres posadas con rosario y pedida de posada, en fin.

Me topé yo con una historia de ésas que nos ciega nuestra alegría navideña. Una historia de Navidad, la cual se las voy a contar.

Resulta que para principio de mes de diciembre un hombre, padre de familia, trabajador auxiliar administrativo en una empresa mediana realizó sus planes para celebrar la Navidad. Comentó con su esposa los regalos que les comprarían a sus hijos con el aguinaldo que le correspondería, como apoyo a Niño Jesús. Planearon también dónde la pasarían: con los compadres.

Aunque ellos no son unas personas que se sepan completo el Rosario con todas sus letanías y cantos, sí creen, pero más que creer, viven su creencia. En la medida de lo posible se juntaba con su patrón, puesto que él era de los que no fallaban cada domingo y día que obligaba ir a misa, además por las mañanas antes de empezar a trabajar cada día leía con concentración una parte de ese gran libro llamado Biblia y en su pared tenía cuadros con frases de citas del mismo libro.

Sorpresa fue, para él y para su esposa, que el día 13 de diciembre le informó el jefe de personal que a partir de ese día realizaban un recorte de personal y que tampoco tenían para pagar aguinaldos, que si deseaba se podía esperar a enero a ver si le completaban algo de su indemnización y aguinaldo, o estaba en todo su derecho de demandar, pero que si lo hacía eso podía llevar un buen tiempo y que se acordara que cuando entró a trabajar él firmó en blanco una carta renuncia, por lo que sería difícil obtener algo de dinero de la compañía.

Sus hijos, muy ambiciosos, le habían pedido en sus cartas los juguetes con los que más se podrían divertir porque, además, siendo la casa tan chica, de ésas de interés social, no había dónde poner muchas cosas.

Pues bien, esa noche del 13 de diciembre, ya no se le podía pedir nada a la virgen de Guadalupe, ya había pasado su día, así lo pensaron en su ignorancia. Ambos no pasaron la mejor de sus noches, pues después de varios años, podrían despertarse un poco más tarde sin tantas prisas y podrían llevar juntos a sus hijos a la escuela, aunque fuera por única vez, pero su sueño fue reparador.

Regresaron a la casa y ella se quedó, él se salió a la calle. Calle que se le hizo extraña recorrer a esa hora, pues siempre se la pasaba en la oficina durante todo el día. Salió a ver, a pensar qué podía hacer para poder pasar no tan mal esas fechas.

Algo raro pasó, sintió una rara necesidad de entrar a la iglesia de su colonia, de ésas sin muchos lujos, aun sin terminar la construcción, pero que en ella se respira el dolor de muchas personas que van allí a orar.

Entró y sin llevar veladora en la mano, con sus palabras, puesto que no se sabía completas las oraciones, le dio gracias a su Dios de todo lo que le había dado hasta ese momento: un ingreso diario (no un buen trabajo), unos hijos a los que quería, una esposa con la que se entendía y a él gran entusiasmo para vivir. Se sintió bien, pues no iba a pedirle nada, sólo a dar gracias.

Más tranquilo regresó a su casa, sin nada en mente de qué decirle a su esposa. Pero su esposa lo estaba esperando para decirle que de una compañía fueron a buscarlo, no le llamaron porque no tenía teléfono, pues necesitaban alguien de confianza y trabajador, y que habían sabido que él estaba sin trabajo y como había visto cómo laboraba querían se fuera a esta compañía a un puesto con un ingreso mayor, con mejores prestaciones (pero él sabía que el patrón de esta compañía no era tan apegado a la lectura de la Biblia, más bien, entendía, que la vivía).

Él entendió que el despido que le hicieron fue más bien una bendición, así también lo sintió la esposa.

La esposa, pensando en que hasta fin de quincena le pagarían acudió con familiares y obtuvo apoyo de pequeños préstamos para comprar unos regalos para sus hijos, que más bien eran del Niño Dios, y algo para el gasto de esos días y sobre todo para festejar, en familia, en buena familia, la NAVIDAD.

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