“Sí, ya hice mi tarea’’, “Te hablé, pero no estabas... ¿No te dieron mi recado?’’, “Me encantó tu regalo’’, “Yo te busco’’, “Se te ve super bien’’, “Yo no fui’’, “Es que había mucho tráfico...’’, “No es nada personal’’, “Es una oportunidad que no se puede perder’’, “Estuve con mis cuates’’ o “Yo no le dije nada’’. Mentiras... ¿piadosas?.. Grandes o pequeñas, pero que todos hemos dicho alguna vez.
¿Por qué mentimos? Quizá para no herir sentimientos, para evitar conflictos, para simplificarnos la vida, por evasión, por temor, porque es más fácil mentir que decir la verdad, no sé. Lo cierto es que a pesar de que todos lo hacemos, a nadie nos gusta que nos lo hagan. Pero, ¿cómo detectar si lo que escuchamos es verdad o mentira?
A continuación le presento algunas claves, que revelan que una persona puede estar mintiendo:
1.- Cuando una persona miente, hará todo lo posible por evitar el intercambio de miradas. De manera inconsciente piensa que, a través de sus ojos, podremos ver la verdad. Por el contrario, cuando nos acusan de algo falso, seguimos la mirada de la persona sin parpadear, hasta lograr que se transparente la verdad.
2.- Observemos las manos y los brazos. Cuando alguien trata de engañarnos, tiende a ser menos expresivo con estas partes de su cuerpo. Puede meter las manos en la bolsa, dejarlas sobre el regazo, pegarlas al cuerpo o cerrarlas en puño.
Cuando estamos relajados y abiertos, también abrimos las manos y nos movemos con soltura.
3.- Si la persona, al responder, se lleva la mano a la cara, especialmente para cubrirse la boca, es un indicador de que tampoco cree lo que dice; es como poner una pantalla inconsciente para esconder sus palabras.
4.- Cuando una persona asiente con la cabeza después de haber dicho su punto, es que trata de demostrar que está convencido. Pero cuando el movimiento no viene de adentro, de la emoción, es mecánico y se nota fuera de tiempo.
5.- Los tiempos de las emociones son difíciles de falsificar. La cara de sorpresa es un buen ejemplo. La sorpresa viene y se va rápido, así que cuando se queda congelada en la cara, con un “¡noo me diiigaaasss!’’, casi siempre es actuación.
6.- Una auténtica sonrisa, ilumina toda la cara. Así que, cuando ésta es forzada, los labios se cierran, se aprietan y no involucran el resto de los músculos faciales. Cuando escondemos los verdaderos sentimientos, nos ponemos nuestra máscara de "carita feliz" que, por supuesto, nadie nos cree.
7.- Entre broma y broma... Desconfíe de la persona que recurre al humor o al sarcasmo para desvanecer sus preocupaciones.
8.- Así como nos alejamos de alguien que nos amenaza físicamente, la persona que engaña, se aleja de su acusador, se voltea, gira su cuerpo o se va. Por el contrario, cuando nos apasiona una idea, nos paramos frente a la persona y nos acercamos con el afán de convencerlo.
9.- Observe si la persona coloca algún objeto a manera de escudo -una almohada, una copa, un adorno-, cualquier cosa. Así como nos protegemos físicamente de un posible daño, la persona se protege con algunos escudos materiales para no delatarse.
10.- Cuando una persona es cuestionada y responde con algo que despersonaliza o globaliza la pregunta, ponga atención. Por ejemplo: “Ayer, ¿me dijiste la verdad?...’’ Si la respuesta es: “Claro que sí. Yo nunca te mentiría. Tú sabes lo que pienso de las mentiras’’. ¡Ojo!, porque, como en la mente del mentiroso, su propia evidencia no tiene suficiente peso, recurre a aseveraciones abstractas para sonar más enfático y así validar su inocencia.
11.- ¿Alguna vez experimentó la incomodidad del silencio, en una primera cita? De la misma manera, a quien se siente culpable, los silencios lo alteran mucho. Cuando sospeche que hay gato encerrado, fíjese sí, al preguntar, el otro continúa dando información sin que se le haya pedido.
Por ejemplo: “Juan, ¿a dónde fuiste ayer?’’, “Salí con mis amigos’’. Usted no responde. Juan se pone nervioso porque piensa que no lo ha convencido. Por lo tanto, continúa: “Fuimos al cine y...’’. Seguirá dándole más y más datos hasta que reciba una respuesta que le indique que, por fin, logró convencerlo.
Observe con atención a quien, para empezar a hablar, recurre a frases del tipo: Para ser muy honesto... A decir verdad... Si te soy sincero... Cuando alguien es auténtico, no necesita convencernos antes de hablar. Y si lo usa como muletilla, da la impresión de que todo lo que nos ha dicho, es mentira pero que, ahora, empezará a decirnos la verdad. También tenga cuidado con aquéllos que le digan: “Yo nunca miento’’... Cualquiera que necesite declarar sus virtudes, tal vez lo haga porque no tiene otra forma de convencernos. Y, por último, si alguien le dice: “Soy la persona más honesta del mundo. Con sólo darte la mano, mi palabra es más que un contrato firmado, no necesitas papeles’’.
¡Huya!, o búsquese un muy buen abogado y firme hasta con los dientes un contrato muy claro y a detalle... Porque los que presumen de hiper honestos, son ¡los peores!
Aunque Nietzsche dice que la mentira es la condición de la vida, no olvidemos que la honestidad es la piedra angular de cualquier relación, ya sea personal o de trabajo.