“El criterio que orienta a la educación está basado en los resultados del progreso científico, la lucha contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios, pero mientras haya distingos en la sociedad estaremos hablando en el vacío de democracia”, es una de las conclusiones a las que llegó Salvador Rodríguez Lugo en su ponencia “Educación, democracia y federalismo”, que presentó en el Simpósium “Educación y Democracia para una Participación Ciudadana”.
Señaló que el desarrollo de la educación no debe entenderse como la implementación de procedimientos de evaluación cuantitativa, sino fomentar la evaluación cualitativa que se genera en las propias instituciones del proceso de enseñanza para alcanzar la inspiración democrática de contar con un sistema de constante mejoramiento social y cultural del pueblo.
Habló de la enseñanza como una función más general que ha consistido en actuar como guardiana y transmisora de los bienes culturales. En este sentido, expresó que el reconocimiento de un estatus democrático sólo puede surgir de la validez de los procedimientos, a través de los cuales el pueblo expresa su consentimiento y éstos son discutibles y controvertibles.
“La democracia, entonces, es objeto de una tipología, misma que no posee un modelo universal; la democracia puede seguir diversos modelos en esa forma de gobierno, como se identificó a la democracia griega atendiendo a los orígenes de esta cultura como ciudad-estado”, explicó.
Por otra parte, enumeró las etapas en que se ha relacionado el proceso educativo con la democracia. El periodo de enseñanza libre de 1821 a 1856; la pedagogía del movimiento de Reforma de 1857 a 1917; la corriente revolucionaria y la educación socialista de 1917 a 1940; la educación al servicio de la unidad nacional que va de 1940 a 1982, y el último que es el periodo de la crisis y la necesidad de modernización educativa de 1982-1985 a la fecha.
Por otra parte, indicó que en México se habla de federalismo y parece que fuera un concepto desgastado, más comprendido y peor materializado, y es que la característica de un acendrado centralismo, que en una agobiante transculturación, pesa sobre la cultura regional de cada una de las entidades federativas del pacto federal.
“Por eso, concluye, hablar de educación, democracia y federalismo, es permitirnos un ajuste de actualización a maestros con lineamientos generales de la Secretaría de Educación Pública; para lograr lo anterior es preciso llevar a la realidad la pretensión del federalismo, permitiendo a cada entidad robustecer su identidad regional, fomentando los valores particulares que lo singularizan”.