Constantemente, la vida nos exige tomar decisiones. Escoger entre ésto y aquéllo es algo de lo que no podemos escapar. Decisiones simples y complejas que van desde: ¿Qué quiero desayunar?, ¿qué debo hacer?, ¿qué carrera me conviene estudiar?, ¿entro a esta compañía o trabajo desde mi casa?, ¿se lo digo o no se lo digo?, ¿lo hago o no lo hago?, ¿le entro o no? El caso es que siempre hay alguien o algo en espera de nuestro buen juicio.
Hay ocasiones en las que, al tomar una decisión, nos sentimos tranquilos y seguros. Sin embargo, hay otras que por apatía, o temor a las consecuencias, preferimos ignorarlas con la esperanza de que alguien decida por nosotros. Hacemos esto, sin darnos cuenta de que, aún así, estamos eligiendo no escoger. Lo cierto es que el derecho a escoger es tanto un privilegio como una carga.
Como en todo, hemos tenido buenas y malas decisiones y todas han influido de manera significativa en nuestra vida. De hecho, el camino que recorremos es producto de las decisiones que tomamos alguna vez y a través de estas elecciones hemos contribuido o contaminado nuestro crecimiento personal.
Cuando enfrentamos decisiones críticas de la vida, como en la juventud podemos pensar que las oportunidades son eternas. Recuerdo que cuando Pablo y yo éramos novios, él estudiaba y trabajaba al mismo tiempo, con un horario matador. Raúl, un amigo muy inteligente, muy popular y muy reventado, lo molestaba y se burlaba de él.
Pablo, pareces viejito, ¡mira nada más! Eres un aburrido... ¿Qué estás haciendo de tu vida?, ya ni sales con los cuates... ¡Te partes el hocico en balde!.. Un día, en una fiesta, después de escuchar la cantaleta unas doscientas veces, Pablo, tranquilo, le contestó: Ya nos veremos en diez años. El tiempo ha pasado y se ha encargado de poner las cosas en su lugar.
Raúl escogió el camino de la gratificación inmediata, sin darse cuenta de que, cuando escogemos una conducta, también escogemos las consecuencias.
Ahora, ¿por qué escogemos lo que escogemos? ¿Qué nos mueve a decidirnos por un camino o por otro?
Al comenzar la vida, no tenemos el privilegio ni la responsabilidad de escoger por nosotros mismos. Posteriormente, de acuerdo con los especialistas, enfrentamos siete decisiones críticas, que resolvemos de acuerdo a una jerarquía de necesidades. Sólo hasta que tenemos satisfecha una etapa, nos sentimos motivados para satisfacer la siguiente. Aquí enlisto las necesidades básicas, en orden jerárquico:
1) Subsistencia.- Antes que ninguna otra necesidad, se encuentra la protección a la vida y al sustento por ejemplo: En el trabajo, escogemos tolerar muchas cosas sólo por "sobrevivir".
2) Seguridad.- La siguiente etapa, es conseguir la seguridad emocional que, casi siempre, proviene de la aprobación externa, de sentir que somos parte de una pareja, organización o grupo. La búsqueda de seguridad tiene una gran influencia en lo que escogemos.
En casos extremos, hasta podemos ignorar nuestros pensamientos o sentimientos para sustituirlos por los de alguien que nos brinde seguridad emocional.
3) Amor.- Los estudios muestran que si de bebés no recibimos amor, nuestra supervivencia se ve amenazada. Si, conforme crecemos, no lo conseguimos, dedicaremos la vida a buscarlo. Todos, de alguna manera, necesitamos ser vistos y tocados emocionalmente. La necesidad de amor es tan fuerte que puede llegar a dominar nuestros pensamientos, motivaciones y decisiones.
4) Autoestima.- A veces, pensamos que la autoestima viene con lo que acumulamos o logramos como: una importante cuenta bancaria. Puede significar una importante cuenta bancaria, un determinado coche, casa, talla de vestido o puntuación en el golf. Este tipo de búsqueda es tan adictivo como una droga. Mientras la autoestima no se construya desde adentro, seremos más propensos a tomar malas decisiones.
5) Auto-expresión.- Una vez satisfecho lo anterior, comenzamos a tomar decisiones basándonos en la necesidad de expresar nuestros dones personales. Queremos dejar huella en el mundo, deseamos enseñar, pintar, escribir, crear.
A veces, esto es tan poderoso que podemos llegar a renunciar al trabajo, a vivir en una ciudad incluso a los amigos, con tal de lograrlo.
6) Satisfacción intelectual.- En esta etapa, las decisiones se basan en la búsqueda de respuestas, de conocimiento y de sabiduría. En este punto, tratamos de contestar las preguntas profundas de la vida.
7) Satisfacción espiritual.- Lo que nos guía hasta aquí, es algo que va más allá del interés personal. Tomamos decisiones que reflejan nuestra convicción de que el ego y lo material son pasajeros. La satisfacción espiritual, aunque difícil de medir, siempre está bien enfocada.
Confío en que, después de leer esto, seamos capaces de aprovechar las oportunidades que se nos presentan y que seamos tan fuertes como para tomar mejores decisiones porque, como decía Mark Twain, "Rara vez podemos ver una oportunidad hasta que ésta deja de serlo".