El tercer informe de Gobierno del presidente Vicente Fox, estuvo marcado por las referencias comunes, los conceptos doctrinales, la retórica parlamentaria, los reconocimientos genéricos a las metas no logradas y la magnificación de los escasos avances en términos comparativos, pues fuera del llamamiento a trabajar conjuntamente para concretar las trasformaciones que el país reclama, este acto se realizó sin cambios.
Cierto es que el Presidente se mostró más mesurado, menos retador y hasta llegó al grado de hacer a los miembros de su gabinete una llamada de atención para que hagan un esfuerzo mayor en la realización de las tareas que les han sido encomendadas, pero no obstante que él mismo había anunciado que se presentarían sorpresas a lo largo del informe, éstas nunca se dieron y en términos reales el informe nada tuvo de novedoso en lo substancial.
No faltaron tampoco las muestras de inconformidad y disidencia de algunos legisladores que lo mismo a voz en cuello, que mediante la exhibición de pancartas hicieron patente su repudio a algunas políticas del Ejecutivo sobre todo en materia agraria. Pero ésa es también una práctica común que si bien es violatoria de la ley orgánica y el reglamento del Congreso, resulta inevitable dada la escasa formación y educación de ciertos legisladores.
Mención aparte merece la respuesta al informe que corrió a cargo del diputado panista Juan de Dios Castro, como presidente del Congreso, pues la hizo en términos concretos, sobrios y respetuosos como corresponde a quien ocupa ese alto cargo, toda vez que en esa condición habla a nombre de todos los diputados y senadores y no en representación de su partido, lo que es síntoma de que Castro Lozano estará a la altura de la confianza que una mayoría significativa de diputados depositó en él.