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Sin santosmanía| Cierra derrota tibia jornada

A las afueras del estadio, el negocio es "jugoso" pero no para todos . Restaurantes, avenidas y cantinas lucen vacías.

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- La puerta se abre y los adoradores de los “Guerreros” empiezan a entrar al recinto sagrado. La tribu amante del “Sol” arriba desde temprana hora, los simpatizantes de la templada “Sombra” llegan más desahogados. En el perímetro del estadio, los vendedores ambulantes hacen su agosto, pero más los “acomodadores” de autos. La fiesta está por comenzar... la policía se mantiene alerta.

Desde las puertas de acceso a “la casa del dolor ajeno”, los elementos de la Dirección de Seguridad Pública se dan a la tarea de revisar las pertenencias de los aficionados. Están prohibidos los envases de todo tipo, nada de objetos que pudan ser arrojados a la cancha, las banderas verde y blanco entran sin asta. Las revisiones corporales son al azar basadas en el “malandrómetro”.

Desde las filas de acceso, los vecinos de las colonias aledañas al Corona empiezan a “trabajar”. Los niños se forman en la entrada y conforme llegan los aficionados, el lugar más cercano a la puerta es cedido con 30 pesos a cambio. La oferta es aprovechada y un buen lugar está casi garantizado.

En el estacionamiento, entre los carros, algunos agentes preventivos toman un receso para disfrutar un lonche con desbordante carne adobada. En el sector de plateas, los uniformados hacen rondines por parejas, poco a poco llegan más carros.

“No se lo castigue, no se lo castigue, a cinco pesitos los cojines”, grita un vendedor de improvisadas almohadillas. Sobre un costal, casi 50 asientos provisionales, dos horas después, sólo quedan cuatro.

“Sombra” y “Sol”, “Sombra” y “Sol”, “llévelos, cuántos”, en los cuatro puntos del estadio, los integrantes del Sindicado de Vendedores de Boletos gastan su voz, la demanda es poca, las taquillas están abiertas, los revendedores no pueden ganar más que diez pesos por boleto vendido a uno que otro incauto.

Los loncheros son muchos. “El Payo, desde 1810”, “Chilo”, “El profe Zapata”: son algunos de los más demandados. Veinte pesos por un tremendo manjar.

“No me los ahogues, no me los ahogues lonchero... acá están las aguas”, anuncia un joven frente a tres enormes bidones de cristal rellenos de agua: jamaica, limón, horchata, guayaba, a diez pesos la bolsa o el vaso.

La aglomeración de los aficionados es aprovechada. Jóvenes simpatizantes de uno de los candidatos a diputado federal reparten volantes, amenizados por la banda “Gurú”, que no deja de tocar y motivar a la gente para apoyar a su equipo.

La misma estrategia es utilizada por el Comité Estatal del Instituto Federal Electoral. Con un altavoz, se informa al ciudadano que nadie debe coaccionar el voto, los volantes entregados a los aficionados antes de entrar al estadio también invitan a ir a las urnas el próximo 14 de diciembre.

A las 14:00 horas, dos tambores empiezan a retumbar frente al sector de plateas. A diez metros, las porras del Atlante: “Tito Tepito” y “La Mancha”. Arturo Jiménez, simpatizante de los Potros de Hierro del Atlante, extiende su bandera y posa para su cámara.

“Nosotros venimos a divertirnos, decimos no a la violencia, respetamos a la afición local. El juego va a ser difícil, pero creo que va ser otro tres uno”, dice Arturo Jiménez, oriundo de Ciudad Neza, quien junto a casi un centenar de camaradas esta listo para entrar al estadio.

A las 14:25 horas, el autobús de los Guerreros del Santos Laguna llega al estadio, en los asientos se ven las caras serias y pensativas de los jugadores, pocos se molestan en contestar los saludos.

Ocho minutos después, arriba el autobús de los Potros, en la parte posterior del vehículo, “Chamagol” y otros compañeros juguetean y prestan oídos sordos a los locales que lanzan recordatorios y rechiflas. Al llegar al estacionamiento, algunos aficionados se acercan para conocer a los jugadores... otros sólo para insultarlos. La policía está ausente, al fin, una mentada no es delito.

Los carros siguen llegando. En la acera de la calzada Ramón Méndez, botes, bancos, sillas viejas invaden la fila de estacionamiento. Un joven obeso agita con fuerza un pedazo de franela roja.

El espacio para un auto “seguro y cercano” al estadio cuesta 15 ó 20 pesos. Para cuando empieza el partido, las cuatro aceras ya están repletas, no importa cómo quede el marcador, para los vecinos del estadio, el “juego” siempre es bueno.

Calles y bares vacíos

Antes de las cuatro de la tarde la ciudad era otra: en los expendios, las filas; en el centro, las compras navideñas; y entre las peregrinaciones, avanza a la par de los rezos, los cantos y tamborazos, uno que otro aficionado con la camiseta del Santos Laguna.

Nuevas elecciones se acercan y a la propaganda política se suma a las leyendas en los automóviles y las camisetas albiverdes de los conductores y peatones. Horas más tarde las banderas se quedarían sin ondear.

Unos cuantos minutos para el partido. Las calles cada vez más solas. El número de automóviles disminuye y el de transeúntes también. Los preparativos entran en su etapa de últimos detalles: los televisores se encienden en los puestos ambulantes de comida, en los restaurantes, en los bares y por supuesto en las casas. Todos sintonizan el mismo canal.

Y mientras la hora se acerca, las filas en los expendios poco a poco disminuyen. Rosa agradece que el partido esté por comenzar.

—Hemos tenido mucho trabajo, estamos vendiendo hasta dos cartones por persona.

Las ventas en los expendios se incrementaron no sólo porque ahora cuentan con permiso para expender alcohol los domingos, sino por el partido entre Santos Laguna y Atlante. Los aficionados al parecer, según Rosa, quieren “refrescarse” mientras observan el juego.

—Es por el partido que estamos vendiendo mucho... ojalá y ganen para que nos vaya bien las otras semanas.

A pesar de la expectativa por el juego, en las esquinas predominan las ventas de artículos navideños. Las banderas sólo se compran en las afueras del Estadio Corona. Es ahí a donde va el aficionado capaz de desembolsar de 50 a 100 pesos por algún souvenir guerrero.

Cuatro de la tarde. El balón rueda por la cancha y las calles de la ciudad cambian por completo. Sólo los peregrinos son capaces de anteponer su fe guadalupana a la santista. A esa hora, en las arterias ya no hay conductores molestos que presionen el claxon para apresurar el paso de los creyentes.

En los restaurantes y bares, los meseros esperan la clientela. La mayoría de las sillas y mesas están vacías. Ni las pantallas gigantes de televisión, ni las promociones en la venta de cerveza, lograron atraer a los aficionados. Prefirieron quedarse a verlo en casa.

Los meseros se esfuerzan. Con banderas, camisetas y unas porras bien ensayadas, tratan de animar a los pocos clientes, la razón: el marcador en contra. Ya en el segundo tiempo, pocos voltean a ver la pantalla gigante.

Seis de la tarde. El partido entre Santos Laguna y el Atlante no fue lo esperado. Las calles de la ciudad vuelven a la normalidad. En pocos minutos los peregrinos son presionados otra vez y el tiempo de los semáforos en verde parece insuficiente. Las banderas ya no se confunden con la propaganda política. Todo viso de fervor guerrero desaparece.

De la esperanza a la frustración

Desde algunas cuadras a la redonda se escucha el entusiasmo de los aficionados que abarrotan el Estadio Corona. Faltan 50 minutos para el inicio del partido en que Santos Laguna se juega la permanencia en la liguilla del Torneo Apertura 2003; ganar por dos goles de diferencia es la consigna y el público intenta darse ánimos y confiar en que la ofensiva número uno de la competencia logre el objetivo.

Francisco Javier Gutiérrez Pesquera, director de Seguridad Pública, permanece afuera del inmueble, mientras más de un centenar de agentes se disponen a iniciar su labor: mantener el orden en el interior del escenario. Existe temor por un posible fracaso del cuadro albiverde, el cual podría generar hechos de violencia; la preocupación principal del jefe de la policía en Torreón es evidente.

Arranca el partido y a escasos 15 segundos Atlante se va arriba en el marcador. El público parece resignarse, aunque de pronto, alentado por el sonido local, se mete al partido y apoya con gritos y aplausos a los Guerreros. En la puerta se regalan artefactos que sirven para hacer mucho ruido y por momentos el ambiente en el Corona se torna ensordecedor; una afición unida apoya a su equipo en pos de la hazaña.

El tiempo pasa y la desesperación aparece entre los seguidores de Santos Laguna, el público vuelve a recibir el empuje del sonido local, pero el entusiasmo ya no es el mismo, los problemas para superar al rival cada vez son más complicados y entonces aparecen los primeros proyectiles y líquidos sobre integrantes del cuadro visitante. La invitación al buen comportamiento se repite constantemente, pero en esos momentos la frustración ya se nota en quienes veían ya a su equipo en la semifinal de la competencia.

Los aspavientos de Edgar Solano y Miguel Herrera provocan molestia en la tribuna; el defensa atlantista se marcha expulsado apenas al minuto ocho, mientras el director técnico inicia un duelo que termina fuera del inmueble, al responder las agresiones verbales de algunas personas que no aceptan la eliminación de su equipo.

Miguel Herrera había dicho que si le dieran a escoger un rival para iniciar la liguilla, su elección sería Santos. Estas palabras calan hondo entre los seguidores del cuadro lagunero, como sucede también con lo dicho por Sebastián González, a quien ya se ubica en duelo personal con Alexandro Álvarez.

Santos Laguna está fuera de la lucha por el título, el comportamiento de sus seguidores en el interior del Estadio Corona resulta aceptable, en esta ocasión el trabajo de los guardias parece adecuado y ahora toca el turno de asomarse al exterior del inmueble, en donde mucha gente acepta la derrota con resignación, mientras que otros dan rienda suelta a la frustración de ver eliminado al equipo de sus amores.

El saldo en el interior del Estadio Corona es blanco. La amargura es contenida por la mayoría y aunque no faltan los puntos de vista de cada aficionado, la generalidad acepta que Atlante fue mejor y ya sueñan con otra liguilla, la del Torneo de Clausura 2004.

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