El Museo de las Momias y el Callejón del Beso: dos de los puntos más atractivos
NOTIMEX
GUANAJUATO, GTO.- Desde la época prehispánica los indígenas veían la muerte como un acto de honor que establecía un enlace a otro estado vital y no como el fin de la existencia; esta percepción ancestral sirvió de base para crear el Museo de las Momias de Guanajuato, el más visitado de esta ciudad que alberga en su interior a 108 cuerpos momificados.
Ubicado en la calle de Tepetapa 20, a espaldas del Panteón Civil, en las faldas del Cerro Trozado, el recinto se construyó en 1853, llamado entonces Panteón Municipal. La obra fue realizada en estilo neoclásico por iniciativa del gobierno del Estado y se inauguró el 13 de marzo de 1961.
La necesidad de una necrópolis acorde al creciente número de habitantes, hizo que el ayuntamiento local solicitara al gobierno estatal licencia para construir un amplio y bien acondicionado cementerio en la parte superior del Cerro Trozado. Debido a su orientación y topografía, los cadáveres albergados en el sitio -con un elevado índice de conservación-, al pasar el tiempo se momificaron, lo que dio lugar a que las autoridades dispusieran para atractivo turístico su exhibición, y ahora se les puede observar en una cripta especial del panteón.
Historias de una vida
Según la historia del museo, la primera momia exhumada perteneció al nicho número 214 y en vida llevó el nombre de Remigio Leroy, médico francés, inhumado el 19 de junio de 1865. Así, desde 1870 se han colocado los cuerpos en vitrinas diseñadas especialmente para su conservación.
En entrevista con Notimex, el director del Museo, Manuel Gutiérrez Cerda, explicó que debido a que las momias han sido atacadas por ardillas y ratas se tuvieron que colocar en vitrinas especiales para protegerlas.
Señaló que muchos de los cuerpos tienen por lo menos cien años de sepultura, mismos que se exhiben de pie envueltos en sus casi deshechos ropajes.
La momia más impactante que se exhibe en el museo corresponde a la que en vida llevara el nombre de Ignacia Aguilar, que -según la historia- fue sepultada viva, ya que al momento de inhumarla su rostro estaba contraído, con una mueca propia de la agonía de muerte causada por la asfixia.
Su brazo derecho cubre su cara y el izquierdo su estómago. Se dice que sufrió un ataque epiléptico, de manera que el médico forense la dio por muerta, pero al volver en sí, Ignacia se encontraba dentro de un ataúd sepultada.
De acuerdo con datos proporcionados por el recinto, en 1833 se registró una gran mortandad en la localidad a causa de una epidemia producida por la peste del cólera morbus, por lo que ante el temor de que se expandiera más, los cuerpos fueron enterrados casi en seguida de que fueran declarados muertos.
Otras ocasiones, ocurrió que las personas fueron sepultadas cuando todavía no expiraban, de modo que al volver de su estado cataléptico, ya en la tumba, fallecían finalmente por desesperación, angustia o asfixia. De ahí viene la mueca de dolor que hay en algunas momias.
La exhumación
El titular del recinto museístico destacó que para el 31 de diciembre de 1907 el número de momias desenterradas ascendía a 86, y que a la fecha existen un total de 199, de las cuales 108 se encuentran en buen estado y pueden exhibirse.
Señaló que ante los problemas de espacio, en Guanajuato debe pagarse el derecho de perpetuidad de la tumba a los cinco años de sepultura, o de lo contrario el cadáver es exhumado.
Recordó que en años anteriores, si al realizarse este procedimiento se encontraba un cadáver deshecho se procedía a incinerarlo, pero si su estado era de momificación y ningún familiar lo reclamaba, entonces se desinfectaba y pasaba a exhibirse en el museo.
Informó que permanecen en exhibición dos fetos, cuatro cráneos y 15 niños. De los adultos, 70 por ciento son mujeres; la más reciente data de 1984, pero la mayoría sobrepasa la centuria.
El funcionario indicó que pocas están identificadas, aunque mencionó que sí se han investigado las causas de su defunción.
Lo más impactante
Todo aquél que llega a Guanajuato visita el Museo de las Momias, pero para muchos es tal la sorpresa e impresión de la muestra, que llegan a deponer el estómago o desmayarse.
Entrevistados por Notimex, algunos turistas coincidieron en que las momias más impactantes son “La Embarazada”, que murió durante el periodo de gestación y su embrión también se ha momificado, y “La China”, única de origen oriental. “El Revolucionario”, dotado de uniforme militar; “La Enterrada Viva”, que fue sepultada como su nombre lo indica; “La Ahorcada”, “La Apuñalada” y “La momia más pequeña” que mide aproximadamente 30 centímetros y se considera única en el mundo.
Diario acuden cerca de 800 visitantes. No obstante, en los días que se celebra el Festival Internacional Cervantino (FIC) la cifra es rebasada de manera considerable.
Dentro del museo se puede visitar también la sala “El Culto a la Muerte”, que representa la parte ficticia de la muestra y en ella se exhiben objetos de tortura utilizados por la Santa Inquisición, además de momias y esqueletos de personas muertas de forma tormentosa.
Este lugar es considerado como un pasaje de terror, en el que el misterio y la leyenda protagonizan la escena menos seria y realista del museo.
El Museo de las Momias de Guanajuato está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en donde a la muerte se le admira, se le festeja y se le rinde honor, hecho que solamente en México puede ocurrir.
Leyenda, tragedia y romanticismo
La ciudad de Guanajuato es considerada como uno de los lugares más románticos de México, por sus estrechas y empinadas callejuelas, sus numerosas iglesias y viejas casonas multicolores, y por sus historias de amor, la mayoría de ellas relacionadas con el afamado “Callejón del Beso”.
Todo el que llega a Guanajuato, sobre todo si es en pareja, pregunta por este sitio tan singular, donde se han acuñado diversas leyendas, como la que habla del amor de doña Carmen y don Carlos, una de las más sorprendentes por su valor trágico y romántico.
Según los lugareños, Carmen era hija única de un padre intransigente y violento que la tenía casi aislada de la sociedad, a fin de evitar que le llegara el amor y la arrebatara de su lado.
No obstante, en algunas “escapadas”, Carmen fue cortejada por Carlos, un humilde minero, con el que se veía en un templo cercano a su hogar.
Al ser descubierta, tuvo que soportar el encierro al que la sometió su padre, bajo la amenaza de enviarla a un convento y casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.
En aquella época, todas las doncellas tenían a su dama de compañía, así que la bella mujer acudió a ella para pedirle que le entregara una carta a Carlos en la que le revela el trágico suceso. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograba entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a “precio de oro”.
Así, los enamorados tuvieron largas noches para consumar su amor, hasta que un día el padre escuchó los murmullos y entró a la habitación de Carmen y encontró a la pareja reunida. Enfurecido y en gran acto de violencia, clavó una daga en el pecho de su hija. Ante la tragedia, Carlos enmudeció de espanto y dejó en sus manos, tersas y sin vida, un tierno beso.
El joven no pudo soportar vivir sin el amor de Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana.
La leyenda se corona con una advertencia: La pareja que visite este sitio y se dé un beso en el tercer escalón de este afluente angosto, logrará su felicidad durante siete años; sin embargo, quien no lo haga y pise el lugar, tendrá siete años de mala suerte.
Para las personas que no llevan pareja, no pesa ninguna maldición, pero sí se les recomienda que busquen pareja rápido y al encontrarla, no duden en visitar juntos este lugar situado en la bella ciudad de Guanajuato.
La belleza arquitectónica
“El Callejón del Beso” destaca por su estrechez, ya que sólo mide 68 centímetros de ancho. Su atractivo radica en que los balcones de las dos fincas de este callejón prácticamente se tocan.
Ubicado en las faldas del Cerro del Gallo, en un barrio cuya construcción data del siglo XVIII, la edificación de las casas que conforman el callejón son sencillas y en un estilo peculiar acorde a la topografía de Guanajuato.
Confluye a este Callejón el del Patrocinio, a cuyo término se levanta la puerta principal de la Ex-Hacienda del Patrocinio de Nuestra Señora de Guanajuato, la cual formó parte de un conjunto de haciendas que se extendieron a lo largo de la cañada del Real de Minas.
Bajando desde el oeste por la avenida Juárez, uno de los primeros atractivos que salen al paso es el Mercado Hidalgo. Aunque un poco desordenado, alberga un sin fin de recuerdos y artesanías relativas a la ciudad, al igual que dulces y comidas típicas.
Continuando calle abajo, aparece la plaza del Ropero con una fuente en medio y pequeños y estrechos caminos que salen de ella. Una de esas veredas, la que da hacia el cerro, es la que lleva al famoso “Callejón del Beso”, estrecho y oculto rincón donde caben justo dos personas.
Sin duda, “El Callejón del Beso” es el lugar que por curiosidad o romanticismo se ha convertido en uno de los más visitados de esta ciudad. A la fecha, cientos de estudiantes, turistas y pueblerinos solicitan a los dueños actuales subir a las habitaciones para prometerse amor eterno.
Recientemente, en sus balcones se grabó el final de la telenovela “Entre el Amor y el Odio”, producción de Salvador Mejía; también ha sido marco de numerosos programas como “Al Derecho y al Derbez” y “La Hora Pico”, entre otros.