Quienes gobiernan los imperios, siempre se han caracterizado por la actitud soberbia que asumen frente a todos los demás. Es ese envanecimiento el que ciega su entendimiento y los hace creerse como dioses ante los cuales todos los hombres y los pueblos deben inclinarse y obedecer ciegamente, de manera que nadie tiene derecho a contradecirlos o cuestionar sus planes, así sean éstos contrarios a toda razón.
Eso es precisamente lo que está sucediendo a Estados Unidos y de ahí la actitud que tomaron sus representantes cuando sus pares de Francia, Alemania y Bélgica vetaron la solicitud que aquéllos formularon para comenzar a proyectar la defensa de Turquía en preparación a la guerra con Iraq, solicitud ésta que fue presentada en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Ante la negativa que constituyó el veto de las naciones citadas, uno de los voceros de la Casa Blanca, Nicholas Burns, sostuvo que los E.U. y los otros aliados continuarían con sus planes, al margen de la OTAN, si fuera necesario, lo que pone de manifiesto esa soberbia por la que poco importa lo que otros piensen o quieran, lo verdaderamente trascendente para quien gobierna el imperio norteamericano es qué piense o quiera el inquilino de la Casa Blanca.
Con todo lo anterior, es plausible la posición adoptada por Francia, Alemania y Bélgica, porque se advierte que están buscando caminos para la paz, y no atajos para llegar a la guerra, lo que resulta explicable si se toma en cuenta que los ciudadanos de estas tres naciones sí saben lo que es sufrir los horrores de una guerra en su propio territorio y en cambio, para E.U. las guerras en las que ha participado han sido invariablemente fuera de su suelo. De ahí, que se inclinen más a la guerra que a la búsqueda de la paz.