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Sobreaviso/El 2003, un año difícil

René Delgado

Aun cuando las elecciones sellarán este año, el acontecer de los próximos doce meses rebasará con mucho lo meramente electoral. Cuanto ocurra y, quizá, cuanto deje de ocurrir será determinante en el porvenir nacional cuando menos por lo que resta del sexenio. La complejidad, riqueza y variedad de la agenda anticipan el 2003 como un año tan difícil como definitorio.

La competencia por las 500 diputaciones federales y las gubernaturas de Nuevo León, Sonora, San Luis Potosí, Querétaro, Colima y Campeche concentran la atención. Sin embargo, muchas otras cuestiones sociales, políticas y económicas entrarán a la tómbola de este año que, en un descuido, más bien podría semejar la ruleta rusa de la transición mexicana.

El año viene plagado de sucesos importantes. Algunos aparecen con enorme nitidez en el calendario; otros, sin embargo, ocurrirán al son y ritmo de su propio proceso. Del desarrollo y desenlace de unos y otros dependerá no sólo el curso de este año, sino también del resto del sexenio. Y, de hecho, hasta el segundo semestre se sabrá la dirección del destino nacional.

*** La sucesión en la Suprema Corte de Justicia. Al alba de este año, Mariano Azuela entró al relevo de Genaro Góngora Pimentel. El nuevo presidente de la Corte tiene ya ante sí varios desafíos: mantener la independencia de ese poder; insistir en la reforma constitucional que garantice la autonomía presupuestal de ese órgano, sin depender de la voluntad de otro poder; encabezar el Consejo de la Judicatura sin convertirlo en el trono del metapoder oculto de su mandato; y transparentar el Poder Judicial.

Esas tareas no son fáciles de cumplir y menos si se consideran dos factores: uno, el Judicial es un poder en vías de reconstituirse como tal; dos, la judicialización de la política coloca frecuentemente al Poder Judicial en una situación difícil: dictar sentencias sin perder autoridad.

Al relevo en la presidencia de la Suprema Corte de Justicia sigue otro asunto no menos importante. Hacia noviembre, dos ministros dejarán el servicio: Juventino Castro y Vicente Aguinaco. En esa operación participará, conforme a la ley, el Poder Ejecutivo proponiendo sustitutos. Y, entonces, habrá que cuidar eso: que participar no sea intervenir. La actitud de algunos gobernadores panistas frente a los poderes judiciales de sus respectivas entidades no ha dejado buena memoria.

*** La apertura a los productos agropecuarios en el marco del TLCAN. Prevista desde hace diez años, la apertura a los productos agropecuarios nos toma increíblemente por sorpresa. Cuanto se haga, por grande que sea, necesariamente significará un mejoral para un problema con terribles efectos en el campo. Al gobierno foxista le dejaron una bomba de tiempo cuya cuenta regresiva empezó una década atrás, nunca se desactivó su mecanismo y el efecto de su estallido y su repercusión social está entre los imponderables del año.

Con una estadística que reporta 53 millones de pobres, la repercusión de esa apertura sobre el concurso electoral es una interrogante. Cuándo y con qué intensidad se expresará ese problema es, o debería ser, uno de los focos de atención principales del gobierno y los partidos políticos. Aparte del desempleo, esa apertura presionará el flujo migratorio hacia el norte justo cuando se intenta sellar esa frontera y, desde luego, se profundizará el abismo social. Entre los viejos y los nuevos problemas, el polvorín social es el más preocupante.

Jugar electoralmente con el malestar en el campo será, sin duda, una tentación. La miopía política ha hecho perder conciencia de los arietes que se están usando en la lucha por el poder, pero insertar ese asunto en la contienda electoral obliga a reconocer que, quizá, las urnas no podrán contenerlo.

Jugar con ese asunto será jugar con fuego en una pradera seca.

*** La apertura del pasado y el presente. Sin claridad, fuerza, aliados e inteligencia, el gobierno hizo suyas las banderas del combate a la corrupción reciente y a la impunidad del pasado. Sin embargo, esas banderas podrían convertirse en jirones si quienes investigan el pasado reciente y remoto no saben cómo conducir y culminar su tarea.

Tener sentados en el banquillo de los acusados a Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo, dirigentes de los dos principales sindicatos nacionales -el petrolero y el magisterial-, no es cualquier cosa y menos si, al mismo tiempo, se pide apoyo para emprender reformas estructurales. Si, además, se tiene incriminado por genocida a un ex presidente de la República, como lo es Luis Echeverría, el asunto todavía es más complicado.

El Pemexgate, el presunto homicidio de maestros imputado a Gordillo, el esclarecimiento y castigo de la matanza del Dos de Octubre evolucionarán al ritmo del proceso que implican. Por ende, sus consecuencias no son del todo previsibles, se trata de factores reales de poder que, sin duda, podrían coaligarse en defensa propia y de sus intereses.

Con ingenuidad y algo de perversión, algunos piensan que esos procesos pueden ser un rentable negocio electoral. Desde sus respectivas trincheras pero sin catalejos, ven en el Pemexgate, en el financiamiento de la campaña de Vicente Fox, así como en las averiguaciones del fiscal Ignacio Carrillo Prieto la oportunidad de sacar raja electoral. Sin embargo, los resortes de poder de cada uno de los indiciados son bastante fuertes y, con o sin perversión política, el descontrol de esos litigios podría poner en un predicamento la estabilidad y la gobernabilidad políticas.

Con pies de plomo tendrán que moverse los actores políticos involucrados directa o indirectamente en esos pleitos, ninguna fuerza política -incluido el propio gobierno- cuenta con la solidez, cohesión, lucidez y coordinación necesarias para salvar esos asuntos que podrían dejar por saldo un verdadero enredo.

*** El campo electoral. Reinas del escenario 2003 son las elecciones federal y estatales de mediados de año.

En ese terreno ocurre algo curioso y, a la vez, absurdo. De acuerdo con los estudios de preferencia electoral las posibilidades de Acción Nacional en la renovación de la Cámara de Diputados contrastan con los vaticinios electorales en algunas de las entidades que renovarán su gubernatura. Los blanquiazules gozan de la preferencia electoral en el campo federal, pero no así en el campo estatal.

A partir de esa circunstancia, es posible que Acción Nacional ocupe más curules pero de eso a que constituya una cómoda mayoría diputadil, hay una distancia. Es difícil pensar que la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados se transformará considerablemente. Una Cámara de tres tercios es más factible y, por consecuencia, es improbable que el Poder Ejecutivo amplíe su margen de maniobra ante el Congreso de la Unión.

En las elecciones estatales, las peleas estelares se esperan en Nuevo León, Sonora, San Luis Potosí y eventualmente en Querétaro. Ahí, todo hace pensar que los finalistas serán los candidatos del PAN y el PRI, dejando la arena en Colima al PRI y al PRD.

Lo curioso de esa situación es que las posibilidades de los albiazules y los tricolores se cifran, no en los aciertos que unos u otros acumulen en la campaña, como en los errores que cometan. El colmo de ese absurdo lo protagonizará el PRI, que en San Luis Potosí y Sonora puede conservar el poder pero su principal desafío será subsanar y superar la división interna; y en Nuevo León y Querétaro, donde puede reconquistar el poder, su desafío será el mismo.

Evitar la incompetencia será el reto.

*** El entorno político y económico mundial. Concentrados en la situación doméstica, la agenda internacional escapa de pronto a la vista y, desde luego, cuenta.

En la escena internacional, la carrera armamentista reaparece en medio del redoblar de tambores de guerra. Algunos analistas fincan el crecimiento económico nacional en el efecto que podría acarrear el conflicto en Iraq. En ese esquema y como otras veces, los factores exógenos le darían una oportunidad menor al país pero, en el fondo, sería una pena archivar las reformas estructurales que exige el desarrollo nacional.

Ese entorno internacional que anticipa una guerra y pinta de inestabilidad el sur del continente, desfavorece y complica el desarrollo político, económico y social del país. La agenda continental y ultramarina es compleja y peligrosa, e influirá determinantemente en el destino nacional, sobre todo, teniendo en cuenta la vecindad con Estados Unidos y el monotemático discurso de su Presidente.

*** La posibilidad de un gobierno de coalición. Creciente la tensión social, improbable un cambio fuerte en la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados, advertidas las dificultades económicas del año entrante, documentada la falta de coordinación y de resultados del gabinete, hacia agosto, el presidente Vicente Fox se verá obligado a considerar seriamente la idea de dar un golpe de timón.

Si el país sigue paralizado, el único margen de maniobra para salir de esa situación estará en el gabinete. En ese ámbito, el presidente Fox podría declarar una crisis de gabinete para quedarse sólo con aquellos colaboradores útiles y leales y sumar fuerza a su gobierno sobre la base de integrar un gobierno de coalición que le permitiera negociar dentro y desde el gobierno cambios legislativos que operaría el Congreso.

A partir del segundo semestre, la reflexión y la prudencia -algo que hasta ahora no se ha visto mucho- deberían constituir la conducta presidencial.

*** El 2003 empezó antes de que el calendario le diera el banderazo de salida. Las cartas están sobre la mesa pero faltan aquellas que perfilarán el juego. Será, sin duda, un año intenso con muy serios problemas pero, en el fondo y con todas las dificultades, será una oportunidad para darle perspectiva al país. Esa posibilidad obliga a darle la bienvenida.

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