Los habitantes de Ciudad Juárez, Durango, deben acarrear tinas de ranchos lejanos
CIUDAD JUÁREZ, DGO.- La piel pegajosa por el sudor es testigo de ello. Desde hace varios días los habitantes de Ciudad Juárez, Durango, sufren las consecuencias de no contar con una sola gota de agua. Los trastes y la ropa sucia se amontonan en los rincones de las casas.
Con 67 años encima a María Isabel Hernández le cuesta trabajo acarrear agua, no puede con el peso de los botes y tinas. Desde hace cuatro días a todos los habitantes de esta comunidad les cortaron el servicio, ahora deben traerla de los ranchos cercanos.
“Agarramos agua de donde podemos, deberían avisarnos cuando la van a quitar para no pasar por estas cosas. Dijeron que iban a traer pipas pero no alcanzó para todos”, dice María Isabel.
María Isabel no entiende por qué cortan el agua si nada más cobran 33 pesos mensuales, pero aún así la gente se niega a pagar. Ni siquiera los profesionistas, dice, con su buen sueldo están al corriente con sus recibos.
“Por culpa de los drogueros nosotros no tenemos agua, dicen que mucha gente no quiere pagar los recibos, creo que hasta deben varios años y eso no es justo para quienes con esfuerzo estamos al corriente”.
Los alumnos de la escuela primaria, dice, se tienen que aguantar las ganas de ir al baño porque no hay agua. A la hora del recreo es peor porque después de tanto juego la boca se seca y la sed no los deja concentrarse en las clases.
La mayoría de las amas de casa se enteran que no tendrán agua por varios días cuando ya es demasiado tarde. Carmela García había ido a llevarle el lonche a su esposo cuando al regresar se dio cuenta que ya no había ni una gota, por eso no pudo siquiera juntar para lo más indispensable.
“Nosotros ni nos pudimos bañar, tenemos los montones de ropa sucia porque no podemos lavar y todo porque algunos no quieren pagar los recibos, mi esposo hasta paga tres meses por adelantado”.
Carmela García se promete a sí misma ponerse más lista la próxima vez. Así cuando corten el agua no va a estar desprevenida y ya tendrá todos los botes listos para juntarla.
En una acción desesperada Navidad Martínez abre la llave de su casa. Quiere demostrar que es verdad lo que dice Carmela.
- Ve, la llave está se seca, ni una gota hay.
A veces, dice Natividad Martínez, en algunas cuadras sí hay agua, pero si acaso unas dos horas al día, es cuando las señoras aprovechan para lavar la ropa y almacenar el líquido para lo más indispensable: cocinar y bañarse.
La sombra del desempleo
A partir del próximo lunes Elisa Lozano deberá levantarse antes de lo acostumbrado para acudir a su nuevo trabajo. No es para menos, el recorrido de Ciudad Juárez a Torreón es de casi una hora, cuando hay mucho tráfico puede durar más.
Pero Elisa dice que no le importa invertir tanto tiempo para ir a su trabajo. Incluso ha pensado en dormir en el camión mientras llega a su destino, así recuperará el sueño perdido. Y es que dice, en Ciudad Juárez no hay dónde ganarse la vida.
Por muchos meses Elisa fue víctima del desempleo y la falta de oportunidades, por eso no la pensó dos veces cuando le ofrecieron trabajar en una maquiladora en Torreón. Es madre soltera y su bebé de apenas cuatro meses de nacido, necesita muchas cosas.
El sueldo, dice, no es muy bueno. Le pagarán menos de 900 pesos por semana si bien le va. Pero eso no importa porque antes no ganaba nada.
Hace algunos meses llegó a Ciudad Juárez la maquiladora Jumbo Pack, se instaló en el inmueble que antes era ocupado por la empresa Casolco. Pero a decir de Elisa el trabajo es mucho y la paga mala.
“Esa empresa fabrica costales y empaques para alimento o ropa, pero dicen que a cuatro personas les quieren pagar un peso por cada costal, eso es injusto, es muy poco, con eso no sacamos ni para el gasto diario, además cuando estuvieron contratando gente pusieron anuncios, luego iban pero los traían a vuelta y vuelta”.
La falta de trabajo se nota en cada esquina de Ciudad Juárez. Ahí jóvenes y señores se juntan para dejar pasar el tiempo. No tienen nada más qué hacer, sólo ir a acarrear el agua de las comunidades cercanas.
Ya no son negocio
Las vacas de don Ruperto aún no han muerto de sed. Desde hace varios años construyó una pila donde almacena agua para darles de beber todo lo que quisieran, hasta en los tiempos difíciles de la escasez.
Pero según don Ruperto Agüero ser dueño de vacas ya no es garantía de riqueza, a menos que se tengan por decenas. Desde hace tiempo ya no sabe qué hacer con sus animales porque dice, “sale muy caro darles de comer y las ganancias por la venta de la leche de traspatio son mínimas”.
El litro de leche, explica, se vende a dos pesos con 60 centavos, pero el kilo de alfalfa cuesta dos pesos con 20 centavos, mientras los bultos de alimento con 40 kilos valen 83 pesos. Por eso las ganancias nunca son buenas.
“Nosotros los poquiteros –se refiere a los productores de traspatio- ganamos muy poco, somos unos fracasados, de buenas que ya no tengo familia que mantener, sólo a mi esposa, mis ocho hijos ya se casaron, afortunadamente ya hicieron su vida aparte”.
En opinión de don Ruperto sólo los ganaderos importantes o los pequeños propietarios son exitosos: “tienen un monopolio y a nosotros, a los poquiteros, nos han fregado, yo digo que ellos tienen la culpa de que vendamos a un precio tan ridículo el litro de leche, nos la pagan a lo que les da su gana”.
Además, a pesar de vender el litro de leche a un precio mínimo, en ocasiones ni siquiera así la quieren comprar, después hasta deben tirarla porque no hayan qué hacer con el excedente.
Para ahorrar un poco de dinero en la alimentación de las vacas, don Ruperto opta por darles pencas de nopal: “pero es buen alimento, les hace bien comerlas”, asegura mientras les quita las espinas para ponerlas en el pesebre.