Gómez Palacio

Sola ve pasar los años

Sigue adelante gracias a la caridad de la gente

Félix Casildo Ventura habita un pequeño cuarto de tres metros por dos

GÓMEZ PALACIO, DGO.- Tiene 83 años y vive sola. Su casa es un cuartito de apenas tres metros por dos ubicado en un rincón a la orilla del bulevar periférico Ejército Mexicano, exactamente en donde está el letrero que anuncia a los conductores “Termina Gómez Palacio, principia Lerdo”. Su nombre es Félix CasildoVentura y es originaria del pueblo de Michoacanejo, Jalisco.

“Me vine cuando tenía 25 años aquí a La Laguna porque mi hermana me mandó el pasaje, pues yo estaba sola”, explica con su voz aguda y quebradiza.

Más adelante dice que desde que murió su esposo, hace cinco años, vive sola. “Ahí vivía en medio de la carretera, nada más que ahí mi señor falleció... le pegó un paro y me vine para acá”.

El cuerpo de Doña Félix es muy pequeño y aparenta cierta fragilidad. Su piel morena alberga ya una gran cantidad de arrugas. Su hogar es diminuto, apenas si cabe ella. Se trata de una construcción de unos cuantos blocks y una puerta de metal con mosquitero. Afuera hay unas cuantas macetas con plantas color morado y verde. Sobre un lavadero de piedra, Doña Félix recarga su brazo y todos sus recuerdos, mientras platica, “los señores de la carretera me construyeron mi casa”. No obstante, aún tiene muchas necesidades.

“Toda mi vida he sido pobre... nada tengo”, comenta con cierta resignación.

¿Tiene agua potable?

—No, me la da la señora— y señala a una mujer que al parecer es su vecina.

¿Tiene luz?

—¿Sí tengo, verdad, luz, sí tengo?... me pasaron la luz ellos— y vuelve a referirse a los de la casa de un lado.

¿Tiene drenaje?

—No, no tengo ni baño.

¿Y cómo le hace?

—Ahí con la señora, me prestan el baño— que más bien es una letrina. Luego, aclara: “pero ya van a quitar el baño, ya vendieron ‘ai’, vendieron el pedazo”.

¿Cómo se mantiene?

—No, pos ‘ai’ me dan... me dan los dos o tres pesos cuando salgo.

Su marido se dedicaba a la labor, pizcando algodón o cortando maíz “le pagaban los siete, los ocho pesos al día, con eso vivíamos”. Pero Doña Félix antes también trabajaba, vendía nopales, tuvo que dejarlo porque, según dice, un fuerte dolor le aquejaba en sus manos. “Todo me duele... mis manos, mis huesos”, exclama.

¿No tiene medicinas?

—No pos no he ido... no tengo seguro... no he ido.

¿Y sus hijos, donde están?

—No, no tengo, nada.

¿Nunca los tuvo?

—No...

¿Y por qué?

—Pos quién sabe... no tuve— responde sin más explicaciones y observando el suelo como buscando una respuesta.

En cuanto a demás familiares a los que pudiera recurrir, comenta, “¿allá en mi tierra? sí, sí tengo pero pos no” hace una pausa para recordar y rectifica: “no, no, pos ya cuál, ya mi hermano el otro se murió y tengo otro que se lo llevó la hija para el otro lado”. Y su hermana, la que le pagó el pasaje para que viniera a La Laguna, también murió ya. “Todo se acabó, todas mis tías... todo se acabó ya” habla y la voz pareciera irse apagando conforme termina la frase.

La señora Casildo Ventura come de lo que la gente le regala. Dice que de vez en cuando recibe una despensa, pero “ya tiene mucho que no vienen... como unos cuatro o cinco meses”. Se entretiene en el día aseando su pequeño cuarto y “con lo poquito que hago para mí”.

Cuando ella se vino a vivir a este lugar, hace más de 40 años, todo era puro monte. “La escuela ésa la 54, no estaba tampoco, ni los internados... ahí estaba nomás el Polvorón, una pequeña (propiedad) era de Cholón, sembraban algodón y luego nogales... había mucha nogalera”. Y respecto a lo que actualmente la rodea: los fraccionamientos, las empresas, el Libramiento, dice, sin dudarlo, “todo esto es nuevo... antes era puro monte, ora está bonito”.

¿Le gusta La Laguna?

—Sí, pos ya tengo mucho tiempo...

¿Qué le gusta de aquí?

—Todo... la gente es muy bonita, me han ayudado mucho aquí y a todos les doy las gracias y que Dios los socorra.

Ahí está Doña Félix, viendo y sintiendo pasar los años mientras la ciudad crece y nuevos vientos le golpean el rostro. Ahí está, en su cuartito de block, en cuyo exterior, en color blanco, se lee: Ave. San Ignacio 401.

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