Explica el dueño de los predios que los trabajadores dormían en el suelo para respetarles su cultura
MATAMOROS, COAH.- Curiosamente, los campos ya estaban vacíos. Los jornaleros hidalguenses que laboran en los predios de Enrique Alonso, partieron el pasado viernes con siete días de anticipación según la fecha que estipulaba el contrato; el motivo, la producción sorpresivamente llegó a su fin. Sólo que la presencia de objetos personales olvidados en las barracas, parecen suponer una huida obligada.
Así lo considera Saúl Sifuentes Guerrero, miembro del Consejo del Centro de Derechos Humanos, Juan Gerardi y dos integrantes más de este Organismo no Gubernamental (ONG), que junto con Manuel Isaac López Soto, visitador adjunto de la Segunda Visitaduría General de la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Coahuila y Sandra Mejía Soto, secretaria del Comité Municipal del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en esta ciudad y la representante de El Siglo de Torreón, acudieron el viernes pasado, a la pequeña propiedad Agro Laguna Sociedad de Producción Rural de Responsabilidad Limitada y no El Paredón, como se había indicado en la pasada edición dominical, para conocer las condiciones de vida que ahí les ofrecen a los indígenas de Huejutla, Hidalgo.
Eran poco más de las siete de la noche, pero aún los rayos del sol jugueteaban con las plantas de algodón, chile y tomate que ahí se cultivan. Sin embargo, ya no había rastro de seres humanos. Más adelante, a la izquierda del camino que conduce a las barracas, se logró apreciar a un grupo de jornaleros que empaquetaban el chile; con ellos estaban unos hombres, cuya vestimenta hizo suponer que eran los dueños. Al descubrir la presencia de los vehículos en que viajaba el contingente, condujeron a toda velocidad por un camino alterno, una camioneta blanca que dejó a su paso una gran nube blanca de tierra para al final, situarse frente a los visitantes e impedirles el paso.
El contratista se encarga de todo
De la camioneta bajó Enrique Alonso Casales Jr., así como un joven y un hombre mayor que con calma se plantaron ante los visitantes. La consigna fue: “Esta es propiedad privada y no pueden entrar sin permiso”. Luego, previa identificación de quienes integraban el contingente se inició el diálogo.
El agricultor primeramente apunta que los indígenas habían partido ese día –viernes 14- por la mañana, “ya no hay nadie aquí”, asevera y luego se apresura a decir que Tomasa Domínguez Ramírez o la promotora Paulina Zamora del Programa de Atención a Jornaleros con sede en Gómez Palacio, Durango, acuden lunes y viernes a supervisar el lugar y en actas asienta las irregularidades o aciertos respecto a las condiciones que ahí les ofrecen.
“En caso de plagas de moscas, chinches u otros insectos, nos dicen que fumiguemos o que encalemos los cuartos; revisan el menú de las comidas...”, enumeró y al solicitarle una de esas actas y el contrato bajo el cual es solicitada la mano de obra de los hidalguenses dice, “lamentablemente no tengo a la mano esas copias”.
¿Cómo es el proceso de contratación y quién lo hace? “Lo hace una persona que cuenta con la autorización de las autoridades locales del Estado de Hidalgo”. El contratista se contacta con los agricultores y pregunta qué tipo de cultivos se cosecharán y sobre el número de trabajadores que formarán la cuadrilla.
“Nosotros pedimos un número específico de jornaleros, con una edad determinada y pedimos que no vengan mujeres embarazadas; pero llegan aquí más de lo que necesitamos y de las edades no requeridas... ¿qué podemos hacer?”. Sobre la mano de obra infantil argumenta, “eran las vacaciones, además, ¿qué hace usted cuando unos padres de familia le piden que los deje trabajar?”.
Explica el agricultor que antes de llegar acá se les da un anticipo. Por ejemplo, a la cuadrilla número tres, cuyo contrato se llevó a acabo el 30 de mayo compuesta por 50 jornaleros -que fue la que precisamente partió el sábado nueve de agosto y en la que iba Mateo Flores Hernández, el septuagenario que otros compañeros en su dialecto, lo obligaron a callar-, se le giró un cheque con 20 mil pesos de enganche, “recibieron 500 pesos por cabeza”.
Asegura que contrario a lo que se informó en la pasada publicación dominical, los fines de semana reciben una determinada cantidad para sus cigarros o chicles, “ellos piden un préstamo semanal de lo que recibirán por el total de 60 días” y para demostrar lo que argumenta, mostró una copia de un cheque girado el 13 de junio por cuatro mil pesos, que divididos entre 50 jornaleros, a cada uno les tocó 80 pesos. Para liquidar el trabajo de la planilla número tres, se giró un cheque por 188 mil, 188 pesos, “lo que quiere decir que a cada uno se les entregarán tres mil 763 mil pesos con 76 centavos”, que se los dará el contratista, pues él se encarga de todo.
Agua de su propio chocolate
Para Enrique Alonso Casales, “los indios”, ya nos son como antes, “antes hasta le besaban a uno la mano... así era al principio, pues había un respeto por el patrón, además ahora ya no quieren trabajar” y asienta que por eso ahora está dudando en traer a jornaleros indígenas y que quizá optará por ofrecer la mano de obra a los trabajadores locales.
El acceso a las barracas fue permitido luego de un prolongado diálogo, entre el agricultor y los integrantes del contingente. En alrededor de 12 cuartos en condiciones deplorables, carentes de todo tipo de muebles y obscuros debido a que por vidrieras fueron colocadas unas viejas láminas que impiden la circulación del aire, los jornaleros indígenas descansan sobre cartones por 60 días.
Ahí en algunos cuartos se veían aún, vestigios de la presencia de seres humanos: pantalones, huaraches y otros objetos regados como al descuido... como si hubiera prisa para dejar el lugar.
Si bien es cierto que ellos están pensando en ofrecerles un mejor nivel de vida, como el hecho de instalar literas en los cuartos, “pero de metal, porque en verdad, ellos se llevan todo, puertas, cucharas, platos, ¿a poco ustedes cuando van de vacaciones no toman las toallas del hotel... es lo mismo”.
Los “indios”, no están acostumbrados a lujos, “habría que ver cómo viven en su lugar de origen, es lo mismo, duermen en el suelo, es como respetarles su cultura... prefieren bañarse en el estanque que en regaderas...”.