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Soñar no cuesta nada.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Parece ser que la famosa, debatida y esperpéntica Reforma Fiscal quedó en nada. Y por ello, nada de lo que sucedió fue nuevo: solamente fue más de lo mismo que ha ocurrido diciembre tras diciembre, desde que las ambiciones tomaron en sus manos las riendas del país. Fue la misma irresponsabilidad legislativa, de los representantes populares, su igual modo de enredar los asuntos sometidos al escrutinio de su soberanía, un cinismo semejante al de anteriores padres conscriptos y un mohín de indiferencia frente a la abrumadora obligación que depositó el pueblo sobre sus hombros.

No tendremos, pues, reforma política, aunque habrán Presupuestos de Ingresos y de Egresos, pues sin ellos no puede funcionar el gigantesco aparato burocrático del cual forman parte los legisladores para nutrir sus inflamados vientres. La Cámara de Diputados dio la espalda a la realidad económica de la República, a la escasez de recursos fiscales, a las demandas de orden y transparencia financiera que exigen los inversionistas convocados por el Gobierno para instalarse aquí, creando empleos, pagando impuestos y generando esa corriente de impulsos socioeconómicos, llámense producción, consumo, mercado, intercambio comercial y de divisas etc, que podrían desarrollar al país y conducirlo a estabilizar la economía nacional.

Los diputados del PRI, del PRD y de sus partiditos de paja se escudaron en la justicia social a la que aspiramos todos los mexicanos, si bien de modo irresponsable. El PAN devino insuficiente ante la mayoría contraria y sus argumentos: el pueblo ­­los pobres, se entiende­­ están económicamente mal y cargarlos con el fardo de nuevos y agresivos impuestos acarrearía su aniquilación. Nadie desea participar en el genocidio que significa alejar a las clases populares de los alimentos y las medicinas, si los gravamos con equis o zeta tasa en el impuesto al valor agregado. Pero en forma paralela nadie reflexiona en cómo el Estado podría contar con los recursos necesarios para resolver los problemas sociales de salud, de bienestar, de empleo, de comunicaciones, de educación, de sanidad, de urbanismo, etc. si no dispone de un sistema general, obligatorio y equitativo de contribuciones públicas.

Quizás haya una pérdida de perspectiva en el protagonismo legislativo, es posible que los diputados mezclen las paridas con las preñadas. Mañosamente se ha batido el engrudo de dos conceptos políticos: la cuestión electoral, que ya no tiene remedio, con la administración, que sí lo tiene y se le puede aplicar con sesuda pertinencia. Los partidos han hecho un campo de batalla en la legislatura para resolver los conflictos electorales del inmediato futuro, desviándose de su objetivo principal: conseguir la estabilización económica del país para acercarlo a un más completo desarrollo en los tres años que le quedan al actual Gobierno. Para lograrlo hace falta un ejercicio unificado de sensatez y ubicación histórica: el Gobierno Federal no es del PAN, es del pueblo que lo eligió en comicios democráticos, legales y pacíficos. Si Fox sirve mal a los mexicanos, mal podrían beneficiarse de ello el PRI o a cualquier otro partido. Es sobado, pero resulta cierto, que si al gobernante le va mal a los gobernados nos va peor. ¿Qué persiguen el PRI, el PRD y sus paniaguados, al estorbar decisiones legislativas que podrían construir un país mejor para todos los mexicanos? ¿O piensan Madrazo, Elba Esther, el perredismo y los demás ismos representados en la Cámara que las zancadillas legislativas van a resolver por si mismas los problemas estructurales del país? La única actitud que podría generar soluciones a nuestros problemas ha de venir de la unidad de los protagonistas políticos. El divisionismo sólo conduce a la devastación de la esperanza común.

Es cierto, la pobreza es nuestra más relevante enemiga; preguntémonos entonces cómo hacer que los pobres sean menos pobres. ¿Lo serían si el Estado decidiera adoptarlos, familia por familia, para mantenerlos, educarlos, cuidarlos y capacitarlos para el trabajo con cargo al presupuesto público? ¿Y dónde laborarían los millones de mexicanos becarios de la caridad oficial? ¿Quién les pagaría sus emolumentos? ¿Cuánto dinero requeriría el Estado para financiar tan plausible empresa? La generación de mexicanos a la que pertenezco nació con el PRI. Setenta años vivimos en el país bajo las condiciones políticas, económicas, sociales e ideológicas del Partido Revolucionario Institucional. Fueron ideales en su tiempo. No imaginábamos una vida mejor. Pero aquellos setenta años de vigoroso partido único ya cumplieron su misión, y llegaron a su crisis sin comprender la necesidad de una completa transición política. Jamás entendimos las ventajas de la democracia hasta que las vivimos. Pero la democracia sin un proyecto viable no sirve para nada. Y el deber de proyectar lo mejor para México no compete sólo al Presidente de la República, ni es misión exclusiva de los diputados y senadores.

Ese trabajo corresponde a todos. Hoy, muchos mexicanos soñamos en un México democrático, feliz, autosuficiente y seguro en cada paso que dé hacia su realización total. Hoy, muchos priistas creemos aún en esa cosa en que ha quedado convertido el PRI, pero no en quienes se apoderaron de su vida para destruirla. ¿Hay esperanza de salvación? ¡Carajo! cómo me gustaría decir ¡la hay!... ¿Serviría decir que necesitamos unirnos y actuar con decencia política? Mmmmm....soñar no cuesta nada...

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