En el caso de las elecciones en Sonora, se confirma la opinión de Winston Churcill sobre la democracia, como “el peor sistema político, a excepción de todos los demás”.
El relevo sexenal ofrece en Sonora, una secuencia de agravios entre el poder central y el pueblo sonorense. Ejemplos son la caída de los gobernadores Fausto Topete en 1929 y Ramón Ramos en 1935, en virtud de sendos conflictos con Calles y Cárdenas, que terminaron en un desconocimiento de los poderes locales por parte del Congreso de la Unión en cada caso.
Eran los años del poder absoluto y del Partido de Estado, en que las gubernaturas se asignaban por voluntad exclusiva del Presidente de la República. El 17 de mayo de 1967, el primer batallón de fusileros paracaidistas del Ejército Mexicano toma por asalto la Universidad de Sonora. La causa, el sofocamiento de una rebelión popular en contra de la imposición de Faustino Félix Serna como candidato del Partido Revolucionario Institucional y por ende, como inevitable gobernador de la entidad.
Faustino fue instalado a punta de bayoneta y el régimen tuvo que reconocer el primer triunfo de la oposición en un ayuntamiento. La ciudad de Hermosillo quedó en manos del Partido Acción Nacional y de su candidato Jorge Valdez Muñoz, un modesto impresor que inaugura la alternancia que en adelante sería recurrente en ese municipio y en otros de la entidad.
Durante su gira de campaña, el candidato Luis Echeverría fue cautivado por un joven político al que ungiría como Subsecretario de Gobernación en su gabinete y más tarde como Gobernador de Sonora. El Presidente mandó modificar la Constitución del Estado Independiente Libre y Soberano de Sonora y Carlos Armando Biebrich fue gobernador a los treinta y tres años.
Dos años después, la delirante política de confrontación entre Estado y Sociedad desatada por Echeverría, provocó la invasión de predios agrícolas en el Valle del Yaqui con su desenlace: La matanza de campesinos en San Ignacio Río Muerto la madrugada del 23 de octubre de 1975, la destitución de Carlos Armando Biebrich como Gobernador de Sonora y una nueva aparición de tropas federales.
Este episodio de lucha de clases orquestado desde el poder, produjo el anacrónico reparto de cien mil hectáreas, generó el paro masivo de actividades agrícolas y mantuvo enfrentados a los sonorenses entre sí y con el Gobierno Federal los siguientes diez años.
José López Portillo heredó el conflicto y manda como gobernador a Samuel Ocaña García, oscuro médico formado en la burocracia federal, que consolidó el despojo de tierras disfrazado de reforma agraria.
En 1985, Miguel de la Madrid impone a Rodolfo Félix Valdez, personaje sin arraigo que nace en Nacozari de una familia avecindada temporalmente en el mineral, que lo llevó a la ciudad de México a la edad de doce años. Félix Valdez se desempeñó como funcionario en el Departamento del Distrito Federal toda su vida y volvió a Sonora cincuenta años después como candidato del PRI a gobernador del Estado.
Salinas de Gortari entroniza a Manlio Flavio Beltrones, personaje sórdido formado en la policía política de Fernando Gutiérrez Barrios, que impulsó la legislación que en Sonora mantiene el control de las elecciones en manos del gobierno, a contracorriente del sistema ciudadanizado que impera a nivel federal.
Ernesto Zedillo impuso al gobernador actual Armando López Nogales, sujeto anodino que la pasó nadando de muertito y concluye de manera intrascendente.
Cada uno de los ciclos sexenales, fueron precedidos por destellos de esperanza seguidos de estertores de rebeldía que lo mismo culminaban en fraude electoral y prisión para los disidentes, que naufragaban en el mar de la decepción y la apatía.
Por ello el reciente proceso electoral significa un paso adelante en la vida democrática del Pueblo de Sonora. Es cierto que además de los viejos vicios del acarreo y la compra de votos, la elección estuvo contaminada por una guerra sucia que provocó una gran abstención y agravios mutuos que deberán superar triunfadores, derrotados y sociedad en su conjunto.
También es cierto que por primera vez se enfrentaron dos hombres libres como candidatos que son líderes reconocidos en la comunidad, que surgieron de sus propios partidos en virtud de procesos internos razonablemente confiables y fueron sometidos al escrutinio de la sociedad en contraste al viejo sistema de selección a puerta cerrada, dedazo e imposición. Lo dicho: La democracia es el peor sistema político, a excepción de todos los demás.