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Sorprende el fuego a San Diego/Actitudes

José Santiago Healy

Cuando la naturaleza ataca no existe poder humano que la detenga y menos que la venza.

El pasado fin de semana vivimos en San Diego una dura y amarga experiencia que tomó por sorpresa a toda la población de la región.

El domingo el cielo amaneció entre nublado y ennegrecido, especialmente al norte de la ciudad. Pensamos que una tormenta se avecinaba y que sería cuestión de horas para tener encima el aguacero.

Al mediodía cuando llevamos a nuestro hijo de ocho años a su partido semanal de beisbol nos enteramos que las nubes eran de humo y que varios incendios amenazaban al Condado de San Diego, entre ellos el de Otay Lakes que se encontraba muy cerca de nuestro domicilio.

El partido se canceló y de inmediato regresamos a casa para enterarnos a través de la televisión que uno de los incendios había devorado cientos de residencias de Scripps Ranch y Santana, dos zonas residenciales del noreste y que amenazaba con extenderse hacia otras áreas de la ciudad.

Advertimos también que el fuego de Otay Lakes se extendía rápidamente y anticipaba llegar a las nuevas colonias de esa zona que en los últimos años ha crecido a velocidad supersónica. Las llamas podían verse a menos de dos millas, en las laderas de los cerros cercanos.

Sin pensarlo mucho tomamos algunas pertenencias para evacuar nuestra casa, el humo se sentía más pesado y nuestros hijos comenzaban a mostrar angustia y preocupación.

De ahí en adelante vivimos la misma odisea que miles de familias del sur de California, excepto que el fuego no consumió nuestro hogar como ocurrió a más de mil familias de la región.

Como sucede en toda tragedia se presentaron varias coincidencias desafortunadas que hicieron que los incendios de complicaran. En primer lugar el hecho de que el grueso de los bomberos de San Diego se trasladó un día antes a Los Ángeles para combatir los fuegos que afectaban a San Bernardino y Riverside permitió que los siniestros se extendieran con rapidez.

Los famosos vientos cálidos de Santa Ana fueron el segundo factor que ocasionó que las llamas avanzaran a pasos agigantados sin respetar zonas residenciales ni lugares públicos.

La amenaza del fuego se vivió todo el domingo por la noche y durante el lunes hasta el mediodía. Ese día los vientos amainaron y con la ayuda de más bomberos poco a poco se avanzó en el control de los siniestros.

Pero el humo y las cenizas fueron muy intensos en toda la costa de California, incluyendo Tijuana y Tecate en donde los efectos fueron menores pero que también obligaron a suspender clases en primarias y secundarias, amén de las actividades de varias empresas.

Fue hasta el miércoles cuando finalmente la contaminación cedió y poco a poco reapareció el cielo azulado con su eterno compañero, el brillante Sol.

Los saldos de las conflagraciones son impresionantes: 17 muertos, 2 mil millones de dólares en daños, 1,100 casas quemadas, 750 millones de acres devastados y varios miles de refugiados que durante días permanecieron en albergues públicos.

Se trata del peor incendio en la historia de California y seguramente entre los más devastadores jamás ocurridos en los Estados Unidos, sin olvidar que la pesadilla no concluye toda vez que en poblados serranos como Julián el fuego se mantiene vivo y amenazante.

Lo impresionante es que muy poco puede hacer la población por evitar estos fenómenos de la naturaleza y menos en este país en donde las construcciones son realizadas en su gran mayoría de madera.

De esta experiencia aprendimos que las tragedias no esperan y que siempre hay que estar preparados para enfrentarlas desde nuestro propio hogar. Todos debemos tener un plan para cada contingencia a fin de evitar al máximo el riesgo de perder la vida o de salir herido.

San Diego se restablece lentamente de esta terrible tragedia y en medio del dolor que sufrieron miles de personas, por años serán recordados los bomberos, voluntarios y tantos auxiliares que con su tiempo, trabajo y entrega contribuyeron a superar esta crisis.

El autor es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana con maestría en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de San Diego. Comentarios a jhealy@diariolatino.com

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