Por Cristal Barrientos Torres
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- Su peor castigo es no poder estar con sus hijos. En el Día de la Madre, más de una presa del Centro de Readaptación Social de Torreón (Cereso), se arrepiente y quisiera echar el tiempo atrás. Pero no pueden. Sólo les queda esperar para volver a estar con ellos y recuperar lo perdido.
Desde septiembre del 2000, cuando la Policía Federal Preventiva entró a desmantelar el autogobierno en el Centro de Readaptación Social, nadie que no haya cometido un delito puede vivir en la cárcel, ni siquiera los hijos de las presas.
Así se decidió. Y desde entonces decenas de mujeres sufren por estar lejos de sus hijos.
A Rosa María los remordimientos no la dejan vivir en paz. Cuando era libre poco se ocupó de sus hijos, ahora que está presa quisiera verlos aunque sea una vez, pues desde hace varios meses no ha vuelto a saber nada de tres de sus cuatro hijos. La más pequeña está en el albergue del Padre Manuelito.
Hace dos años y cuatro meses, Rosa María Rojas Silva fue detenida por posesión de drogas. Debe cumplir una sentencia de diez años por delitos contra la salud. El peor castigo que le pudieron dar no fue la prisión sino estar lejos de sus hijos.
Es madre de dos hombres y dos mujeres. Sólo la más pequeña –Mayela- ha crecido a su lado porque vive en el albergue del Padre Manuelito y la visita todos los jueves sin excepción. Rosa María tampoco sabe nada de su padre y debió soportar el sufrimiento de no poder estar cerca de su madre cuando falleció hace algunos meses.
Sus tres hijos viven con el papá de Rosa María en la colonia Carolinas. Sin saber los motivos exactos, lleva varios meses sin poderlos ver, incluso ya le mandó una carta a su padre pidiéndole que les permita ir a visitarla, pero hasta la fecha no le ha contestado.
Ayer en el interior del Cereso se realizó un festejo a las reclusas por el Día de las Madres, sus hijos no acudieron a verla, sólo Mayela. Esperaba que por ser una fecha especial fueran a visitarla aunque no llevaran regalo, pero eso no sucedió.
Mayela siempre le pide a Rosa María que se porte bien para que pueda salir pronto. No quiere estar separada de ella. “Aquí se aprende mucho, antes dejaba a mis hijos con mi mamá y nunca los cuidaba por andar en el vicio, me perdí muchos momentos con ellos que ahora quisiera recuperar.
Aunque puede ser un poco tarde, Rosa María dice que le hecha muchas ganas para aprender diferentes actividades y oficios dentro del reclusorio. Lo primero que hará cuando salga en libertad, es buscar a sus hijos y tratar de reencontrarse sentimentalmente con ellos.
Por lo pronto seguirá rezando para que ellos estén bien: todas las noches le pide a Dios que no sigan el mismo camino que ella. “Me hubiera gustado mucho verlos este día, esperaba que vinieran para decirles que los quiero mucho”.
Francisca Medina Cervantes tiene 50 años de edad. Lleva más de nueve años en prisión y a más tardar en cuatro meses estará libre. Fue sentenciada por delitos contra la vida y la salud, al igual que Rosa María, hace tiempo dejó de ver a ocho de sus diez hijos.
“Tengo diez hijos pero como si no los tuviera. Aquí estoy sola, nada más veo a los dos niños que tengo en la Casa Hogar, pero a los demás hace cuatro meses que no sé nada de ellos, no sé por qué, sólo dejaron de venir”.
La última vez que Francisca vio a sus hijos le prometieron que seguirían visitándola, pero no han regresado. “A lo mejor están enojados conmigo porque ya tengo mucho tiempo aquí y no he podido dedicarme a ellos”.
A decir de Francisca siempre fue una buena madre. Se dedicó a la venta de droga porque tenía que mantenerlos. Asegura que todo lo hizo por necesidad y por sus hijos, nunca pensó que los federales la atraparían algún día.
“Me siento muy mal pero yo sola me doy valor para seguir adelante para estar bien, cuando salga quiero dedicarme a mis hijos, tengo muchas ganas de verlos, tampoco mi mamá ha venido a verme, no sé cómo estará”.
Ahora se arrepiente de haberse metido al negocio de la droga, pero asegura que la necesidad era mayor, pues su esposo y un hijo estaban en prisión por el mismo delito, así que ella sola los tenía que mantener a todos.
Su esposo salió libre hace años y nunca más lo volvió a ver. “Ha sido difícil porque casi nadie viene a verme”. Francisca dice que no esperaba visita ayer porque ya está impuesta a no ver a nadie los jueves de cada semana. Sólo recibió un regalo para este Día de las Madres: el que se sacó en una rifa realizada en el Cereso.
Durante cinco años, Griselda Herrera no vio a su hijo mayor. Ahora está en un albergue de Torreón junto con su hermana. Fue sentenciada por delitos contra la salud a diez años de prisión y en ocho meses más podrá estar en libertad.
Griselda tiene dos hijos: una mujer y un hombre. Enviudó antes de que su hija naciera, por eso dice, tuvo que vender droga porque en la tienda donde trabajaba no le pagaban lo suficiente para mantenerlos.
Hace algunos meses su hija tuvo que ser sometida a una operación de emergencia. Griselda no pudo estar con ella, afortunadamente todo salió bien, pero se lamenta por no poder cuidarlos como cualquier madre.
Tampoco pudo estar con su hijo cuando le llegó la edad de la rebeldía y después de varios años de no verlo, le fue muy difícil ganarse su cariño. Ahora aunque estén separados han logrado formar una familia con mucha comunicación.
Griselda es de Michoacán, en algunos meses volverá allá con su familia para poder recuperar el tiempo perdido. Sus hijos le prometen que estudiarán mucho para que ella no tenga necesidad de volver a vender droga.
En su día
Decenas de mujeres que se encuentran en el Centro de Readaptación Social fueron festejadas en el Día de las Madres:
· Recibieron regalos
· Varios internos cantaron
· Los internos realizaron imitaciones
· Un mariachi les cantó las mañanitas
FUENTE: Cereso