GÓMEZ PALACIO, DGO.- Isabel, de 39 años, terminó su curso de alfabetización para después enseñar a sus tres hijos. Jacinto tiene 28 años y quiere superarse. Don Enrique de 42 años sólo desea transmitir su conocimiento a los demás. Los tres alumnos acaban de recibir junto con 35 compañeros, sus certificados de estudios, cumpliendo con una etapa más de su rehabilitación dentro del Cereso local.
Isabel Montes Gómez estaba sentada en primera fila, para recibir su certificado se esmeró en su arreglo personal, vistió una blusa blanca y una larga falda azul cielo. Isabel está muy contenta y nerviosa a la vez, para evaluar su aprendizaje se le pide que lea dos renglones de un boletín de prensa.
Cuando era niña, Isabel nunca asistió a la escuela, su familia viajaba mucho. En su casa la esperan sus hijos de nueve, ocho y seis años. “Cuando salga les voy a enseñar a leer”, dice la mujer.
Inicia la lectura sin titubear, el texto incluye números y los menciona sin problema, su maestra la acompaña, al terminar de leer la mira de frente y recibe una sonrisa en señal de aprobación, parecía que había pasado otro examen.
Jacinto Núñez Esquivel lleva cinco años y medio en el penal, purgando una pena por delitos contra la salud en su modalidad de transportación. Recibió su certificado de secundaria y se manifestó interesado en continuar con los estudios de preparatoria.
Readaptación académica
Hugo García Astorga, director del Centro de Readaptación Social número dos, informó que la certificación de los 39 internos se llevó a cabo en coordinación con el Instituto Duranguense de Educación para Adultos, dependencia que siempre apoya al penal en la formación educativa.
Cada uno de los internos del penal tiene sus motivos para continuar con sus estudios, la mayoría desea avanzar al siguiente nivel, dicen que es la mejor forma de aprovechar el tiempo durante su encierro, al final, pueden probar mejor suerte con sus nuevos conocimientos.
La ceremonia de graduación se llevó a cabo en la explanada del penal, se contó con la presencia de autoridades estatales y municipales, amenizada por la presentación de bailes folclóricos de una escuela secundaria técnica.
Al final recibieron su certificado 15 internos de secundaria, 13 de primaria, tres alfabetizados y siete instructores.
Alto, moreno, delgado, con la mirada baja y tímido al hablar, Jacinto muestra orgulloso su certificado, dice que tardó dos meses en concluir la etapa final para su graduación, ahora además de ser carpintero y soldador, ya terminó la secundaria.
La esposa y el hijo de Jacinto viven en Monclova, los visitan cada dos meses, él se siente satisfecho por su meta lograda, insiste que al salir del penal será un hombre de bien: “Quiero superarme y salir adelante”.
En la sencilla ceremonia de graduación, también recibieron su certificado los internos que actuaron como asesores de sus compañeros graduados. Ese fue el cado de don Enrique Cruz Hermida, transportista de profesión que un día salió a entregar un cargamento de ácido sulfúrico y resultó sin darse cuenta que llevaba droga.
A don Enrique lo motiva el deseo de transmitir su conocimiento a los compañeros internos, pero él va más allá del aspecto académico: “Siempre les digo a los muchachos que tomen el buen camino, a veces platicamos con sus madres para que se sientan mejor”.
De piel blanca, mediana estatura, complexión robusta y ojos claros, don Enrique se declara asiduo lector de libros de superación personal y novelas, confesando que su mayor gusto lo encuentra en las poesías.
Ahora convertido en instructor de secundaria, don Enrique parece canalizar toda su energía en hacer el bien dentro del penal, además de ser cuidadoso en el cumplimiento de las normas. Sobre su familia, dice que hace cinco años la perdió: “Cuado estás encerrado puedes perder todo”.
Don Enrique no pierde la esperanza, dice que con el tiempo las autoridades federales se darán cuenta de su caso, su mujer y su hijo ya no lo visitan, pero sin quebrar la voz dice que se aplicará en sus compañeros mientras termina su condena.