Todo cirujano dentista se ha enfrentado, con mayor o menor frecuencia a individuos que presentan mal aliento, algunos solicitan la consulta para resolver este problema, mientras que otros acuden por la necesidad de atención, sin percatarse siquiera que presentan mal aliento o habilitosis. ¿Cuál es la posición del dentista con respecto a este último caso? ¿Cómo abordar el problema con un paciente que asiste a su consulta por otra razón? ¿Se le dice abiertamente y de manera directa? ¿Cómo evaluar la posición o reacción del paciente ante este problema?
El mal aliento, en lo que respecta a sus antecedentes históricos, data de miles de años atrás, hasta los antiguos griegos y romanos donde se tiene evidencia, en ciertos escritos, acerca de las medidas que se utilizaban para tener un aliento fresco y evitar los olores a ciertas especies como ajo en el aliento. De igual manera se tienen datos acerca de cómo la creencia popular combatía el mal aliento al masticar, por ejemplo, perejil, clavo y cáscara de huevo. Lo importante para el odontólogo, y especialmente para el individuo que padece este mal aliento, es cómo tratarlo o controlarlo.
Es indudable que todo adulto ha sufrido de mal aliento, al menos ocasionalmente, en su vida por lo que es muy común que éste visite al cirujano dentista ya que proviene de la boca.
La cavidad bucal juega un papel muy importante en la producción del mal olor, ya que éste puede presentar características que favorecen al problema. Aproximadamente el 85 por ciento del mal olor proviene de la boca, por lo que el cirujano dentista estamos conscientes de esto. Existen algunos indicadores que ayudarán al clínico a establecer que el mal aliento se origina en la boca:
*El olor proviene primeramente de la boca y no de la nariz.
*El mal olor se reduce al terminar un régimen de enjuague bucal potente por una semana.
*El olor empeora cuando el paciente comienza a hablar.
*El olor se reduce cuando se instituye un régimen de higiene bucal apropiado y un cepillado profundo del dorso de la lengua.
*El olor empeora cuando la boca se seca.
De aquí la importancia para el clínico de establecer claramente la procedencia del mal olor. De esta manera, el clínico debe comparar el olor que sale de la boca del paciente con aquél que sale por la nariz, si el olor proviene principalmente de la boca, entonces se sospecha de un origen bucal.
Si se tiene un individuo cuya higiene dental es adecuada, sin problemas periodontales o lesiones cariosas extensas y presenta mal aliento, es muy probable que éste venga de la parte posterior de la lengua. Aunque la parte anterior de la lengua, usualmente, presenta un olor característico se sabe que el olor proviene de la parte posterior de la misma. Se recomienda para establecer esta característica que en la parte posterior de la superficie dorsal se raspe con una cucharita de plástico, de una manera suave, para poder comparar el olor de esta zona con el olor del resto de la boca.
Una de las causas probables de este olor será la existencia de depósitos de secreciones nasales que se acumulan en esta parte de la lengua, y aunque en ocasiones esta sustancia nasal no huele pese, al contacto con los microbios de la lengua, que son muy abundantes, se puede volver una substancia putrefacta. Esto tiende a agravarse en pacientes que presentan enfermedad periodontal.
Al igual que otros olores del cuerpo, el mal aliento se relaciona o se genera por la presencia de bacterias. Cualquier sitio donde se encuentra acumulación de bacterias, y se produzca la putrefacción son las principales zonas donde se sospecha como generadores del mal aliento.
Los principales sitios donde se puede originar el mal olor son: la lengua, las áreas interdentales y subgingivales, así como restauraciones con márgenes desbordantes. La lesión cariosa no se considera como fuente mal olor, a no ser que sea lo suficientemente grande como para atrapar restos de comida.
Dentro de las fuentes del mal olor externas a la cavidad bucal, se encuentra principalmente, la nariz y las anginas en los niños. Sin embargo, el clínico debe reconocer la procedencia de ambos olores, se ha mencionado que el olor que proviene de la nariz tiene un aroma como de “queso” por lo que este dato podría ser de utilidad para determinar la procedencia del olor. Obviamente esto aunado a una historia de infecciones nasales esporádicos o recurrentes o a la presencia de pólipos nasales que afectan el flujo nasal o la vía aérea o el paso del aire.
Independientemente de la naturaleza del mal aliento, lo que el clínico debe hacer para llegar al diagnóstico, es instruir a su paciente para que asista a una cita especial para su evaluación, en la que él se abstendrá de beber, comer, masticar, enjuagarse, hacer gárgaras y fumar al menos por dos horas antes de la cita. También se debe abstener de usar perfumes o lociones, gel para afeitarse, lápiz de labios. Igualmente los pacientes no deben estar tomando ningún tipo de antibiótico.
Aunque todavía haya mucho qué investigar y esclarecer acerca de este problema, mucho se ha avanzado para que el clínico disponga ahora de datos que ayudarán a la elaboración del diagnóstico, y sobre todo para establecer claramente con el paciente el problema del mal aliento, ya que no se maneja o habla tanto en los círculos sociales como en los profesionales.