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Sueño de amor

Pepita y Guillermo festejaron 30 años de permanecer juntos

Una vez soñó que un hombre la abrazaba muy fuerte, y le provocó sentimientos que nunca antes había experimentado. Sintió sus manos y su piel, pero nunca pudo verle el rostro. Se sintió protegida, segura y muy feliz.

Esa sensación le regresó una noche de octubre, cuando Guillermo la tomó entre sus brazos y la besó. Fue ahí que apareció el rostro de aquel hombre que había soñado. Supo que era él, el amor de su vida.

Josefa Mauricio era maestra y por primera vez viajaría a la sierra para impartir clases. Junto a otros profesores, iba en una avioneta para San Miguel de Civiles, Durango. Ahí conoció a Guillermo Palacios, quien se convertiría en una persona muy especial para ella. Era el 18 de agosto de 1974.

Durante el tiempo que estuvieron en la sierra, él tuvo numerosos detalles con ella: le hizo una cama y una alacena para el cuartito en el que Pepita se quedaba.

Fue hasta el cinco de octubre de ese mismo año, fecha en que Pepita festejaba su cumpleaños, cuando Guillermo le declaró su amor y la abrazó. Ese día se cumplió el sueño que ella había tenido, pues sintió las mismas emociones de aquella premonición.

El noviazgo duró 11 meses hasta que él le propuso matrimonio, y al cabo de cinco días ya estaban casados. Aunque el sacerdote se oponía a unirlos tan abruptamente, terminó por aceptar ya que la pareja le explicó que querían hacer las cosas bien.

“El lunes corrieron las amonestaciones, el martes compramos mi vestido de novia, el miércoles conseguimos el mariachi, el jueves fuimos por su traje, el viernes nos casamos por el civil, y el sábado, como no había misa más tarde, tuvimos que casarnos a las ocho de la mañana”, recuerda Pepita.

Aunque los preparativos fueron muy apresurados, el banquete de bodas fue un éxito: hubo mariachi y pastel por la mañana, luego se fueron al rancho La Glorieta donde les tenían preparado carnitas y un gran baile, que se prolongó hasta pasadas las tres de la mañana.

Desde entonces han compartido sus vidas, y Pepita asegura “todo lo que tengo es un sueño, es lo que yo había soñado y se me hizo realidad volver a sentir esa seguridad y sentirme querida”.

Hoy, a 29 años, son un matrimonio como pocos. No discuten, pues platican cualquier situación que se les presenta. Sus cuatro hijos nunca han visto pelear a sus padres, no han escuchado gritos y mucho menos han experimentado el maltrato.

Jesús Emmanuel, Sócrates, José Guillermo y Dulce Milagros son la alegría de sus padres, al igual que los nietos Guillermo y Ariadne.

El consejo que Pepita da a otros matrimonios o parejas es: “Que se acerquen a Dios para que no haya tantos divorcios, que dialoguen mucho, y que busquen más el ser que el tener”. La pareja acude desde hace 18 años al Movimiento Familiar Cristiano Católico, y hace oración todas las noches, lo que les ha ayudado a mantenerse en armonía y en amor constantes.

La clave para mantener una relación, según Pepita, son los detalles. Ella todos los días prepara algo especial para su marido, lo atiende a la “antigua”. Está al pendiente de que desayune, coma y cene y le deja poemas, pensamientos, flores, dulces o chocolates en su ropa y demás accesorios.

Pero él no se queda atrás: le obsequia rosas en ocasiones especiales, y últimamente la tiene más mimada que nunca.

“Para mi, él es todo”, concluye Pepita.

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