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Suicidio/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La mañana del lunes mi querida esposa decidió tomar la más difícil de las determinaciones que un ser humano pueda acometer: resolvió segar su vida.”

Manuel Ángel Núñez Soto

Debe haber sido muy dolorosa la decisión del gobernador del estado de Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto, de salir a explicar públicamente que la muerte de su esposa, María Elena Sañudo, acaecida el pasado 28 de julio, había sido consecuencia de un suicidio. Es lógico también que el gobernador haya pedido el respeto de los medios de comunicación para evitar más discusiones al respecto. La decisión de María Elena, quien estaba aquejada de un cáncer muy agresivo, obliga, sin embargo, a una reflexión sobre el tema del suicidio y sobre el de la eutanasia.

El suicidio ha sido durante mucho tiempo una práctica cuestionada e incluso castigada por la sociedad y por los gobiernos. A quienes acababan con su propia vida, por ejemplo, se les negaba la sepultura en los cementerios. Sus bienes, además, eran confiscados. La ley en muchos países imponía sanciones muy fuertes a las familias de los suicidas o a quienes trataban de acabar con su vida por propia mano. A. Alvarez, un ensayista literario inglés, narra en su clásica obra The Savage God (El dios salvaje), el caso de un compatriota suyo que, tras intentar suicidarse, fue rescatado y sometido a un penoso tratamiento médico durante meses hasta que recobró la salud, pero sólo para que se le ahorcara después públicamente en castigo por haber tratado de quitarse la vida.

Hoy ya no colgamos a los suicidas fracasados, pero la sociedad se sigue sintiendo incómoda ante el suicidio. Subsiste, incluso en las comunidades laicas, la idea de que la vida sólo puede ser otorgada o quitada por Dios. No hay peor pecado, pues, que contravenir el designio divino poniendo fin antes de tiempo a una vida humana.

No es éste el lugar para entrar a una discusión sobre si, efectivamente, el suicidio puede considerarse como un gran pecado desde el punto de vista religioso. De lo que no hay duda es de que el suicidio es un tema de libertad individual que debe ser sometido a una más amplia reflexión. Y esto es particularmente relevante en el caso en que el acto se comete a través de otra persona, como ocurre en la eutanasia, con el fin de evitar un sufrimiento prolongado a un paciente.

Albert Camus, el escritor franco-argelino, planteaba en El mito de Sísifo que sólo hay un tema fundamental para la filosofía: el suicidio. Como otros existencialistas, Camus consideraba que la posibilidad siempre presente del suicidio le da una libertad fundamental al ser humano. Al no ejercer la opción del suicidio, al escoger la vida, el ser humano ejerce constantemente su libertad individual.

Esta decisión ha adquirido en las últimas décadas una nueva relevancia debido a la capacidad de la medicina moderna de mantener viva a una persona durante años en condiciones que habrían provocado una pronta muerte en el pasado. Antes del surgimiento de la medicina moderna, millones de personas morían sin saber realmente por qué pero con relativa rapidez: “Se murió de una bola” decía la gente. No había una idea clara de lo que era el cáncer ni muchas otras enfermedades.

La medicina moderna nos dio la posibilidad durante el siglo XX de alargar de manera impresionante los promedios de vida. Pero también generó la situación, inusitada en el pasado, de mantener vivas a algunas personas a través de procedimientos médicos que no daban esperanza de recuperación pero sí generaban gran dolor. Algunos de los procedimientos que hoy se aplican a los pacientes con el fin de alargar su vida son poco menos que torturas inhumanas.

Ninguna decisión puede haber sido tan dolorosa para una mujer con hijos, como María Elena Sañudo, de quitarse la vida a los 45 años de edad. Si lo decidió fue porque las opciones ante una enfermedad agresiva e incurable eran peores. El suicidio no es en estos casos una cobardía o un acto que pueda generar el desprecio de la sociedad sino una decisión valiente destinada a evitar sufrimiento no sólo para ella sino para su familia. No hay peor situación que ver a un ser querido sometido a un dolor constante e inacabable.

Los hijos de María Elena y el propio gobernador de Hidalgo tendrán la posibilidad de recordar a su madre y a su esposa como esa mujer dinámica, inteligente y sensible que los acompañó durante años. No había el derecho de someterla a una tortura imposible simplemente para evitar la desaprobación de la sociedad.

Eutanasia

En los Países Bajos (Holanda) se han legislado ya reglas que permiten la eutanasia, la muerte provocada de pacientes terminales, en determinadas circunstancias. En México deberíamos hacerlo también.

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